¡Caramba Juan Pablo!

¡Caramba Juan Pablo!

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Recuerdo la primera vez que crucé la plaza Simón Bolívar en el centro de Caracas. Llevaba un paquete en la mano y un policía muy amable me preguntó si era extranjero y a mi respuesta comentó: ahora entiendo. Está prohibido entrar a la plaza con las manos ocupadas. 1963. No sé cómo será eso hoy.
El relajo nacional nuestro es tan grande y tan grave, que hemos soportado y soportamos que el irrespeto llegue tan lejos que la conmemoración el día del nacimiento del Patricio Juan Pablo Duarte sea objeto de mudanzas absurdas e indebidas por obedecer una ley votada por uno de los congresos llenos de borregos que hemos tenido y por imposición de la Iglesia Católica que confunde, expresamente, la gimnasia con la magnesia y tuerce el pulso de quienes lo permiten.
Me parece una irreverencia que sigamos permitiendo la mudanza de la celebración del Día de Duarte, como si se tratara de comer un friquitaqui o ver una excelente película de nuestro incipiente ejercicio en la producción de películas de largo metraje.
Estamos claros en que no somos un Estado confesional. Sabemos que el Concordato entre la República y el Vaticano fue fruto de la demagogia y el lambonismo del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina cuya megalomanía sin límites lo llevó a soñar con ser proclamado como benefactor de la iglesia católica, lo cual no le fue concedido pese a los miles de millones del erario que usó para construir locales para iglesias, colegios, residencias parroquiales y exoneraciones de todo género.
Pero ni siquiera fue la tiranía la que impuso el cambio de días para la celebración, para la conmemoración de fechas tan importantes como las que marcan grandes hitos de la historia nacional.
Sólo nos queda por ver que uno de nuestros descerebrados legisladores en busca de una repostulación intente la mudanza del día de la Independencia Nacional, 27 de febrero, o el día de la Restauración de la República, 16 de agosto, en un nuevo intento por borrar la historia y disminuir el patriotismo hasta su desaparición.
Cuando se analizan las causas de la delincuencia ninguno de nuestros “sabios” “eruditos” “enjundiosos” estudiosos de la realidad social dominicana, ni siquiera los pensadores de la iglesia católica han incluido la desnacionalización y la “apatridia” inducida por quienes persiguen, si se dan cuentan o si no, que terminemos de perder la identidad nacional.
El plan está en marcha desde hace varias décadas ¿es que no nos damos cuenta o que no queremos enfrentar a quienes nos dañan, a quienes de manera sutil contribuyen serena y silenciosamente a la desaparición de nuestra historia, de sus grandes hombres, de sus grandes hazañas. Eso es lo que se juega en este plan cuidadosamente ejecutado a largo plazo.

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