Caperucita y el 4%

Caperucita y el 4%

Si quieres conocer a Angito, dale un carguito”. Más o menos así decía Joaquín Balaguer, convencido de que el dinero y el poder frecuentemente revelan sorprendentes  rasgos de la personalidad  anteriormente ocultos.

El ministro de Educación, Melanio Paredes, accedió al cargo con una aureola de probidad y entereza forjada en sus tareas como dirigente magisterial y apasionado político; pero con el paso del tiempo ha  mostrado un lado sesgado de su personalidad y en ocasiones, ha parecido,  no solamente un funcionario ineficiente o desubicado, sino un político de segunda que pone en entredicho la capacidad del ejecutivo para escoger sus colaboradores.

Ejemplo por excelencia es el manejo del problema de las intoxicaciones con el desayuno escolar: Explicaciones y soluciones baldías que sorprendieron a la ciudadanía mostrando un mal disimulado interés en no perjudicar determinados intereses de suplidores, lo que hizo que algunos se preguntaran si era propietario o accionista de una de esas empresas.

En el plano programático y académico los desaciertos también han sido relevantes.

Mueve a preocupación que los que abogan por el 4% del PBI para educación no valoren la posibilidad de que, con un ministro como el actual, ese dinero podría ir a un barril sin fondo, aparte de que la contra-propuesta presidencial de una asignación presupuestaria “especial” contempla el uso de los recursos para infraestructura.

Imagino al ministro de Educación y a los encargados de obras del Estado frotándose las manos y con una profusa sialorrea esperando que la propuesta sea aprobada. Es como si el lobo pospusiera su ataque, permanezca escondido, mientras le engordan a Caperucita. 

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