Desde hace dos décadas Latinoamérica experimenta un mayor flujo de inversiones de naciones como China o Rusia, algo que para varios expertos conlleva algunas veces el ingreso de “capitales corrosivos».
Un ejemplo reciente de capital extranjero es el futuro megapuerto marítimo de Chancay en Perú, con una inversión de 3.500 millones de dólares por parte de la empresa china Cosco Shipping, que según el Gobierno peruano convertirá al muelle en la principal conexión comercial de Suramérica con Asia, con ingresos anuales para el país por US$4.500 millones.
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Para Martin Friedl, director para Latinoamérica y el Caribe del Centro Internacional para la Empresa Privada (CIPE), el ‘capital corrosivo’ se refiere a la financiación, estatal o privada, de naciones “autoritarias”, que carece de “transparencia, rendición de cuentas y orientación de mercado”.
Aunque el directivo del CIPE reconoce la necesidad de inversión internacional, afirma que algunos de estos capitales son negativos para las naciones receptoras.