Los haitianos dejaron calva la tierra de su territorio y harán lo mismo con el nuestro, si no hacemos lo necesario para impedirlo. Sus necesidades de carbón y leña son satisfechas con especies forestales depredadas en nuestro país. En la operación hay complicidad binacional, pues muchos dominicanos viven de satisfacer la demanda de carbón de los haitianos, y hasta el más tonto de los mortales sabe de qué manera logra pasar el producto por la frontera.
Está probado que se necesita más que vigilancia militar para impedir la depredación de los bosques. Entre campesinos dominicanos y haitianos existe una especie de joint venture que permite a unos y a otros resolver sus problemas energéticos y económicos, con consecuencias ecológicas terribles. Terceros socios facilitan el trasiego, en vez de disuadir esta práctica. Hay que modificar esta alianza.
Aquí, el problema de la deforestación ha tenido entre sus remedios la sustitución del carbón por el gas propano. Los gobiernos dominicano y haitiano deberían comprometerse en un plan unificado de reforestación que tenga entre sus piezas el reemplazo de los energéticos vegetales del lado haitiano y la creación de estímulos para que los campesinos de lado y lado cuiden la foresta en vez de destruirla. La vigilancia militar pura y simple no ha logrado nada en mucho tiempo.
Preocupación y compromiso
Los grupos empresariales del país comparten la preocupación de que la economía del país, en un año electoral, quede sin la tutela de un organismo que imponga controles en el gasto y que esto, eventualmente, provoque una pérdida de la estabilidad. Vivencias del pasado y las inciertas perspectivas macroeconómicas internacionales, hacen más que razonables estos temores.
Una recomendación de los grupos empresariales es que el Gobierno retome el acuerdo stand by con el FMI, que está en una pausa que le deja al sector oficial las manos libres en el manejo del gasto. El ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Temístocles Montás, ha asegurado que el Gobierno retomará el acuerdo con el FMI al concluir las fiestas de Navidad. Esta afirmación debería representar el compromiso de mantener el gasto en niveles razonables, en lo que se afina con el FMI la disciplina correspondiente.