Carencias energéticas

Carencias energéticas

No sólo de escasez de energía eléctrica padecemos los dominicanos. También sufrimos por la falta de gas licuado de petróleo. Y ambos son bienes de civilización cuyo uso se generalizó con apoyo de la autoridad pública, ya para satisfacer ansias politiqueras en varios gobiernos, ora para evitar la tala de los bosques. Pero habiendo generalizado el acceso y uso de estos bienes, faltamos al compromiso social de proveerlos en la cuantía y en el tiempo que se requieren. Y mientras ello ocurre, cuatro Ayuntamientos se cuestionan respecto a un vertedero de basura al que podíamos estar sacándole biogas.

En efecto, los cabildos de la Provincia Santo Domingo y el del Distrito Nacional alegaron en algún momento tener derecho prioritario a la administración del vertedero de Duquesa. Y no pocas críticas se suscitan por la forma en que lo administra el Ayuntamiento del Santo Domingo del norte. Total, lo que advierte el más ignoro observador es que no tiene, justamente, administración.

Duquesa se concibió originalmente como un relleno sanitario. Pudo sacarse de él gas que, comprimido y acumulado en tanques, podía suplir los requerimientos de los hogares. En cambio, la disolución de sustancias derivadas de la descomposición de los desechos puede estar comprometiendo para más de un siglo las condiciones del manto freático circundante. Y como consecuencia, de las aguas superficiales que subsisten en los alrededores.

Duquesa sucedió a Güarícano, vertedero de superficie que llegó a contaminar con su pestilencia la atmósfera de buena parte del nordeste de Santo Domingo. Cuando se planeó como un relleno sanitario con asistencia económica del Japón, se hizo pensando en las molestias del que sustituyó. Pero es difícil que obras de beneficio social pervivan más allá de los papeles en que se concibe su creación.

Como este vertedero, muchos otros en todo el país podrían estar supliendo gas de cocina a nuestros hogares. De paso, los Ayuntamientos incursionarían en un mercado del cual sacarían dividendos. Con idénticos propósitos podrían explotarse las aguas residuales de los hogares, pues de éstas también se extrae gas metano por la descomposición de la excreta disuelta en ellas.

No seríamos ni los únicos ni los primeros en el planeta que, al llevar a cabo esta actividad que contribuye a limpiar la atmósfera, ahorraríamos combustibles fósiles. Y de paso, dólares, pues estos últimos tienen que importarse y no se traen con cáscaras de huevos. En Estados Unidos de Norteamérica hay estados que desde el último decenio del siglo XX explotan con sabiduría y eficiencia desechos sólidos y líquidos. En algunos de éstos, como Maine, la producción de energía a partir de la biomasa permite el ahorro de un 60% en el consumo de hidrocarburos y carbón mineral.

¿Por qué, por consiguiente, un país pobre que no produce petróleo, no explota su biomasa? Y al hablar de biomasa no hay que circunscribirse a ésta de los residuos sólidos y líquidos. Si la creatividad impulsa a quienes debían servirnos como guías, pueden procurarse otras fuentes limpias de biomasa. Por ejemplo en regiones con suelos agostados podrían crearse fincas energéticas para explotación leñera y la colección de ramas y otros residuos forestales para biomasa energética.

En donde no existen plantas de tratamiento para aguas negras, y en donde el destino final de los residuos domésticos es un problema, pueden construirse grandes plantas anaeróbicas para producir gas metano, carbón y abono orgánico. Los chinos los nacionalistas y los continentales han hecho estos biodigestores desde tiempos antiguos. China Nacionalista es una nación que coopera con República Dominicana. Tengo plena seguridad de que, si el Gobierno Dominicano lo solicita, traerían expertos para ayudarnos en esta labor.

Lo que nos ha faltado es empeño. Y ese indudable interés con el cual tenemos que enfrentar a las dificultades para superarlas.

Con imaginación y aferrados a la idea de ahorrar monedas fuertes, podríamos, además, estar produciendo estufas solares. Existen modelos simples y económicos que permiten hervir agua para potabilizarla y sirven para la cocción de alimentos. La masiva producción de éstas se destinaría de modo principal a las comunidades rurales, disminuyendo el creciente uso de gas licuado de petróleo, o, al menos reduciendo la dependencia del mismo.

Y con empeño, interés e imaginación podríamos enfrentar muchos otros pequeños problemas que, al obviarlos, se tornan enormes y aparentemente insolubles. Con decisiones que nos lleven a explotar la biomasa estaríamos buscando soluciones para insignificancias que nos han conducido a sensibles crisis sociales por estos días. Como la del gas propano.

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