Caricias

Caricias

“Soy lo que es cualquiera de nosotros,  si escucha su corazón. Soy una persona que se deslumbra ante el misterio de la vida, que está abierta a los milagros, que siente alegría y entusiasmo por lo que hace”. Paulo Coelho, A orillas del río Piedra me senté y lloré.

La vida laboral,  con sus consecuentes tensiones y ansiedades, y  la necesidad de sobrevivir a la selva asfáltica en que se ha convertido nuestra ciudad, hacen de la cotidianidad una aventura verdaderamente caótica, ensordecedora, alienante y desesperante.

Tomé la decisión de no sucumbir a las embestidas del medio, por eso aprendí a descubrir las bondades de la existencia. Me hice muchas preguntas. ¿Por qué nunca podemos disfrutar la vida? ¿Por qué nunca alcanzan las horas para la ternura? ¿Por qué no hay tiempo para acariciar nuestro corazón? 

Equivocadamente pensé que la felicidad y la paz se encontrarían en actividades extraordinarias como viajes al exterior, recorridos nacionales por zonas maravillosas, cenas en restaurantes gourmets y espectáculos artísticos de primera.  Comprendí después que las principales caricias a la vida se encuentran en las pequeñas cosas.  Comprendí que los simples regalos cotidianos, que casi nunca alcanzamos a percibir, te ofrecen belleza reconfortante. 

¿Se han fijado lo hermoso que es un amanecer? Iniciar la jornada laboral con una taza de café bien caliente, contemplando la naturaleza, es la mejor manera de dar gracias por el simple placer de vivir. Ver subir el día es como el inicio de la vida.  ¿Se han fijado que en los atardeceres el cielo se pone rojizo gracias a los rayos del sol?  ¿Se han fijado que las mariposas tienen hermosos colores, y que cuando salen de sus capullos es como el anuncio mismo de vida?

¡Cuánta hermosura nos regala el día y no somos capaces de disfrutarlo! ¿Nos hemos percatado de los colores y sonidos que nos regala la naturaleza? El cantar de los pájaros, el ruido de la gente al levantarse, los llantos de los niños porque no quieren levantarse, las caminatas apresuradas de los caminantes que se dirigen a su trabajo, las bocinas imprudentes de los vehículos al pasar, los grillos, el agua dulce del baño, los aromas del desayuno…. Todo en la vida es un deleite… hasta la pereza de levantarse cada mañana constituye un momento mágico.

No niego que a veces me veo envuelta en mis propios dilemas, dramas, presiones y sinsabores.  No niego que a veces me cuesta disfrutar de los rayos del sol o de la lluvia.  No niego que la tristeza pueda arroparme y que mis propios demonios interiores me ensordezcan para poder escuchar el trinar de los pájaros o me ciegan y soy incapaz de  ver el vuelo de las mariposas.  Pienso, sinceramente,  que también esos momentos grises de la vida hay que disfrutarlos.  Sentir el llanto y la tristeza alivia el alma.  Sentir la  rabia fortalece el corazón. Enojarse ante las injusticias sociales nos hace ser solidarios. Porque la vida tiene doble cara.  Hay días buenos y días malos.  Hay alegrías y hay penas. Hay emociones distintas: rabia, dolor, alegría, llanto y risa.   

Y volvemos al punto medio del que tanto he abogado siempre.  Nadie, absolutamente nadie puede vivir en el éxtasis permanente.  Esas personas niegan la realidad. Como tampoco hay que sentir enojo eterno porque hay que trabajar, porque hay que ganarse el pan, porque el gobierno no cumple sus promesas, porque no hay luz, porque las calles no sirven… en fin por múltiples carencias que tiene nuestra sociedad….

Creo que lo importante es encontrar el equilibrio.  Vivir con alegría la aventura de transitar cada mañana hasta el anochecer por los caminos de nuestras elecciones.  Encontrar la paz en medio del desasosiego.  Encontrar calma en medio de la multitud.  Encontrar belleza en medio de las dificultades y carencias. Encontrar la felicidad a pesar de la tristeza.

Por esta razón abogo por las caricias.  Abrazar a los que se aman. Decirle con palabras y con gestos lo importante que son para nosotros.  El abrazo furtivo, de prisa cuando salimos a la faena, es un aliciente maravilloso para enfrentar el día.  La llamada cariñosa a mitad de la mañana para saber como transcurre la jornada, constituye una parada deliciosa que da nuevos bríos para continuar.

Aprender a acariciar nuestros corazones es una forma hermosa de encontrar el espacio de la ternura. ¿Cómo acariciar el corazón? Se preguntarán ustedes.  De muchas maneras.

Escuchando la música que te apasiona. Leyendo la novela que te emociona. Mirando las películas que te conmueven. Leyendo las poesías que te sacuden el alma.  O simplemente contemplando la belleza de tu entorno.  Descubrir lo que te rodea, es una forma hermosa de acariciar tu corazón y de llenarte de caricias.  

Regala caricias a los que te rodean.  Acaricia tu corazón.  Regala ternura. Encuentra alegría en medio de las dificultades, y estoy segura, el caminar cotidiano se hará más ligero.

El día tiene veinticuatro horas y una infinidad de momentos. Tenemos que ser conscientes de cada minuto, saber aprovecharlo para lo que hacemos o para la contemplación de la vida. Si desaceleramos, todo dura más. Paulo Coelho, La bruja de Portobello.

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas