Caridad sin denigración

Caridad sin denigración

El paliativo de las cajas navideñas, a falta de cumplir con la obligación primaria de mitigar la extensa pobreza de familias, siempre ha tenido en los hechos la posibilidad de generar degradantes episodios de personas que arrebatan, pelean o resultan heridas en los repartos que dan visibilidad a la desesperación de seres humanos. Allí, el que se esté dedicando a dar auspicia humillaciones. En eso algunos liderazgos y el oficialismo muestran terca decisión de promover espectáculos que los pinten como bondadosos para ganar adhesiones aunque para lograrlo puedan llevar gente a arrastrarse en la mendicidad. No se niega sentido a la asistencia social, llamada a concentrarse principalmente en auxilios que faciliten integraciones a la vida productiva, como son los almuerzos escolares y los subsidios que complementan ingresos logrados por adultos con el sudor de su frente.

Pero las ayudas navideñas deberían focalizarse en destinatarios identificables y entrega a domicilio o bajo convocatoria a sitios bajo techo, pues el Estado no solo es capaz de empadronar a los más necesitados, teniendo a muchos de ellos bajo socorros mensuales, sino que se enorgullece de reducir su número aunque persiste la gran exclusión. Además el Gobierno debe prestar atención a denuncias de que parte de la ayuda última estuvo siendo desviada hacia un infame tráfico comercial con doloso reciclaje de distribución.

Nicaragua en retroceso

Más de una generación fue testigo y siguió los pasos de la rebelión de los nicaragüenses contra la dinastía del dictador Anastasio Somoza suprimida en 1979; lucha heroica con el Frente Sandinista de Liberación Nacional en primer plano y toda una corriente continental de simpatía con su causa. Ahora se escribe allí una historia de retorno a la supresión de las libertades que por muchos años llevó a cabo el somocismo. La represión a opositores, los brutales atentados a la libertad de prensa y el despliegue de bandas para-militares para arremeter contra disidentes no tienen nada que ver con el apellido de la pasada ignominia histórica. Los liberadores de una nación han caído, tras argucias típicas del funesto continuismo, en el rol de opresores. Esgrimieron la bandera del izquierdismo para convertirse en verdugos a la vieja usanza derechista.

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