Capacitación docente y desarrollo profesional

Capacitación docente y desarrollo profesional

Jesus de la Rosa.

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A lo largo de más de un siglo, los ciudadanos de este país hemos venido realizando esfuerzos para elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública. Afortunadamente ya estamos en la ruta de lograrlo. ¿Por qué nos hemos dilatado tanto? Unas veces por la falta de un personal docente debidamente capacitado y otras por la incidencia de situaciones políticas y económicas adversas. Al final de la llamada “Era de Trujillo” apenas un 4% de los profesores en servicio estaba en posesión de un título universitario que lo acreditara como tal. Los maestros de esa época eran bachilleres en espera de oportunidades de cursar carreras liberales. El país permaneció durante treinta largos años marginado de las grandes corrientes del pensamiento occidental. Solo un pequeño círculo de dominicanos había contactado el psicoanálisis, la filosofía de Heidegger y la de Carlos Marx, la poesía de Pablo Neruda, Nicolás Guillén y de otros grandes pensadores, poetas y narradores de la época. La inestabilidad y el despotismo se constituyeron en notas características de las vicisitudes anteriores a la caída de la dictadura. Sus consecuencias fueron las previsibles: una economía desarticulada, una sociedad conmovida y una instrucción pública desatendida. Hoy, la situación del sistema dominicano de instrucción pública se torna muy diferente a la de aquel ayer tenebroso. Hoy, más del 80% de los maestros en servicio está en posesión de un título universitario o normalista. Centenares de los que lo que hoy ejercemos el noble oficio de enseñar hemos cursado estudios de especialización y de postgrado en universidades nacionales y extranjeras. La matrícula total de las escuelas, departamentos y facultades de educación supera la cifra de los 50 mil estudiantes. La carrera de pedagogía y otras afines figuran hoy entre las preferidas por los jóvenes de esta generación. En la actualidad resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, ocupar una plaza de maestro en una escuela pública o en un colegio privado sin que el demandante esté amparado por un título universitario que lo acredite como tal. La celebración de concursos de oposición para ocupar puestos de directores departamentales, regionales y distritales ya se ha impuesto como única y saludable modalidad de selección del personal.
¿A qué se debe el hecho de que hayamos avanzado tanto en materia de formación, capacitación y selección del personal docente? A las sabias iniciativas desplegadas en las décadas de 1960 y 1970 por los rectores y el personal docente de las universidades Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo, Pedro Henríquez Ureña, Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y por otras que se agregaron después.
Acreditadas internacionalmente, esas altas casas de estudios se constituyeron en referentes obligados de la formación y capacitación docente y en artífices de dichos programas. En los últimos 40 años, de sus aulas han egresado más de 50 mil profesionales de la enseñanza y cientos de especialistas en la materia.
Hoy contamos con los maestros, técnicos y gestores de educación que nunca antes habíamos tenido. Nos atrevemos a afirmar que la revalorización del concepto educación es el suceso más importante ocurrido en la historia de la educación de la segunda mitad del pasado siglo veinte. Expuesto esto, cabe preguntarse: ¿Cuál es el criterio orientador para un acertado enfoque prospectivo sobre las escuelas, departamentos y facultades de Pedagogía y materias afines de cara al Siglo XXI? Es que a la idea de la educación como preparación para la vida sucede la idea de la educación para toda la vida. Y a la idea de la educación como fenómeno escolar sucede la idea de la educación que impregna todas las actividades humanas.

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