¡Carajo, tregua no!

<p>¡Carajo, tregua no!</p>

TONY PÉREZ
En las navidades de 1994 y 1995 opté difundir en el noticiario “Radio Mil Infomando” una selección de noticias de los setenta y ochenta, previa advertencia a la audiencia. ¿Qué resultó?

La única diferencia entre las informaciones del pasado y las de ese presente eran los actores, los declarantes. Y muchas veces ni eso, porque algunos nacieron y murieron alimentando a la población con discursos mediáticos de esperanza mientras la mataban con sus acciones.

De pequeño escucho cantaletas hipócritas acerca de los mismos problemas: desde crisis de electricidad, agua, gasolina, gas licuado de petróleo, transporte público, salud, educación, alimentos, sobre todo arroz, vegetales y habichuelas, hasta crisis de teleras, manzanas, pasas, almendras, lerenes, cerdos, pollos y pavos para la tradicional cena de fin de año.

He visto sin embargo escasas soluciones, mientras el país ha corrido sin planificación y desesperanzado hacia los 10 millones de habitantes.

A menos de una quincena del 2007, el servicio eléctrico es un desastre en tanto las distribuidoras, generadoras, transmisoras y demás negociantes sacan sus chupetas publicitarias para calmar el llanto desesperado de los usuarios.

El agua potable es tan difícil como buscar un diamante perdido en un pajal durante una noche en penumbra por falta de alumbrado público.

Los sectores salud y educación son como dos personas agónicas a quienes les dosifican el agua con un gotero para calmar su desesperación hasta la hora de su inevitable muerte. Nunca les dan el dinero que necesitan para servir con dignidad.

El transporte público de pasajeros y de carga es tan vulnerable como una flor del desierto porque los gobiernos alimentaron una suerte de sindicatos distantes de la sensibilidad social como pago eterno de apoyos electorales.

Cualquier mañana privan del servicio a los usuarios. De los combustibles, ni hablar. No sabemos de su calidad aunque sí de sus altos precios y de que cualquier día amanece con una escasez porque el barco no llegó a tiempo y la Refinería es como un parque jurásico. Esa empresa olvidó que “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”.

Una vez más en diciembre los políticos agitan sus campañas para aprovecharse de las emociones de temporada. Los del gobierno (reeleccionistas o no) y los de la oposición se baten en discursos de promesas y expresan su amor por los pobres, es decir, por los que deciden en las urnas. Los del gobierno justifican todo; los otros, nada reconocen. Siempre ha sido igual.

Parafraseando a Uslar Pietri, muchos de nuestros líderes se parecen a aquellos economistas que se pasan seis meses diciendo lo que sucedería durante el resto del año y luego pasan el otro tiempo diciendo porqué no sucedió lo que ellos pronosticaron.

La preciada carne de cerdo, las teleras, los pavos y la importación de manzanas han salido de la agenda en este diciembre. Si se presentara algún problema, sería de sobreoferta. Ese es un avance porque durante muchos años, desde principio de noviembre, la ciudadanía se metía en una especie de terror por la carencia de harina de trigo para las teleras y la baja oferta de carnes para hornear en Nochebuena.

Un ruego de cada fin de año es la tregua política. Otro cliché de mal gusto. Como ha sido siempre una petición religiosa para que el pueblo se acoja a los festejos de las Pascuas, muchos simulan caras de santos para congraciarse con la Iglesia Católica y favorecen la posposición del tráfago político para enero. Nada más falso, en la práctica nunca ha habido tregua. Todo lo contrario, la Navidad es quizá su mejor coyuntura para la persuasión. Rogar por pausas políticas en este tiempo no pasa de ser otra frase hecha para otro cumplido. Por eso, no me hablen de tregua y sigamos la fiesta.

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