Descendencias sacerdotales: Epílogo
Descendencias sacerdotales no se asemeja a ninguna otra serie que haya ocupado esta columna. Al dar a conocer las familias eclesiales que surgieron al amparo del revuelo que causaron en las almas de muchas feligresas estos vicarios con portes varoniles y voces que tronaban en los púlpitos, no nos han animado pretensiones negativas o malsanas ni propósitos ocultos, sino, únicamente, el interés de difundir las investigaciones genealógicas de nuestros miembros en torno a dichos personajes.
La Genealogía no sólo abarca el estudio de personajes y familias surgidas al amparo del matrimonio, sino también de personas y grupos familiares que resultan fruto de las uniones libres. Y en ese estudio se comprende inclusive la descendencia reconocida o no de los sacerdotes. La XI Reunión Americana de Genealogía, que tuvo efecto en Santiago de Compostela, España, del 10 al 14 de septiembre de 2002, planteó como una de sus conclusiones la necesidad de incluir en las genealogías a los hijos ilegítimos y a su progenie, si resulta conocida ( .) para conseguir el conocimiento del linaje en su integridad. Ese conocimiento, como indica Ignacio Tejerina Carreras, presidente del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Córdoba, Argentina, en su ensayo La Genealogía en sus relaciones interdisciplinarias, no debe quedarse solamente en la mera identificación de los integrantes de un linaje, sino de conocer todos los aspectos vitales, sociales y culturales de sus miembros. Así las cosas, la progenie ilegítima en una familia debe abordarse con el mismo rigor y carácter con que nos adentramos en el tratamiento de la prole legítima, sin descuidar los elementos fundamentales de las hojas de vida de sus troncos.
Contrario a lo que pudiera pensarse, no hemos develado pasajes oscuros de miembros del clero dominicano: los datos expuestos en esta serie están fundados en documentación publicada y en tradiciones orales familiares debidamente compulsadas. Por lo tanto, el haber dado a conocer su condición de genearcas no encierra ataques a su honor o consideración ni tampoco la intención de infringir daño a la honra o a la consideración de sus descendientes.
Símbolos de una Iglesia casi apocalíptica, es cierto que no fueron modelos de santidad, pero no puede dejar de reconocerse que su resonancia eclesial no fue secundaria, que su ausencia de gracia no ahogó del todo su misión evangélica: fueron también actores de sucesos fundamentales en sus parroquias y personajes esenciales en la vida de las comunidades donde desarrollaron parte de sus existencias.
Algo que permite elucubrar esta serie es que su conducta no tuvo influencia en el fervor de las poblaciones donde radicaron ni en los fundamentos de la vida religiosa de éstas. El celo con que algunos ocultaban sus acciones tenía su contrapeso en la sujeción a su autoridad. Aunque la esencia de lo religioso, lo sacralizante, en ocasiones se esfumaba o no existía, el cumplimiento de su labor pastoral se sobreponía a su despreocupación por la moralidad. En efecto, esta serie demuestra el poder, la autoridad y el dominio que ejercieron los sacerdotes en la sociedad dominicana en el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX.
En definitiva, si pretendiéramos enjuiciar a los sacerdotes que hemos escogido, es posible decir que, en su mayoría, fueron una muestra de la decadencia que en el curso de dos siglos abatió a la Iglesia Católica: su crisis institucional se perfiló a través de ellos, se sintetizó en sus tentaciones, flaquezas y opacidades apostólicas.