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En materia de instrucción pública, el gobierno del presidente Danilo Medina está empeñado en aumentar el número de escuelas, liceos y politécnicos, y en que los mismos estén servidos por maestros (plural genérico) que reúnan los conocimientos requeridos para desempeñar con acierto funciones tan delicadas como la de constituirse en preceptores de la niñez y de la juventud. Como otros que lo precedieron en el cargo, el mandatario peledeísta aparenta estar convencido de que la educación constituye el primer escalón de la prosperidad de una nación, a la vez que es el medio más idóneo de hacer posible la convivencia democrática. Su Gobierno, a través del Ministerio de Educación, desarrolla proyectos como el de Construcción y Equipamiento de Aulas; el de Formación y Capacitación de Maestros; el de Revisión Curricular; el de la Tanda Extendida; y la Campaña de Alfabetización de Adultos. En materia de educación técnica profesional, la Administración de gobierno se propone formular nuevos planes de estudios y mejorar las condiciones de trabajo de los enseñantes en esa modalidad. En lo que a educación superior respecta, el gobierno del presidente Medina ha contraído con el país el compromiso de ir incrementando los recursos asignados a ese sector dentro del marco de lo pautado en la Ley 01-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo.
Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña priorizaron la formación y capacitación docente en sus planes de reforma de la instrucción pública. Esos dos insignes maestros y patriotas siempre tuvieron presentes que para elevar la calidad de los servicios de educación se necesitaba, ante todo, contar con maestros que reunieran las capacidades requeridas para el noble oficio de enseñar. El insigne maestro puertorriqueño vio con tristeza cómo la casi totalidad de los egresados de su Escuela Normal se encaminaban por las sendas escambrosas de los quehaceres políticos. Al respecto, Francisco Henríquez y Carvajal, uno de los más cercanos colaboradores de Hostos, expresó que “el maestro veía, con íntimo dolor, cómo se alejaban sus discípulos, solicitados por el ardido medio ambiente, y cómo iban al azar, aves dispersas, las ilusiones y las esperanzas de honra y provecho para la tierra de sus hijos bien amada”. Víctima de una fiebre infecciosa, Eugenio María de Hostos murió en la ciudad de Santo Domingo el 11 de agosto de 1903 sin ver materializar su sueño de reforma de la instrucción pública. Con Salomé Ureña sucedió a la inversa: Sus alumnas del Instituto de Señoritas dedicaron toda su vida al quehacer docente. Lo mismo ocurrió con las alumnas de éstas: Livia Veloz, Ercilia Pepín Urania Montás, Zoraida Suncar, Consuelo Nivar, y otras.
En la formulación de propuestas de políticas y de proyectos de reforma de la educación afloran ciertas concepciones que, aunque compartidas por la opinión pública, o por lo menos por un sector significativo de ella, se colocan más allá de toda posibilidad. Ahí radica la paradoja de que los gobiernos que se han sucedido en los últimos decenios, sin dejar de destacar la importancia del papel que desempeña la educación en el desarrollo de la sociedad y en el progreso económico, se mostraran indispuestos a pagar los altos costos que generaba y genera ese sector.