Quiero transportarme a los días en que empecé a irme de fiesta. Recuerdo que visitaba todos los Colmados de la ciudad de Santo Domingo. Estos eran lugares donde disfrutaba de cerveza fría y, por lo general, escuchaba música tropical. Esos colmados empezaron a llamarse Colmadones, nombre que nació en unos de los barrios de la capital entre canto y baile.
Recuerdo que en el barrio Mejoramiento social, en la esquina formada por las calles Josefa Brea y Eusebio Manzueta, estaba, y todavía continúa ahí, el colmado Mi propio esfuerzo, en el que se acostumbraba a llevar instrumentos de percusión para tocar encima de la música que se escuchaba. Este establecimiento patrocinaba un programa radial de salsa, conducido por el locutor Pedro Acevedo, a quien le apodaban La Fórmula y quien lo anunciaba como Colmado Mi Propio Esfuerzo el Colmadón.
Lo de Colmadón le venía por la amplia terraza que este tenía, donde se aglomeraban decenas de salseros. Con el tiempo este colmado se hizo muy popular. A él llegaba gente de todos los barrios de la capital. Finalmente la gente terminó llamándolo El Colmadón y a todos los establecimientos que empezaron a emularlo, en características y tipo de servicio, también se les llamó de la misma manera. Fue así como el término Colmadón se convirtió en un genérico. Hoy en día los Colmadones están ubicados en gran parte del país, y en ellos se ha perdido el interés de vender otra cosa que no sea bebidas alcohólicas y otros productos que se consumen en medio de la diversión.
Estos se han convertido en los templos de ocio de los pobres y de una buena parte de la clase media.