Capacidad versus Habilidad

Capacidad versus Habilidad

No existe mayor diferencia que la que separa a una persona capaz de otra con gran habilidad.

Los rasgos entre una y otra son en extremo distantes, contrapuestos.

No otra cosa explica, por tanto, que una persona con escasa preparación académica – o talvez ninguna – acceda con pasmosa facilidad a las altas sociedades o, en el menor de los casos, a posiciones cimeras dentro del exigente mundo laboral.

No ocurre solamente aquí; lo vemos en Estados Unidos, que es mucho que decir.

Obsérvese que, en innumerables casos, el hábil utiliza por lo regular como arma de seducción un lenguaje y frases laudatorias, con fines de alcanzar sus objetivos.

No puede ser de otro modo, pues se trata de un personaje que en sus andanzas persigue siempre un beneficio particular.

Si usted, por ejemplo, es una persona con poder de decisión en el Gobierno o en una empresa, no escapará de ese personaje que, con extendida mano en su hombro, le sorprenderá con el usual grito de guerra: ¡Mi hermano!

Son muchos los trucos y recursos a los que apela el habilidoso, al momento de abordar a su víctima.

En la mayoría de los casos, son personas incapaces de sostener un importante diálogo, y mucho menos aportar gran cosa a la sociedad.

El capaz se afana por trabajar con esmero, dar más de lo que se le pide, y quedar siempre bien con los demás.

Es persona organizada, lucha por superarse, asimilar enseñanzas y experiencias y no exigir nada a cambio de su siempre dispuesta colaboración.

¡Ah mundo!

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