¡Carajo, aquí llegó Neney Cepín!

¡Carajo, aquí llegó Neney Cepín!

La vez primera que escuché hacer mención de Neney Cepín fue cuando todavía era un párvulo. Una tarde oí salir de la boca de un pariente viejo y “conchoprimista” lo siguiente: “Sonaron los tiros, se escucharon los gritos, y cuando fueron a ver, encontraron a los dolientes gritando a Neney”. De inmediato agregó el viejo pariente: “Eso fue cuando mataron a Neney Cepín”.

Andando el tiempo supe que ese personaje se trataba de Manuel de Jesús Cepín alias Neney o “El manco Neney”. Los Cepín representaron una familia de hombres bravos. Todos fueron guapos como gallos de peleas. La traba galleril de los Cepín fue Pontezuela. En ese lugar nacieron Leonardo Cepín coronel restaurador, que fue el abuelo de Neney, Eusebio Cepín, hombre de revólver cacha blanca y sable encabado, que fue el padre de Neney.

Manuel de Jesús Cepín (el mocho Neney) también nació en Pontezuela, pero se crió en Monte Cristy. Muy joven en las postrimerías de la satrapía lilisista tuvo trato y cercanías con el testaferro de las comarcas noroestanas, el general Miguel Andrés Pichardo, el famoso cacique Gue1ito Pichardo.

Cuando el 26 de julio de 1899 en Moca cayó el coloso de la bravura y comenzaron los brotes revolucionarios, los herederos del tirano difunto, pretendiendo salvar de las ruinas “el edificio herodiano o herociano”, enseñaron las garras y sacaron los colmillos. Y entonces Guelito Pichardo y Perico Pepín recorrieron en pie de guerra la Línea Noroeste y con ellos en esas bravuconas andanzas anduvo Neney Cepín, donde alcanzó credenciales y fama de valiente.

 De Monte Cristy pasó Neney a residir en Santiago. En la ciudad del Yaque se encontraba cuando Horacio Vásquez dio el grito insurreccion el del 26 de abril de 1920. Con las tropas cibaeñas que marcharon hacia la ciudad del Ozama se encaminó Neney a demostrarles su valor a los capitaleños.

En bando opuesto al de Demetrio Rodríguez se encontraba con las fuerzas de Amadeo Tavárez y Rafael Abreu, cuando ocurrieron los sucesos trágicos del Puente de Guayubín.

Los generales Tavárez y Abreu perdieron la vida en la que resultó una verdadera carnicería. Después unido a Demetrio Rodríguez resultó uno de sus hombres de mayor confianza. En las fuerzas arremetedoras de Demetrio, el puesto preferido de Neney era siempre la vanguardia. En los sucesos trágicos y memorables del 23 de marzo de 1903, que tuvieron por escenario la ciudad de Santo Domingo, en una de las trincheras de los revolucionarios se encontraba Neney manejando un arcaico cañoncito. Al disparar, el proyectil reventó la recámara, destruyéndole la mano derecha. Necesariamente se confrontó la obligación de amputarle el brazo. Y a los cuatro días se asombraron sus compañeros de lucha, porque con un brazo menos se presentó a reclamar su puesto de combatiente. Este hombre, que era sinónimo de coraje, bravura y empuje temerario, les razonó a los compañeros asombrados, con un gran desparpajo, como si tal cosa, como si nada hubiera pasado: “Perdí un brazo para ser igual a los otros hombres”.

Con un solo brazo Neney fue un terrible guerrillero y un formidable tirador con el revólver. Cargaba el arma auxiliándose con una rodilla, en la boca y el “soco” del brazo  malogrado. Se afirma que cuando se sentía enardecido en el fragor de una pelea, cada bala de su revólver representaba un hombre herido o un hombre muerto.

Cuando no estaba en la brega brava de los combates, sino compartiendo con sus amigos en una mesa de juego y adjudicándose algunos directos al hígado, gustaba de hacer lujo y gala de su infalible puntería y sacaba una moneda de un bolsillo, la lanzaba hacia arriba, desenfundaba su arma, disparaba y le hacía blanco en el aire a la moneda que ya descendía hacia el suelo. Cuentan algunos historiadores que el guerrillero Neney Cepín, a la hora de entrar en combate, nunca lanzaba vivas a caudillo alguno, sino que tenía él, indistintamente, tres gritos preferidos para dar comienzo a las peleas, quizás para sembrar el miedo en las filas contrarias, anunciando la sorpresa de su  presencia, bien fuera anunciando “aquí está Neney Cepín”, o pregonando con entusiasmo “Viva Neney Cepín”, o con la estridencia verbal de un “llegó Neney Cepín”.

En la marcha de las guerrillas el puesto de este hombre sin miedo fue la vanguardia. Por eso antes del pleito sangriento de Los Montones y luego del de Los Poleos, Demetrio Rodríguez anunció por escrito a su contrario, que ya sus tropas estaban en marcha. “Y que a la cabeza va el general Neney Cepín, valor que no conoce obstáculos”.

 Manuel de Jesús Cepín (El mocho Neney)  murió bastante joven. No cayó en combate. Él fue víctima de una trampa alevosa, o dicho mejor, de un acto vulgar y criminal que en Guayubín ladinamente montó, perpetró de manera glacial, ese asesino que se llamó…. general Manolo Camacho.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas