Juan Bosch tuvo visión global del capitalismo, y previó importantes fallas de dicho sistema, de su democracia neoliberal, y de fallas o disfunciones que autogenera este sistema. Hoy, probablemente, hubiese puesto su atención en los actuales mecanismos de manejo de esas disfunciones sistémicas.
El fenómeno se puede en buena medida observar en lo que hoy se conoce como “reciclaje”. Que trata principalmente sobre desechos sólidos o líquidos que hacen daño al medio ambiente, que tienden a acumularse y descomponerse, y que suelen volverse contra la salud y la paz de todos, siendo los más susceptibles los privilegiados del sistema, elites y clase-medias, y su paz de bulevares y residenciales, presumiblemente apartados de la mundanal descomposición social, cívica y moral.
El reciclaje, obviamente, para ser funcional, aunque sea como remiendo, debe ser auto sostenible, es decir, una especie de empresa rentable, autosustentable, y rinde resultados al conjunto societal y empresarial, a cambio del soporte sostenido por parte de sistema global.
El reciclaje está de moda, y es, sin duda una solución. No solo porque el subdesarrollo ya no puede manejar sus desperdicios como lo hacía tradicionalmente; sino porque además puede hacer negocios mediante la reconversión de desechos en compuestos utilizables en agricultura y otras áreas, pero que a la vez recicla individuos y grupos sociales que también han quedado fuera de toda otra posibilidad de sobrevivir, insertándolos en el sistema.
La crisis neocapitalista global, posiblemente hubiera escrito Bosch, no solo deja fuera negocios, actividades productivas y grupos humanos. También deja fuera naciones y estados fallidos. Que, similarmente a los desperdicios sólidos, se convierten en desperdicios humanos, o dicho más elegantemente, en individuos y naciones que no representan mayores oportunidades de interés para las grandes naciones, y se van quedando fuera del sistema mundial en categoría de materiales no clasificables ni reusables desde el punto de vista del sistema global.
Países y grupos humanos solo reaccionan cuando la basura se ve o huele, contamina ambiente y salud, les afea el paisaje. Otros grupos son, ellos mismos, parte de la contaminación. Otros saben que su mejor oportunidad está en migrar, ponerse donde los vean, donde no sean molestia o carga para los que pueden pagar su reciclaje.
El problema sigue siendo, sin embargo, que cada país prefiere manejar esos “sólidos humanos” en áreas apartadas, en botaderos que como Duquesa quedan en manos delincuenciales, porque, finalmente, son de esta especie los más capaces de manejar estos desechos, por ser también ellos mismos, estos mafiosos, desechos auto-reciclados del sistema.
El problema más serio sería que el sistema globalizado tiene muchas limitaciones para absorber individuos y problemas del tercer mundo; y ya empezaron seriamente a establecer muros y cuotas para los inmigrantes de la miseria tercermundista.
A no ser que, re-cristianizando a Europa y los USA, se reforme la pseudo-moral hedonista y consumista que caracteriza a países desarrollados de cualquier latitud, y se diseñe un mecanismo más eficiente que salve el sistema global de sus propias disfuncionalidades: Por ejemplo, una redistribución universal de bienes beneficios del sistema global.