En nuestro país estamos expuestos a grandes y devastadoras acciones de la naturaleza, manifestadas a través de huracanes con sus ocurrencias bien definidas y de movimientos sísmicos, imprevisibles y quizás por eso más temidos.
Desde el final de la década de los 70, un grupo de destacados profesionales de la ingeniería, con el Ing. Rafael Corominas Pepín a la cabeza, iniciaron acciones concretas como resguardo a estas solicitaciones dinámicas, mediante la creación y puesta en vigencia de reglamentaciones en las que se incorporaron las medidas más avanzadas a ser tomadas en consideración para el diseño estructural, creando además la cultura de ir renovándolas constantemente, incorporando los últimos avances que a nivel mundial se producían. Por suerte para todos, la globalización técnica ocurrió mucho antes que la económica.
Complementando las consideraciones de esas reglamentaciones con la rigurosa revisión llevada a cabo en Obras Públicas, se ha logrado una respuesta razonable de las estructuras bajo la acción de esas cargas accidentales.
Producto de esas medidas, se presume que desde el punto de vista del comportamiento estructural bajo estas solicitaciones, las edificaciones construidas en los últimos 32 años, tienen mayor capacidad para resistir esas cargas que las construidas en fechas anteriores. Obviamente, las anteriores tienen a su favor que son más modestas en lo que se refiere a su altura lo que de por sí las hace menos vulnerable.
Todo profesional que ha estado al frente de un proyecto de construcción de edificaciones, sabe el proceso tedioso y riguroso al que son sometidos los planos y especificaciones en los diferentes organismos del Estado. Sin quitarle importancia al resto de las revisiones, la de mayor relevancia para salvaguardar la integridad física de los usuarios de las obras es sin lugar a dudas la de tipo estructural realizada en Obras Publicas.
Todo este proceso contrasta abiertamente con la aparente facilidad con que en cualquier punto de las principales ciudades, específicamente y por razones obvias, en los espacios de mayor afluencia de público, se levantan vallas y estructuras publicitarias, algunas de ellas con alturas que superan edificaciones de hasta seis niveles, rematadas en una gran pantalla que acapara, sin desperdicios, la acción del viento, acción esta que requiere de diseños, especificaciones y consideraciones de construcción especializadas para ser resistidas con seguridad.
El pasado miércoles 13 de abril ocurrió en Santiago un fuerte viento y pudimos observar una fotografía en la que se mostraba el colapso de una de estas vallas, abatida sobre un grupo de vehículos estacionados, por suerte sin ocupantes, por lo que los daños únicamente fueron materiales.
En vista de la gran posibilidad de ocurrencias de estos fenómenos, y frente a la duda de si realmente la erección de estas vallas se lleva a cabo bajo riguroso diseño estructural y supervisión, parecería lógico que las autoridades indaguen las condiciones, planos, especificaciones y diseños de las mismas y determinen sus capacidades bajo estas cargas dinámicas. De paso, ¿no sería ocioso averiguar si sus propietarios poseen una póliza de responsabilidad civil?