Capitalismo global

Capitalismo global

SERGIO SARITA VALDEZ
Tradicionalmente se ha considerado la niñez como la bella época de la inocencia en donde la mente humana aún no ha sido marcada con las indelebles cicatrices que el medio social habrá de infligirle con el transcurrir del tiempo. El cerebro virgen del menor se llena con hermosas fantasías, las cuales de manera automática se construyen para ocupar los espacios vacíos de la memoria que el devenir futuro irá paulatinamente llenando.

Dichosa edad y dichosos tiempos diría el poeta. En el mundo cristiano la llegada de diciembre, año nuevo y el día de Reyes provocan el surgimiento de ilusiones infantiles expresadas en sueños cargados con las imágenes de los mil y un juguetes. ¡Cuán lejos está esa tierna criatura de imaginar que sus deseos y esperanzas solamente podrán verse concretizadas si las condiciones socioeconómicas de sus progenitores lo permiten! La alimentación, el vestido, la vivienda, salud y educación familiar dependerán del grado de riqueza o de pobreza reinante, lo que a su vez quedará supeditado a si los responsables del hogar son poseedores de bienes o medios de producción, o a que tal vez encuentren quien les compre su fuerza de trabajo. Tanto tienes, tanto vales, reza el sabio dicho popular.

Jeffry A. Frieden, profesor de la Universidad de Harvard, un especialista en política de relaciones internacionales monetarias y financieras, ha escrito una estupenda obra que lleva como título Capitalismo Global, El trasfondo económico del siglo XX. Se trata de un enjundioso libro que abarca los últimos cien años de historia del gran capital y su relación con las dos guerras mundiales. Esa ametralladora y ese bombardero, sumados a los cohetes y misiles en miniatura con los que juega el niño, vienen a convertirse en las mortíferas armas reales con las que el capital globalizado ha pretendido resolver los conflictos y contradicciones inherentes al sistema.

Tras un relato histórico refrescante y ameno, pero a la vez siguiendo una metodología que nos atrevemos a catalogar de magistral, el autor conduce su estudio analítico por los Estados Unidos de Norteamérica y la Europa a finales del siglo XIX. Narra la prolongada y tenaz lucha a favor del libre comercio como una necesidad para la expansión capitalista, en aquella ocasión liderada por Gran Bretaña. En la exposición de la Feria de 1900 en París, la capital francesa, se mostraron los últimos avances tecnológicos tales como la telegrafía inalámbrica y la electricidad. Sobre ésta última expresaba un comentarista: «¡Nacida del cielo, como los verdaderos Reyes! La electricidad triunfó en la Exhibición, como triunfaban los opiáceos en los gabinetes de 1900. El público reía antes las advertencias  ¡Peligro de muerte!  en los postes de conducción, porque sabía que la electricidad puede curar todos los males, hasta las neurosis que está tan de moda; que es el progreso, la poesía tanto de los ricos como de los pobres, la fuente de la luz, la gran señal; ha dejado obsoletas las lámparas de acetileno apenas nacidas… La electricidad se acumula, se condensa, se transforma, se embotella, es conducida por filamentos, enrollada en bobinas, y luego descargada en el agua, en las fuentes, o liberada en los tejados de las casas o entre los árboles; es el azote y la religión de 1900».

En sus conclusiones nos dice Jeffry: «Desde 1850 la economía mundial ha estimulado un crecimiento económico y un cambio social sin precedentes. Ha acelerado la propagación de la sociedad industrial, de una franja no muy amplia de la Europa noroccidental al resto de Europa y Norteamérica y en las últimas décadas a gran parte de Asia oriental y Latinoamérica… Pero los países en desarrollo tienen sus propias dificultades. Deben más de un billón de dólares a acreedores extranjeros y la incertidumbre financiera ha sumergido a Tailandia, Argentina, Indonesia y Brasil en profundas crisis. En su brega por pagar sus deudas, los gobiernos han jubilado a los funcionarios públicos, han liquidado las propiedades estatales, han recortado el gasto social y han elevado los impuestos. Los gobiernos abren sus fronteras a la economía mundial y proporcionan a algunos ciudadanos la posibilidad de enriquecerse; esto puede condenar a otros ciudadanos a pasar apuros y penalidades».

Al final expresa Frieden: «El reto del capitalismo global del siglo XXI es combinar la integración internacional con un gobierno políticamente receptivo y socialmente responsable» la teoría y la historia indican que es posible que la globalización coexista con políticas comprometidas con el progreso social, y corresponde a los gobiernos y a los pueblos poner en práctica lo posible».

Así como todavía seguimos contando con niños inocentes, también existen millones de incautos e inocentes hombres y mujeres en campos y ciudades del mundo que desconocen el impacto que en su futuro inmediato van a causar los tratados de «libre comercio» entre el grande y los chiquitos. A menos que, como advierte Jeffry A. Frieden, contemos con «gobiernos políticamente receptivos y socialmente responsables».

A modo de parodia, cerremos el comentario del libro Capitalismo Global con estos versos de Alberto Cortés: Quiso volar igual que las gaviotas, / libre en el aire, por el aire libre, / y los demás dijeron, «pobre idiota, / no sabe que volar es imposible/ La conclusión es clara y contundente, / lo condenaron por su chifladura, / a convivir de nuevo con la gente, / vestido de cordura. /Acaba aquí la historia del idiota/ que por el aire, como el aire libre, / quiso volar igual que las gaviotas.

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