En el aire se siente el aroma de la rosa de su bachata. Y en los cuerpos pica el Fogaraté que solo cesará cuando en el Estadio Olímpico llueva café y nuestros pies se muevan al compás de su afamada Bilirrubina.
En el momento en que iba a escribir estas líneas, no había comprado la boleta de ese concierto -debo apresurarme-, pensé con inquietud-.
Pues las boletas se agotan y no quiero que los del mercado negro se froten las manos conmigo.
Aunque al final, nada me importará, si he de vivir esa travesía, donde la música y la poesía enmarcarán mi San Valentín y el de miles de seguidores de Juan Luis Guerra.
La atmósfera está cargada. Sus temas y el placer de escucharlos se sienten en el ambiente. Que me des tu cariño, La llave de mi corazón o burbujas de amor, retumban en mi cerebro que apresura la imagen de mañana, con ganas vibrar.
Y no soy el único. Todo el mundo quiere verlo cantar, tocar la guitarra y hasta bailar. Es un lujo hacerlo, un placer que no llega a diario, ni semanalmente.
He repetido hasta la saciedad que él es el más importante músico popular dominicano de las últimas dos décadas, ya casi tres; de cuyo arte se engrandece nuestra identidad, no por su estatura, sino por el tamaño de como su obra. Y he repetido que soy su fans, por lo que mi alegría no cabe en mi cuerpo y la cuenta regresiva invade mi día a día.
Nos encontraremos en el concierto de Juan Luís Guerra.