«Caribe en creaciones»

«Caribe en creaciones»

Puede considerarse como el primer programa de desarrollo en arte y cultura que Francia dedicado, de modo sistemático y exclusivo, a la región caribeña

POR MARIANNE DE TOLENTINO

Dos jornadas excepcionales, los días 22 y 23 de junio, animaron, con ponencias, preguntas, comentarios, el lanzamiento de un gran programa de actividades y cooperación con los países del Caribe, propuesto por Cultures France, organismo gubernamental francés. Fundamentada en el diálogo, esa iniciativa abre nuevas esperanzas de producción y difusión entre intelectuales y artistas de esta región.

En un marco grandioso y casi sobrenatural que muy pocos participantes no haitianos hubieran imaginado -si no lo visitaron antes-, se realizó exitosamente el encuentro internacional dando inicio a «Caraïbe en creations», o sea «Caribe en creaciones». Puede considerarse como el primer programa de desarrollo en arte y cultura que Francia dedica, de modo sistemático y exclusivo, a la región caribeña, comprendiendo en América todos los territorios del Caribe insular y aquellos del Caribe continental, vinculados por el mar.

El conocido y polivalente intelectual francés, Olivier Poivre d’Arvor, que dirige «Caribe en  creaciones», expresó junto a la experta Sophie Renaud, coordinadora general, que  «si los países del Caribe viven aislados los unos de los otros por razones múltiples, tanto económicas  como geográficas, políticas y lingüísticas, la fuerza de esa región es ciertamente la de ser un laboratorio sorprendente de la diversidad cultural» Agregaban que con el Ministerio de Relaciones Exteriores  y un nuevo Fondo de Solidaridad prioritaria, se anhelaba acompañar y poner en valor esa diversidad, que calificaban una «maravillosa fuente de riquezas».

«Un mundo a compartir»

Decenas de invitados, oriundos, en su mayoría, de Haití, República Dominicana, Cuba, Trinidad, Guadalupe, Martinica, México, Venezuela y Francia, representaban la literatura, el teatro, la música, la danza, las artes visuales y las humanidades en general. Si muchos trabajaban y vivían en el área del Caribe, se notó la presencia decisiva de la diáspora, y cómo esos «caribeños ausentes» contribuían, con pasión y competencia, a la producción creativa de la región. La fuerza de las diferentes personalidades -mujeres y hombres-, orgullosos y a menudo reivindicadores, cual sea su campo de acción y su procedencia, sobresalió permanentemente, y el hecho de que esa reunión fundadora se desarrollase en la Ciudadela, no dejó de tener una importancia, real, significativa y simbólica.

Un poco de historia

En francés, ese conjunto monumental se llama La Citadelle Henry, por Henri Christophe, general y rey de Haití, que la hizo construir. Fue edificada en el noreste del país, de 1804 a 1820, en la cima del Pico Laferrière, a 3000 pies de altura para defender la recién creada nación haitiana en caso de invasión. Provista de 325 cañones, con una superficie inmensa y gruesos muros de más de 45 metros de alto, dotada de una enorme cisterna de agua, podía acuartelar a 30,000 solados y era susceptible de resistir casi indefinidamente a cualquier ataque del exterior.

Se trata indudablemente de la obra arquitectónica mayor y más impresionante del Caribe: en su estilo e índole de fortaleza inexpugnable, tiene una estética única, en medio de un sitio natural formidable al cual la piedra se integra insólitamente. Aparte de las fortificaciones menores de los Ramiers, situadas más abajo, se erigió casi al pié de la Citadelle, el espléndido Palacio de Sans-Souci -hoy hermosa e imponente ruina-, residencia de Henry Christophe donde ese rey visionario y soberano absoluto de Haití se suicidó en 1820.

El cuerpo se transportó arriba a la Ciudadela, hazaña que se inscribe en la historia mítica del lugar.

En 1982, la Unesco declaró a la Citadelle Henry Patrimonio de la Humanidad, y su restauración, muy avanzada hoy y de magnitud impresionante como todo lo demás, se extendió a lo largo de 25 años. No podía elegirse un espacio privilegiado y lugar más cargado de símbolos para la fundación de «Caribe en creaciones», y Cultures France lo escogió por corresponder, en sus dimensiones e historial, a la fuerza y la riqueza, al pasado, el presente y las perspectivas de la cultura caribeña.

Todos los asistentes a esas jornadas excepcionales lo reconocieron y han agradecido que se les acogiese en esa plaza, donde ellos residieron gustosamente durante dos días, gracias a un acondicionamiento excelente, realizado por los Ministerios de Turismo y de Cultura de Haití y la organización gubernamental francesa. El acceso a la Citadelle se hace por un camino empedregado, a pié, a lomo de mulo o a caballo, y ese itinerario, cuidadosamente advertido por los organizadores, permitió disfrutar de un paisaje magnífico.

Propósitos y primeros resultados

Sería imposible sintetizar en un solo artículo la cantidad de temas abordados en el encuentro fundador de «Caribe en creaciones», subtitulado «Un Mundo a compartir» («Un Monde à partager»), de nombre elocuente, y volveremos a analizar el evento.

Nos parece que la propuesta está clara: en la cultura y el arte caribeño, hay que dialogar, intercambiar, apoyarse mutuamente, y Francia está dispuesta a cooperar para esos fines.

Los territorios isleños sufren de aislamiento, ¡valga la redundancia!, algo más grave para los de pequeña superficie y población. Caribe en creaciones puede establecer esa comunicación, ese estímulo, ese desarrollo de los haberes respectivos, que han fracasado en otras organismos y planes regionales. El programa empieza de modo positivo, sin prejuicios por sectorización lingüística, y eso es esencial.

Para esas jornadas de lanzamiento, incidió la famosa dificultad de circulación en el Caribe, que frustra los mejores deseos. Un avión, que iba a transportar a participantes anglófonos y jamáiquinos en particular, no pudo participar, otro día hubiera sido demasiado tarde! Por tanto, acudieron a la cita solamente francófonos e hispanófonos -salvo Elisabeth Walcott-, todos de alto nivel, pero se preve que, para el segundo encuentro, no faltarán los representantes de tierras anglófonas y de idioma holandés -que suelen padecer de cierta marginación u olvido-.

Obviamente, si el créole- pese a sus variaciones de isla a isla- es la lengua vinculadora, la problemática de los cuatro idiomas vigentes, legados por las potencias colonizadoras, obstaculiza la comunicación y la exportación de las producciones creadoras.

Olivier Poivre d’Arvor ponderó ese inconveniente en el dominio del libro y la edición, y el embajador dominicano en Haití José Serulle expresó la necesidad de un centro de traducciones.

Respecto a su contexto organizativo, la reunión, celebrada en espacios aledaños al Patio de Honor de la Ciudadela, estuvo estructurada en cuatro Mesas redondas, proponiendo las temáticas siguientes: «Identidades, diversidad. El Caribe: un laboratorio de la diversidad cultural», «El Artista: entre herencia y globalización», «Travesías, migraciones y difusión cultural», «Aspiraciones del Caribe».  Aparte de las intervenciones programadas, entre planteamientos, reflexiones y cuestionamientos, hubo una amplia y apasionada participación del público, y en un próximo texto iremos comentando esos sujetos fundamentales para la literatura, el arte y la cultura del Caribe.

No cabe duda de que el equipo de Cultures France,  y sus co-organizadores haitianos ameritan las más cálidas felicitaciones por el éxito del encuentro.

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