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El Gobierno del presidente Danilo Medina se ha empeñado en construir y equipar centenares de centros escolares servidos por docentes dotados de los conocimientos requeridos para desempeñar con acierto funciones tan delicadas como la de transmisión de conocimientos y la de constituirse en preceptores de nuestras juventudes. Como otros mandatarios que lo precedieron en el cargo, el dignatario peledeísta da la impresión de estar convencido de que la educación constituye el primer escalón de la prosperidad de una nación, además de ser el medio más idóneo de hacer posible la convivencia democrática. Su Gobierno, a través del Ministerio de Educación y de otros organismos del Estado, en lo inmediato, desarrolla proyectos como el de Construcción, Reparación y Equipamientos de Aulas y Laboratorios; el de Formación y Capacitación Docente; el de Revisión Curricular; el de Alfabetización de Personas Adultas; y el de la Tanda Extendida. Este último es el que más incertidumbre nos crea por el hecho de su aplicación y buen funcionamiento siempre habrá de depender del comportamiento de nuestra economía ¿Cuántos millones de dólares costaría en proporcionarle gratuitamente a más de tres millones de estudiante, además de uniformes y materiales escolares, desayuno, almuerzo y merienda?
En materia de educación técnica profesional, la administración del Gobierno de Danilo Medina se ha propuesto formular nuevos planes de estudios y a mejorar los salarios y las condiciones de vida de las personas dedicadas a la noble tarea de formar y enseñar a los demás.
En lo que a educación superior respeta, la administración peledeísta ha contraído con el país el compromiso de ir incrementando los recursos asignados a ese sector dentro del marco de lo establecido en las leyes 5578 sobre Autonomía Universitaria y 139-01 sobre Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Ambas en proceso de revisión.
Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña priorizaron la formación y capacitación docente en sus planes de reforma de la instrucción pública. Esos dos insignes maestros siempre tuvieron presente que para elevar la calidad de los servicios de educación se necesitaba, ante todo, el poder contar con maestros que reunieran las capacidades requeridas para transmitir conocimientos y enseñar. El insigne maestro puertorriqueño observaba con tristeza cómo la casi totalidad de los egresados de la Escuela Normal que él fundara, en vez de ejercer el magisterio, se encaminaba por las sendas escambrosas de los quehaceres políticos. A Francisco Henríquez y Carvajal, uno de los más cercanos colaboradores del maestro y patriota puertorriqueño, se le atribuye el haber expresado que “Hostos veía, con íntimo dolor, cómo se alejaban sus discípulos, solicitado por el ardido medio ambiente, y cómo iban al azar, como aves dispersas, las ilusiones y las esperanzas de honra y provecho para la bien amada tierra de sus hijos”. Víctima de una fiebre infecciosa, Hostos murió en la ciudad de Santo Domingo el 11 de agosto de 1903 sin ver materializarse su sueño de reforma de la instrucción pública. Con Salomé Ureña, afortunadamente ocurrió a la inversa. Sus alumnas del Instituto de Señoritas dedicaron todas sus vidas al quehacer docente. Lo mismo ocurrió con las alumnas de estas: Livia Veloz, Ercilia Pepín, Consuelo Nivar, Zoraida Heredia, Urania Montás y otras.
En la formulación de propuestas de políticas y de proyectos de reforma de la instrucción pública suelen aflorar ciertas concepciones de las mismas que, aunque compartidas por la opinión pública o por un sector significativo de ella, se colocan más allá de toda posibilidad económica. Ahí radica la paradoja de que los gobiernos que aquí se han sucedido en los últimos decenios, sin dejar de destacar el papel que desempeña la educación en el desarrollo y progreso económico de la sociedad, se mostraron indispuestos o imposibilitados de asumir los altos costos que generaba y genera es sector.