Carácter, educación y disciplina

Carácter, educación y disciplina

Nos llenan de angustia las realidades amargas e innegables, como la de que para el Centro Reina Sofía, de España, somos ¡el primer país del mundo en violencia doméstica! y por su parte, nuestra Procuraduría General de la República acoge el criterio de otras investigaciones internacionales (como las de la Organización Mundial de la Salud) que determinan que según las cifras de muerte en los últimos años, padecemos una real epidemia de violencia, que incluye un importante aumento en la tasa  de suicidios.

¿Qué nos sucede? ¿Qué cambió?

Antes, bajo dos dictaduras –brutal la de Trujillo, diferente por astuta e inteligentemente fría, la de Balaguer– quien no los adversaba con críticas o conspiraciones para derrocarlos no corría peligro.

Después, creciendo imparablemente –o mejor dicho, impunemente– nos vemos cubiertos de los males de políticas basadas en la corrupción.

En una corrupción que asombra por su gigantismo.

No hay asesinatos políticos –que se sepa– pero el estupendo negocio de la droga, con sus cifras multimillonarias, ha creado los nuevos microtraficantes, los intermediarios… y los sicarios, que parece ser el nuevo y buen empleo.

Matar por paga. Por cualquier pequeña paga. Y hasta “a crédito y pagos cómodos”.

Para mí tiene mucho que ver la indisciplina cívica desatendida por nuestros electos gobiernos legítimos y constitucionales, que persiguiendo permanencias en el poder, conceden, enceguecen en su moral y en cuanto a la corrección de males.

Si les interesasen los buenos consejos les daría uno.

San Agustín, en sus “Confesiones” (lib. XI, cap. XX. § 6), escribió: “Los tiempos son tres: el presente de las cosas pasadas, el presente de las cosas presentes y el presente de las cosas futuras”.

O sea que, mirando sin temores los errores pasados, podemos corregir errores que subsisten en el presente y evitar mayores males en las cosas futuras.

Hay que pensar y actuar hacia un futuro.

Nosotros vamos de salida.

Ahora bien, un Presidente de la República no puede corregir todos los males aunque se lo proponga, pero podría establecer sistemas de control que minimicen la corrupción, que optimicen el uso del dinero que, a menudo, el  pueblo no se entera de que es suyo.

Mucha responsabilidad es manejar correctamente el dinero ajeno, pero parece harto difícil distinguir desde las alturas presidenciales lo que beneficia a una persona o grupo particular y lo que verdaderamente representa un beneficio para el futuro de la Nación.

¿O es que seguiremos apegados a las contritas palabras de Siño Narcizaso, el progenitor de Francisco del Rosario Sánchez, el patriota traicionado por su excompañero trinitario Santiago de Oleo por sus acciones contra la Anexión a España y fusilado junto a sus compañeros?

El padre de Francisco del Rosario supuestamente le dijo, tiempo atrás: “Hijo mío, esto será país, pero Nación, nunca”.

Si continuamos manejándonos en el desorden, el viejo escéptico tendrá razón. Nos falta carácter, educación y disciplina.

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