E n estos días llegó a mis manos un disco que emana rareza, creatividad y desenfado, pues trae una selección de fragmentos de sinfonías llevadas al son, danzón, bolero y a toda la variedad de la música cubana.
La producción se titula Classic meet Cuba y está interpretada por tres hermanos alemanes, The Klazz brothers, quienes ensamblaron algunas obras de los grandes maestros a la base rítmica cubana. Entre todas pude distinguir, con gran entusiasmo, el osado tema Salsa No. V, que no es más que una versión salsera de la archifamosa V sinfonía de Ludwig Van Beethoven, la que todos hemos escuchado, por lo menos una vez en la vida. Sacrilegio, dirían algunos amantes de la llamada música clásica.
Pero aquella grabación me motivó a escuchar, después de un par de años, esta famosa obra musical. Ese reencuentro con la obra de Beethoven me llevó a recordar el tiempo en que lo descubrí. Era apenas un niño, cuyo contacto con este tipo de música no iba más allá de lo expuesto por odiosas programaciones de radio y televisión en semana santa. En el barrio la atmósfera solo traía música popular, la única que podía entender.
Pero gracias al disco que recoge la música de la película Saturday Night Fever, donde encontré el tema Fifth Of Beethoven de Walter Murphy, descubrí al que posteriormente mi juicio calificó como el más importante compositor de todos los tiempos (con el permiso de los que prefieren a Mozart). Así lo conocí y desde entonces lo llevo en mi alma. Días después escuché la IX sinfonía, que me gusta más. En los momentos en que entregué esta columna, estaba disfrutando de ambas obras en vivo.