Cárcel San Juan es crítica  pero los presos están de su cuenta

Cárcel San Juan es crítica  pero los presos están de su cuenta

San Juan de la Maguana
 En la cárcel de San Juan al parecer prima el libertinaje. A decir de los propios presos, a ellos nunca los encierran en las celdas y pueden mantenerse en el patio del recinto hasta la hora que  quieran en diferentes actividades.

 Esa condición las tienen también las reclusas ubicadas a la entrada del recinto,  a pocos metros de la puerta de salida que custodian  soldados   del Ejército Nacional.

Sobrepoblada como todas, esta cárcel alberga 292 presos por encima de su capacidad.

 Con una amplia sonrisa, un robusto preboste accede a realizar el recorrido por el recinto ubicado en las proximidades del Cementerio Municipal. Un pasillo bordeado de paredes descascaradas en el que lo primero que asoma es un colmado, es punto de partida para ver las llamadas ‘goletas’ (habitaciones).

 En nichos, como muertos.  Frente a  su espacio, en el que el preboste  tiene  cama, radio, televisor,  ropa, accesorios y efectos personales que ha comprado se eleva una construcción de ‘playwood’ improvisada en la que, a la vista, precariamente podría entrar una persona deslizándose, no de pies.     Allí conviven hasta seis internos. Se reparten dos colchonetas, tiene un caldero, estufa eléctrica y uno que otro condimento para cocinar ahí mismo.

Del lugar, en que no se puede estar en pies por la poca  altura, bajan los reospor escaleras rudimentarias hechas con  madera. Entre una celda y otra varía el tamaño y la cantidad de presos que ocupan esos espacios, presentes en casi todo el recinto penitenciario.

Las paredes de la ‘habita ción’ en algunos casos están totalmente peladas,  mientras  en otros están, tapizada con revistas, periódicos o mensajes escritos por algún inquilino pasado o el actual.

“Don, tenga”, le dice un recluso al preboste, mientras le pasa algunos billetes de RD$100.00, acto seguido éste le dice: “Ok. Ve donde el muchacho mío para que te entregue”. De inmediato dice, “vamos al otro lado”. La complicidad se respira.

Circulación del dinero.  En esta cárcel circula mucho dinero, señala un reo que de soslayo mira a otro tratando de que no le escuche.

 “Se presta dinero hasta los días de visita y se hacen negocios de lo otro…, tú sabe… la yerba”, confiesa.

 Ante la presencia del preboste cambia de tema y dice que no se quejan del trato de los custodias porque les dan mucha libertad dentro de su espacio.

“A nosotros no nos trancan, uno se queda en el patio y cuando quiere va y se acuesta”, explica.

El patio es amplio, tienen una cancha en la que a veces juegan, pero que durante  la mayor parte del tiempo  y cuando baja el sol, usan para juegos de mesa.

Según una persona del entorno, a altas horas de la madrugada a los reclusos que manejan puntos allí le tiran las fundas con drogas por el lado del cementerio. “ellos la recogen ahí porque siempre están en el patio, además tienen sus amarres con algunos custodias y todo eso lo arreglan adentro”, detalla el hombre.

Las mujeres, silentes.  Fue imposible que alguno  de los reclusos se refiriera a la relación con las mujeres. “Ellas están en su sitio y nosotros aquí. Tal vez los guardias te digan más”.

Las mayores, en batas de dormir, las más jóvenes en ajustados jeans y maquilladas están silenciosas en el área  de desahogo que tienen asignada.

Ante la presencia de extraños se muestran esquivas, pero pronto acceden a mostrar cómo viven. La diferencia no es mucha con las goletas de los hombres, aunque alrededor de ellas  se tejen muchas historias que las ligan a los guardias.

“Recibimos a nuestra visita aquí afuera, porque no tenemos derecho a visitas conyugales”, dijo una que conversaba fuera con un hombre, mientras otra observaba callada.

La “coordinadora” es una señora de cierta edad, estaba sentada y distraida, dice que las quejas que tienen las reclusas es la misma de todas las mujeres en su condición, aunque asegura que no le gustaría estar en el Nuevo Modelo Penitenciario, pues estaría lejos de su familia.

Al final, lo que no pensaron al momento de delinquir es lo que ocupa sus mentes en prisión, lo que verdaderamente vale: la libertad.    

Testimonio

Anónimo

Mi experiencia en la cárcel

Yo estuve preso en Nagua y San Francisco, y te voy a decir la verdad: un día en la cárcel es el demonio, porque hay que aguantar de todo. Estar pisoteado de los jefes, vivir arrimao, esperar que otro se bañe para uno bañarse, que otro coma para uno comer, dormir en el suelo. El poderío  se gana en el abuso, los militares  le dan el apoyo al que tenga más valor, si tú eres fuerte en la calle o eres fuerte adentro, o te aislan porque no puede haber dos jefes. Cuando tú llegas tienes que darle RD$200.00. al control y te quitan todo hasta que llegue tu familia. La droga la entran fácil, siempre hay un puente. El mando lo tiene el jefe de guardia, se habla con él y se le dice a tal hora me van a traer una vaina y le dan lo de él. Hay más puntos que en la calle y a cualquiera le dan una puñalada por $20.00 de un tabaco, eso yo lo vi muchas veces. Hay presos y presas que ‘carpintean’, se mandan papeles y se enamoran, pero no pueden tener relaciones, las mujeres no tienen relaciones ni con el marido que vaya, esas que  quedan embarazadas es un militar (policía) que las lleva dizque al hospital  pero sale con ella para un hotel o una cabaña. Eso es la cárcel.

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