La vida nos cambia. Hacemos ley de las malas costumbres sin darnos cuenta. Y entre esas manías aflora el llegar tarde, que a mí me saca de quicio, pero que por más que brinque y salte, nada puedo hacer, nada puedo cambiar.
Es increíble cómo los dominicanos hemos desarrollado el hábito de llegar tarde a todo encuentro -nos vemos mañana a las 10:00, hora americana-es una frase que todos hemos escuchado, y que nos refiere a la puntualidad que suelen tener los gringos y que nos falta a nosotros.
El ritmo de vida, a causa del pluriempleo es el mejor pretexto, pero ¿Qué argumentos tienen aquellos que se pasan todo el día mirando la televisión o chateando, y faltando cinco minutos para su cita se levantan del sillón y se meten al baño, para luego trasladarse desde la zona oriental de Santo Domingo, donde viven, hacia Herrera?
Lo peor de todo es que llegan como si nada ha pasado, y peor aún, no advierten la cara de enojo de quien lleva más de 30 minutos esperando.
De seguro que el elemento tardanza estará presente en todas, o casi todas las actividades que se están publicando en esta edición de Fiesta. Si las presentaciones artísticas no inician tarde por culpa del artista, entonces la tardanza es por culpa del público.