Caprichos y deberes

Caprichos y deberes

Los 176 artículos de la Constitución proclamada el 29 de abril del año 1963, estremecieron a la minoría poderosa de la época. Si inconformes y activos estuvieron durante el proceso electoral, que culminó con las votaciones el 20 de diciembre de 1962, su tormento fue paroxístico cuando conocieron el esbozo del texto. De inmediato reactivaron sus diligencias perturbadoras. Esa minoría no podía aceptar un articulado innovador y subversivo.
El contenido aguzó el sentido de las “fuerzas vivas de la nación”, negadas a acatar leyes que contravinieran sus caprichos. Con actitud propia del autoritarismo que se pretendían sepultar, los grupos cívicos y religiosos rechazaron reivindicaciones colectivas que afectaban aspiraciones individuales. Uno de sus artículos permitía sancionar la asonada que se gestaba: Toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos. Toda decisión acordada por la requisición de las fuerzas armadas es nula. La Carta Magna del 1963 prohíbe el latifundio, garantiza la libertad sindical, establece el derecho a huelga, elimina la condición de hijo ilegítimo, establece la capacidad civil de la mujer casada, la libertad de enseñanza.
El 25 de septiembre del 1963, los inconformes desalojaron del Palacio Nacional al candidato que obtuvo el 59% de los votos válidos emitidos- 1, 054, 944- en las primeras elecciones post tiranía. Los prestantes ciudadanos decidieron, y así lo consigna su proclama, validada por el acta notarial número 1, del 26 de septiembre, que la mayoría obtenida en las elecciones fue “ocasional”. El aserto estaba basado en el “consenso” y por tanto, los golpistas, declaraban disueltas “las Cámaras Legislativas y sin calidad para realizar ninguna función del poder”. Porque sí, porque así quisieron, además, ni el Presidente ni la Constitución les gustaban.
El comportamiento del Triunvirato, sustituto del Gobierno constitucional, azuzó la sublevación dirigida por Manolo Tavárez. El 24 de abril del 1965,advino la rebelión del cuartel, el reclamo constitucionalista, la intervención y la sangre. Luego, el acta institucional, la fementida paz y Joaquín Balaguer ganador de las elecciones del 1 de junio 1966. Entonces no hubo tiempo para analizar la dimensión del golpismo, porque vivíamos las consecuencias. Cinco años después de la Guerra de Abril, el país estaba conmovido por la violencia. Había concluido el primer período del Gobierno balaguerista y se iniciaba el segundo. La era de los 12 años era previsible. Hablar de Constitución y constitucionalistas aludía a los participantes en la guerra. La leyenda estaba rediviva y se esperaban los periódicos vespertinos para conocer asesinatos y el destino de exiliados y presos políticos. La inextricable correspondencia entre procesos políticos y Constitución no se analizaba. El trauma fue severo. Fue imprescindible propalar que la vigencia de la ley garantiza la convivencia y el irrespeto a la norma auspicia el caos. Los excesos y abusos del poder convertían en letra muerta la Constitución de 1966. Balaguer reiteraba la consigna de Lasalle para hacer con el texto cualquier cosa.Quizás fue una manera de justificar a los autores del golpe, vivos y viables. El abc del Derecho Constitucional permitía arribar, sin estridencias, a la intelección del proceso vivido. Pedazo de papel o no, su articulado pauta y las consecuencias del anarquismo son pesarosas.
El hervidero de ideas provocado por la represión y el acoso al intento democrático impedían el análisis de la secuela de los treinta años de tiranía. Era una babel ideológica, la confusión entre revolucionarios, conservadores, pro yanquis, nacionalistas. Se descubría que ser antitrujillista no garantizaba el respeto a la ley, tampoco impedía los arrebatos autoritarios. Del antitrujillismo ideológico quedaba el recuerdo. La resistencia a la represión del momento opacaba la trascendencia de aquella decisión avasallante, caprichosa, que destituyó el Gobierno constitucional presidido por Juan Bosch. La tropelía cometida, siete meses después de la toma de posesión, era la causante de la perturbación vivida. En el 2017, es imprescindible conocer la Constitución. Entender el alcance y las ventajas del Estado social, democrático y de derecho, compromete, exige. Algunos repudian la incomodidad de cumplir deberes para exigir derechos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas