Carabelita

Carabelita

Algún mecánico inteligente inventa el término con el que se estigmatiza la calidad de una pieza de repuesto.

Cuando se habla de carabelita, el reproche va dirigido primero que todo a la condición del cliente, al que se humilla de entrada por decidir poner en su vehículo, una pieza de mala calidad. Segundo, es una advertencia de que la responsabilidad de lo que ocurra no es del mecánico y tercero que se entienda bien claro, que el trabajo lo hace por tratarse de un «amigo», porque él no se ensucia por esa caballá.

Pero sucede, que el «carabelita» se ha entronizado en la sociedad dominicana, impuesto por la descomposición de la economía y la honestidad de los traficantes en semejantes objetos.

De repente, buenos vientos dieron de popa al concepto y como la hiedra se aferró a cuanta pared existe.

De las piezas de recambio de automóviles, salto limpiamente a una zona de peligro de muerte: los medicamentos.

Las veleidades industriales de los países que orbitan la economía de La Tierra, entre guerras, necesitan dar salida al producto de su ingenio y venden las patentes de fabricación de productos para el uso de los humanos enfermos a países incondicionados para fabricarlos o envasarlos adecuadamente. El precio de la mano de obra baja. Baja la calidad. El precio. Y se hace medicamento «Carabelita». Por otro lado esta la expiración de los derechos de invención y entonces se hacen genéricos. De esta fórmula a «Carabelita» no hay mucha distancia, porque, como se pueden fabricar en cualquier parte y vender con el nombre de raíz, entonces se masifica la producción irresponsable y el resultado es que por la razón que sea un enfermo convertido en paciente se ve en la necesidad de usarlo, sin que sepan de veras que ingiere, ni el médico que lo receta, el boticario que lo vende, y mucho menos el paciente que lo compra.

De ahí, que los médicos que no «Carabelitas» ellos mismos, que de todo hay en la viña del Señor, recomiendan a sus clientes, no embarque en usar ese tipo de medicamentos, porque entonces ellos no responden que la medicina no mejore al enfermo.

Sobre el tema, se puede escribir un tratado completo sin conseguir nada positivo para nadie, porque los intereses pecuniarios envuelven la moral de los involucrados y solo el establecimiento de reglas de punición preventiva y rigor de la pena, podrían efectivamente cuidar de la salud de los humanos en sentido general, porque los que pueden darse el lujo de médicos reales y utilizar medicamentos de control, están a salvo del festín carabelero.

No para ahí la cosa.

Lo peor de todo está en el sistema educativo. Apuesto lector amigo, que Usted no tiene idea de cuantas universidades existen en el país. Cual es el monto del presupuesto nacional que se consume en la educación y mucho menos cual son los resultados de esos esfuerzos, en los sentidos cuantitativos y más que ello cualitativos.

Como se distribuye el dinero de todos en una cantidad de ONG, que quiere decir Organizaciones No Gubernamentales que viven del Estado y que solo sirven para mostrar la pústula de nuestras miserias, para mendingar bienes que nadie conoce bien como se reparten y que terminan en verdaderos festines de cosas «Carabelitas». No exagero. Personalmente viví esas vergüenzas en el extranjero.

Contra eso y muchas cosas más, necesitamos un viento en contra que aleje y destruya lo «Carabelita», igual que aquel Viento Divino que salvo al Japón de la Invasión extranjera hace muchos siglos.

Ahora tenemos una oportunidad de probar una fórmula.

Se llama Eduardo Estrella.

Justo en noventa días, tenemos unas elecciones presidenciales y él es uno de los candidatos, pero es cándido. No esta contaminado y escucha claramente el clamor del pueblo, por su primera condición y segundo y más que todo, por la experiencia que tiene en el manejo de los dineros públicos y el cocimiento de las leyes.

Los dominicanos sabemos como es la cosa. Nuestra memoria es larga y corta. Nadie nos puede engañar.

No se trata de encuestas ni de cuentas.

Lo que tenemos que hacer es rendir cuentas de lo que ha pasado y a nuestra conciencia.

No nos debemos dar el lujo de un nuevo gobierno carabelita.

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