¿Cargando maletas o compañeros de viajes?

¿Cargando maletas o compañeros de viajes?

Con Obama parece ser que empieza una nueva era. Al menos, esas son las expectativas que ha creado y uno se arriesga a apostar a que ha sido, efectivamente, sincero.

No va a cambiar el sistema; es un hombre producto del sistema norteamericano. Cree en sus valores y principios y ha dicho estar dispuesto a restaurarlos; ¡Tan dañados han estado en los últimos tiempos! Estados Unidos tiene intereses y él los va a defender. Entre éstos, lógicamente, los hay legítimos y también los pueden haber ilegítimos.

Es un estadista que parece más realista y pragmático. Deberá recuperar una economía destrozada, con enormes sectores de la población en la pobreza y marginada, a quienes ha ofrecido una mejor atención.

Ha prometido restablecer la credibilidad y la confianza en los Estados Unidos.

Ha asegurado que las relaciones con América Latina se centrarán más en lo económico y menos en lo político. 

Si fuese capaz de armar una política basada en la influencia del “poder suave” norteamericano estaremos ante una situación en que podrían tejerse mejores relaciones y fortalecer y recomponer el multilateralismo. En el segundo día de su ejercicio ejecutivo ya acudió al Departamento de Estado para posicionar a su flamante Secretaria de Estado – Hillary R. Clinton – sin dudas una Canciller de lujo, y anunciar importantes medidas de política exterior.

Para esta parte del mundo lo relevante habrá de ser los pasos para recomponer sus relaciones con una región donde se han deteriorado profundamente y donde tanto para unos como para otros resulta estratégico poder crear una plataforma de entendimiento en que puedan emprender un viaje de progreso conjunto.

América Latina ha profundizado, en los últimos tiempos, su independencia política e, incluso, económica.

Ha comenzado a forjar su propia estrategia de desarrollo y a consolidar un proyecto integracionista que pareciera marchar, por fin, hacia delante. Está mejor preparada que nunca para forjar una alianza positiva con los Estados Unidos sin visos de visiones y sentimientos neocoloniales ni resquemores históricos.

Para ello es imprescindible que EE.UU nos deje de ver como su traspatio.

El nuevo presidente, por la visión que proyecta, puede incidir de manera decisiva en que sintamos que se nos ve como aliados y no subordinados; que se nos procura no para cargar las maletas sino para que seamos activos compañeros de viajes.

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