Imposible no seguir pensando en la crisis petrolera que se refleja, en primer lugar, en un mercado caótico en el que se ha desplomado el precio de este bien estratégico, por lo que habrá de tener – y ya está teniendo – un impacto tremendo en el funcionamiento de la economía mundial y, por ende, en las economías nacionales. El precio del barril de petróleo ha bajado más de un 70% en menos de 18 meses motivado, fundamentalmente, por el crecimiento de la oferta ante una demanda estancada o comprimida. Los bajos precios han impactado negativamente a otros sectores de la macroeconomía después de que los altísimos precios que duraron varios años estimularon flujos de créditos fáciles que incentivaron la producción – extracción, especialmente en Estados Unidos. Hay quienes ya se preguntan si el desinfle de esa “burbuja petrolera” no pudiera arrojarnos a una crisis como las generadas por las burbujas tecnológica e inmobiliaria. En sentido contrario otros opinan que todavía no estaría comprometido los volúmenes financieros que se involucraron en aquellos casos.
Lo cierto es que ya sea con burbuja o no tenemos delante efectos que han trastocado aspectos claves de la economía.
Las características del mercado petrolero nos presenta un panorama complejo y contradictorio. Por un lado, los bajos precios posibilita un combustible barato con un impacto positivo en el bolsillo y la psiquis del consumidor; pero en la otra cara de la moneda estrangula a empresas del sector y lleva la zozobra a la banca. El empleo no escapa en el menú de problemas. El auge de los precios generó 400 mil puestos de trabajo en Estados Unidos entre 2004 y 2014 pero en los últimos meses la debacle del mercado se ha cobrado 200 mil empleos. En enero fueron 30 mil puestos menos. Varios países petroleros han visto sus economías en crisis y eso, inevitablemente, afecta al mercado mundial global. Las propias compañías petroleras han sido las más golpeadas. Solo en el 2015 tuvieron que ser canceladas inversiones en el sector petrolero por más de 380 mil millones de dólares; eso significa menos empleos, menos circulante, menos demanda, más presión de crisis. Esos proyectos no serían recuperables, para empezar a pensar en reiniciarlos, sino con un precio del barril que supere los 60 dólares.
La economía estadounidense se benefcia de un precio bajo del petróleo pero sus petroleras tienen una situación crítica. El petróleo de esquisto prácticamente se ha paralizado. La banca está muy preocupada por la situación de pérdidas que enfrentan las petroleras, lo que les puede dificultar cumplir con sus obligaciones: Las ganancias de Chevron bajaron un 75%, las de ExxonMobil un 50%, Conoco Phillips perdió 4 mil millones. Más de cincuenta pequeñas empresas de gas y petróleo han quebrado con una deuda en conjunto superior a los 17,300 millones. Consecuentemente, los ingresos tributarios de los gobiernos se contraen; las inversiones en energías renovables colapsan, los turistas procedentes de naciones petroleras disminuyen.
Algunos pronostican que para finales de año se estaría manifestando una recuperación del mercado, pero las medidas que llevarían a eso aun no aparecen en el horizonte.