Caribeando
El encanto de una bohemia en  Maniquí.

<STRONG>Caribeando<BR></STRONG>El encanto de una bohemia en  Maniquí.

Leo Cordero, piano y voz y guitarra y voz, fue el duende musical que recorrió el bolero de  toda Latinoamérica con una excelente selección de canciones. 

Y los presentes se motivaron a cantar, y un bongó me guiño el ojo para que lo toque… entonces ya no era Leo; éramos Leo y yo, (voz, piano y bongó).

Fue una noche que no olvidaré y pienso repetir. Ahora me sobran motivos para volver, porque esa misma noche recordé mis visitas cada lunes.

 Luego de la universidad, la cita con el piano del maestro Bienvenido Bustamante y las congas de Semilla, se convirtieron en una agradable rutina, así como las materias de Diseño Gráfico y Fotografía.

 Estaban allí, interpretando los boleros de toda una vida, enmarcando, con toques y melodías, el encanto que ofrecía estar entre bohemios; entre el vaivén de Dominicana a Cuba, luego a Puerto Rico y de nuevo aquí. Algo que es fácil si el puente es la música.

Un vino, una cerveza, buena cocina apoyada de la trova de Pablo Milanés y la audacia de algún parroquiano, que solo allí se atrevía a cantar en público.

Quince años hace que fui por primera vez a Maniquí.

Una semana hace que regresé y el lugar mantiene su magia. Fui a disfrutar de “los jueves del bolero”, apropósito de que el bolero me introdujo entre sus paredes, y que en  bolero estoy, gracias al Congreso Internacional, Música, Identidad y Cultura en el Caribe, que viene en abril próximo.

Me di el chance de repetir la historia. Ahora con más vapor para el disfrute, pues antes solo era un curioso. ¡Qué bueno es vivir!