Caos en Irak está empezando a parecer una guerra civil

Caos en Irak está empezando a parecer una guerra civil

POR EDWARD WONG
BAGDAD, Irak.-
El sentido común sostiene que si las tropas estadounidenses se retiran pronto, Irak caerá en una guerra civil, como sucedió en Líbano a fines de los años 70. Pero eso ignora un interrogante planteado por los acontecimientos de las últimas semanas:

¿Ya ha empezado una guerra civil?

Irak no es Líbano todavía. Pero está creciendo la evidencia de que al menos está en las primeras etapas de una guerra étnica y sectaria.

– Grupos iraquíes armados han llevado a cabo asaltos cada vez más mortales y espectaculares contra sus conciudadanos, con la intención de afirmar su dominio político y territorial. Este combate generalmente es definido por divisiones étnicas y religiosas: árabes sunitas rebeldes que se enfrentan con árabes chiítas y curdos. El viernes, en Bagdad, ataques con mortero contra una estación policial y el estallido de un coche bomba en una mezquita chiíta dejaron al menos 27 muertos.

– Algunos académicos y analistas militares dicen que las líneas de batalla han sido endurecidas por la política estadounidense de limitar el poder de la minoría de árabes sunitas, que dominaba a Irak bajo el régimen de Saddam Hussein y conforma la mayor parte de la rebelión. Los estadounidenses han entregado el grueso de la autoridad a los chiítas, que representan a una mayoría de iraquíes, y una parte menor a los curdos, que conforman una quinta parte de la población. Esto ha aumentado la influencia de los dos grupos principales que fueron brutalmente reprimidos por Saddam, y despertado temores sunitas sobre compartir el poder con ellos como minoría.

– Algunos de los líderes árabes sunitas más prominentes del país están expresando indiferencia u oposición a tomar parte en las elecciones para una legislatura constituyente, mientras que los chiítas y los curdos están ansiosos de participar. Funcionarios electorales iraquíes y el Presidente George W. Bush insisten en que la votación se celebrará según lo programado, pese a los llamados de líderes sunitas para una postergación importante. Por ello, el espectro del conflicto civil crecería conforme se acerque la votación del 30 de enero.

– Los estadounidenses han intensificado el enojo de los sunitas al depender fuertemente de reclutas militares chiítas y curdos para sofocar la insurgencia sunita en algunas de las áreas más volátiles. Los guerrilleros, a su vez, refuerzan las animosidades sectarias cuando atacan a los reclutas policiales o funcionarios del gobierno interino tachándolos de colaboradores. Muchos de estos reclutas son chiítas o curdos, y la pérdida de vidas repercute en sus familias y comunidades. – En las últimas semanas, se formó al menos una nueva milicia chiíta, no en oposición a los estadounidenses, sino para cobrar venganza contra los sunitas.

Funcionarios estadounidenses cifran su esperanza de finalmente llevar la paz a Irak en el éxito de las elecciones de enero y la formación de un gobierno electo, y no piesan que una guerra civil a gran escala sea inevitable. Dicen que la sociedad iraquí es un mosaico elaborado donde los grupos han coexistido durante mucho tiempo. Señalan que no todos los sunitas están en rebelión abierta o rechazan las elecciones. Apenas la semana pasada, el jeque Ghazi al-Yawar, presidente de Irak y líder de una poderosa tribu sunita, dijo que su nuevo partido competiría en las elecciones. Y algunos estadounidenses predicen que una vez que los sunitas vean que avanzan las elecciones según lo planeado, la mayoría se apuntará para tomar parte.

Sin embargo, la continua violencia crea presión para que crezcan las animosidades. Los ataques por parte de iraquíes contra otros iraquíes han dado giros audaces y espantosos últimamente. En octubre, insurgentes vestido como policías abordaron tres minibuses que transportaban a 49 soldados del ejército iraquí recién entrenados -la mayoría de ellos chiítas que viajaban al sur de permiso- y los ejecutaron. Peregrinos que se dirigían al sur a las ciudades santas chiítas de Najaf y Karbala también han sido acribillados.

En respuesta, líderes chiítas en la ciudad sureña de Basora empezaron a decir a los jóvenes el mes pasado que era tiempo de vengarse. Organizaron a cientos de chiítas en las Brigadas de la Ira, el más reciente de muchos grupos armados que han anunciado su formación en la anarquía del nuevo Irak. El objetivo declarado de las brigadas es matar a árabes sunitas extremistas en el área norteña de Babil, ampliamente conocida como el «Triángulo de la Muerte», donde muchos agentes de seguridad y peregrinos chiítas han sido asesinados.

