El desorden mayúsculo creado por amigos, vecinos y colegas de Junior Javier Minaya Guzmán (Gilbert) obligó a los agentes policiales que custodiaban el cortejo fúnebre del supuesto pandillero a lanzar bombas lacrimógenas para dispersarlos.
En su recorrido hacia el cementerio Cristo Rendentor, más que un entierro el cortejo parecía en ocasiones una movilización y en otras una fiesta de despedida de quien fue sindicado como jefe de la principal banda de microtráfico de Guajimía, en Herrera.
Cerca de 100 efectivos custodiaron el cortejo fúnebre con armas largas y cortas para frenar el desorden de los jóvenes motorizados que hacían piruetas y tomaban wisky y cerveza, cual si fuera un homenaje atípico para su amigo.
Gilbert fue acribillado el martes por agentes policiales en un supuesto enfrentamiento, en la calle principal de Ciudad Satélite, próximo al kilómetro 22 de la Autopista Duarte.
Habría ordenado el asesinato de Edwin Omar Cabrera (El Muerto) supuesto jefe de una banda de microtraficantes en El Pentágono de Herrera, en un ataque en el que murieron tres personas más. Según los investigadores policiales, Gilbert buscaba controlar el punto.
Banda contraria. Integrantes de la banda contraria del presunto microtraficante de Guajimía estaban en las afueras del campo santo, según dijo uno de los motorizados, quien no se identificó.
Con el fin de evitar un derramamiento de sangre entre las bandas rivales, el coronel encargado de custodiar el entierro llamó por radio a otros agentes policiales para que retiraran a los jóvenes donde vieran pasar el cortejo fúnebre.
La multitud gritaba desconsolada y se empujaban unos con otros y se subían en nichos. Todos querían acercarse a la tumba de Gilbert para darle el último adiós.
Padre de Gilbert. Rafael Minaya, padre de Gilbert, molesto e indignado consideró una provocación que la Policía lanzara bombas lacrimógenas.
Aquí nadie vino armado, ya él se murió, entonces quieren matar a cinco personas más sin estar armados como a él. Qué es lo que quieren, veníamos todo el camino tranquilos y nadie tiró un tiro, entonces ¿por qué tiran? Déjenme enterrar a mi muerto en paz, exclamó.
Con gran ira le dijo a la prensa que revisaran a todos los jóvenes que fueron al entierro para que comprobaran que nadie estaba armado. Esto fue una escolta más grande que la del Presidente, dijo.
Madre. En medio del llanto, la madre, Iberia Guzmán, admitió que su hijo era un microtraficante, sin embargo indicó que no merecía morir de esa forma.
La Policía decía que mi hijo era delincuente, pero mira toda la gente que vino a verlo, manifestó.
Mientras, que la esposa de Gilbert, Daniela Durán, de 22 años, quien tenía una relación desde muy joven con él, lloraba desconsolada sin decir ni una palabra.
Prensa y Policía, non gratas. Con desprecio, la multitud miraba tanto a los policías como a la prensa, a quienes les gritaban que no tenían nada que hacer allí.
Son unos abusadores (la Policía), aquí no hay justicia y la prensa no dice ni hace nada gritaban los jóvenes que también vociferaron improperios. En medio de una gran algarabía coreaban: ¡que viva Gilbert, que viva el gallo!.