Estoy feliz porque empezó la temporada de baseball de los dominicanos, que después de la pasión por la música, es la cosa que más me relaja. Lo digo, aunque sé que eso no es algo fuera de serie, pues soy de aquí, soy caribeño, y eso es lo normal por estos lados.
Lo anormal es ser apático ante estos dos pasatiempos. Se manifiesta en los bonches que desde mitad de la semana pasada empezaron a darse en bares y colmadones y entre cualquier grupo del estadio. Pues más que un deporte, está incrustado en nuestra cultura y también en la forma en que hablamos. ¿Verdad que nuestra jerga es un palo? Con un orgasmo mental de antesala, en el que veíamos a Many Ramírez llevar a los Dogers a la serie mundial; con el Escogido ganando, como siempre (veremos si no termina como siempre); con la eterna rivalidad de Licey y Aguila; con Los Potros en bajo perfil, pero siempre quemando la liga, con Los Toros y Las Estrellas, también ganando, y con su carga de cenicientas de pésimo final, entramos en pelota. ¡Play ball!