«Los wahhabis y salafis se han unido para lastimar a otros musulmanes y han empezado a matar a cualquiera afiliado a la secta chiíta», dijo en una declaración escrita Dhia al-Mahdi, líder de las Brigadas de la Ira. «Las Brigadas de la Ira serán enviadas a esas áreas donde están estos gérmenes, y habrá batallas».

Es poco claro si las Brigadas de la Ira han cumplido sus amenazas, pero su información indica cuánto ha cambiado la dinámica de la violencia en Irak.

James Fearon, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Stanford señaló la creación de esos grupos como «parte de la guerra civil en gestación que vemos ahora». También dijo que la historia del régimen colonial enseña que el conflicto civil puede resultar cuando la potencia de ocupación favorece a algunos grupos locales sobre otros y usa a sus favoritos como sustitutos militares, una estrategia común entre las potencias imperiales.

Dentro de las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes, los curdos, y a menor grado los chiítas, han resultado ser los combatientes más efectivos contra la insurgencia encabezada por los sunitas, y las fuerzas armadas estadounidenses y el gobierno iraquí provisional están reclutando candidatos principalmente entre las milicias de los grandes partidos políticos curdos y chiítas.

La estrategia salió a la luz dramáticamente el mes pasado en Mosul, una ciudad en el norte de Irak donde la violencia estalló aun cuando las tropas estadounidenses llevaban a cabo su devastador ataque contra insurrectos en el bastión sunita de Fallujah. En Mosul, el gobernador trasladó en camiones a 2,000 milicianos curdos, y gran parte de los combates que siguieron tuvieron lugar en los barrios árabes sunitas de la ciudad, donde convoyes estadounidenses son atacados ahora diariamente.

Mosul es un microcosmos de los problemas que afligen a Irak, y el conflicto civil está evidentemente en ascenso ahí. La insurgencia está siendo organizada por ex funcionarios del Partido Baath que pretenden recuperar el poder, en vez de jihadistas que simplemente traten de sembrar la anarquía, dijo el general brigadier Carter F. Ham, comandante de una fuerza de tarea encargada de controlar el extremo norte del país. Los guerrilleros han ejecutado a por lo menos 90 iraquíes en los últimos días, muchos de las nacientes fuerzas de seguridad.

En el pasado, el comando militar estadounidense aquí a menudo enfatizaba el papel de los mujaidines extranjeros en la rebelión. Recientemente, ha reconocido que iraquíes forman la vasta mayoría de los insurgentes, pero continúa usando el término «fuerzas anti-iraquíes» para describir a todos los rebeldes. Aunque el término describe su oposición al gobierno iraquí provisional, aún empaña el cambio gradual de esta guerra hacia un conflicto civil. De hecho, menos de 15 por ciento de los primeros mil detenidos capturados durante los combates recientes en Fallujah eran extranjeros.

Uno de los signos más significativos del endurecimiento de las divisiones entre iraquíes fue que los chiítas hicieron poco para protestar por la ofensiva de Fallujah. En abril pasado, cuando los infantes de marina estadounidenses lanzaron su primera y finalmente fallida invasión de Fallujah, Muqtada al-Sadr, un clérigo chiíta agitador, encabezó un levantamiento en un esfuerzo por formar un frente unido contra la ocupación. La segunda vez, su principal colaborador sólo hizo una breve declaración televisada criticando el ataque estadounidense mucho más violento. Y el Gran Ayatola Alí al-Sistani, el clérigo chiíta más poderoso de Irak, no condenó de inmediato la invasión.

«Denasiadas víctimas de la rebelión han sido chiítas, especialmente reclutas y oficiales de la policía y el ejército asesinados en grandes cantidades al menos una o dos veces por semana», escribió Mark Levine, profesor de historia medioriental moderna de la Universidad de California en Irvine, en un ensayo después de la batalla por Fallujah. Esos ataques, y la introducción de combatientes sunitas extranjeros en Irak, continuó, «han resuscitado la ira chiíta por el sufrimiento que soportaron bajo el régimen de Saddam».

El mayor detonante de un conflicto civil emergente pudieran ser las elecciones, cuando las disputas políticas sobre si participar pudieran conducir rápidamente a enfrentamientos armados.

Contra ese telón de fondo, el Pentágono anunció la semana pasada que incrementaría el número de tropas aquí a 150,000 respecto de 138,000, para ayudar a vigilar contra violencia perturbadora dirigida, presumiblemente por insurgentes sunitas, a candidatos y votantes, de los cuales los más entusiastas serán sin duda chiítas y curdos.

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