El sábado 19 de marzo Capricornio salió de su casa en Sonsonate, un municipio del departamento homónimo situado en el occidente de El Salvador, alrededor de las 10 de la noche.
Le dijo a su pareja que regresaría a las 11 y media. Y aunque ella no estuvo de acuerdo, él se subió a su Toyota Scion color azul de 2010, pasó el portón con guardias privados que custodiaban su condominio y se fue.
Según los testigos, llegó al restaurante y bar Botanas a la misma hora a la que le dijo a su mujer que volvería a casa, las 11 y media. Es un lugar conocido por su gran afluencia, el bajo costo de la cerveza y la facilidad para conseguir pequeñas porciones de cocaína y sus derivados.
Capricornio pasó cerca de la mesa de billar donde un grupo de hombres jugaba ya la tercera partida de la noche. Esos hombres, que no lo conocían, comentan que lo vieron «raro, como nervioso».
Se sentó en la mesa de madera que está a dos metros de la barra, a tres metros de un grupo de amigos que tomaba cerveza después de entrenar pesas en un gimnasio. Ellos lo vieron pedir una cerveza Pilsener.
Una mujer joven se sentó en la mesa. Hablaron. Un mesero dice que pidió dos más, luego se levantó, pagó con un billete de US$10 y le dijo al mesero que se quedara con el cambio. US$6 en total, una propina jugosa en el Botanas, según el camarero. La mujer joven se perdió entre los comensales.
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Capricornio pasó de nuevo junto al grupo que jugaba billar, salió del Botanas y se subió a su Toyota azul. Adentro lo esperaba otra mujer, quizá llegó con él, quizá entró al carro después. Hablaron durante alrededor de 20 minutos y la mujer se bajó.
Dos hombres llegaron por los costados del carro y dispararon al menos 20 cartuchos en dirección al asiento del conductor. Dieciséis de esas balas encontraron el cuerpo de Capricornio. No murió al instante.
Al menos tres testigos aseguran haber escuchado tres disparos salir desde dentro del carro de Capricornio. De ser así, estos plomos ya no encontraron nada que morder. Los asesinos ya se habían ido.
Capricornio fue uno de los miembros más importantes de la Mara Salvatrucha 13 o MS-13, la pandilla más poderosa de El Salvador y de toda Centroamérica, durante al menos dos décadas, y el líder fundador de una de sus clicas o células más grandes y fuertes en el país: la San Cocos Locos del municipio de Sonsonate.
También fue uno de sus principales traidores. En 2015 se volvió informante de diversas agencias policiales incluyendo la División Antinarcóticos (DAN) de la Policía Nacional Civil (PNC) y uno de los dos testigos principales de la Fiscalía salvadoreña en los casos contra la estructura, los líderes y las finanzas de la MS-13.
Capricornio es el primer testigo de esas características asesinado durante la administración actual del presidente Nayib Bukele.
La gestación de un líder
Capricornio no tiene la trayectoria común de la mayoría de pandilleros. Cumple el perfil, eso sí: hogar pobre, maltrato, padre ausente y cero oportunidades. Sin embargo, no empezó en la MS-13 desde abajo, no tuvo que trepar durante años hasta llegar a convertirse en un líder importante.
Su historia dentro de la pandilla comenzó en 1993, cuando conoció en el municipio de Sonsonate a Chino, de la clica de Hollywood Locos de la MS-13, un pandillero deportado desde Los Ángeles, Estados Unidos, lugar de origen de la pandilla.
Chino y otros deportados formaron una clica. Con esta palabra se conoce a la unidad más pequeña de la MS-13, una especie de célula relativamente autónoma cuya suma constituye la pandilla en sí.
Como los deportados fundadores pertenecían a diferentes clicas en EE.UU., no pudieron ponerse de acuerdo en cuál de ellas sería clonada en El Salvador, y por lo tanto crearon una desde cero, una clica criolla y autónoma de la matriz angelina de la pandilla.
La llamaron San Cocos Locos Salvatrucha (SCLS). Capricornio formó parte de ese grupo fundador.
En poco tiempo la clica dominó el centro del municipio y algunas colonias (barrios).
Pandilleros del Barrio 18, la otra gran pandilla de El Salvador, hicieron lo propio, adueñándose de colonias y parques públicos.
Y empezó la guerra, esa historia ya tantas veces escrita en la que pandilleros pobres se atacan entre sí por causas muy difusas, asociadas al honor, el prestigio, al poder y muy poco a la plata.
Quien dirigía a los San Cocos como su máximo palabrero era Shy Boy, un emeese (de las letras MS) deportado. Shy Boy era violento y era déspota. Al menos eso dicen ahora quienes lo derrotaron.
Capricornio y otros pandilleros criollos, es decir, iniciados en El Salvador, no estaban conformes con la forma en la que Shy Boy llevaba la clica. Sobre todo por ser muy dado a asesinar a otros emeeses que consideraba competencia o riesgo para su posición.