Carisma, fe y religiosidad: Una dialéctica “endiablada”

Carisma, fe y religiosidad: Una dialéctica “endiablada”

Originalmente, el carisma, los dones sobrenaturales los tiene el iniciador de la creencia. Detrás de él vienen creyentes, apóstoles, feligreses. Pero cuando el líder originario y carismático desaparece, le suceden los administradores profesionales del carisma, verdaderos gerentes con más dotes de políticos y administradores que de líderes iluminados. La administración del carisma suele ser su negación, lo opuesto, la antítesis; tras lo cual vienen las reglas burocráticas, las rutinas y las simulaciones. Así, tanto las instituciones religiosas como los individuos suelen caer en el institucionalismo auto-protectivo del ritualismo y la religiosidad. Que va más allá de lo social y político y alcanza, dañándola, a la propia espiritualidad. Desvirtuando el mensaje y el mandato original y los verdaderos propósitos y valores espirituales. Así, la religiosidad se hace opositora de la fe, y termina negando, con los hechos la revelación y el carisma originarios. Una dialéctica verdaderamente endiablada en la que quedan atrapadas muchas personas incautas y de poca fe.

En sociología el término “ritualismo” se refiere al aferramiento a una rutina habiéndose perdido el interés en el objetivo o propósito que esa conducta supuesta u originalmente procuraba. Esas rutinas, sean familiares, laborales, recreativas o religiosas, se convierten en automatismos a los cuales la persona tiene dificultad de renunciar. Hay quienes no pueden concebir sus propias vidas, y ni aún su personalidad, sin determinados hábitos, por ejemplo, fumar, tomar café. Muchos creyentes se resisten a cambiar  creencias y ritos y le otorgan carácter sagrado a aquellos que les enseñaron sus padres. Así, muchas veces la tradición es una fuerza conservacionista que se opone  al crecimiento material y espiritual.

Repetir creencias, costumbres y prácticas religiosas “porque ser parte de nuestras tradiciones” no necesariamente es correcto ni inteligente, especialmente cuando se trata de creencias y valores cristianos, debido a que todo el cristianismo se basa en las narraciones y revelaciones que están en la Biblia, no en “lo que alguien te dijo cuando niño”. Lamentablemente en las religiones hay mucho invento de gentes, que no del propio Jesucristo. Hay muchos hábitos automatizados en el creyente que se convierten en fórmulas vacías, repeticiones huecas, gestos, tics nerviosos, actos inconscientes. El propio Jesucristo advirtió contra esas “vanas repeticiones”. Toda la Biblia advierte fuertemente contra ídolos, ritos e imágenes, los cuales tan arraigados suelen estar en la cultura popular, que ni la misma iglesia se atreve a enfrentar dichas prácticas anticristianas.

La gente inventa y no sería extraño que alguien vendiera oraciones grabadas o por internet, para personas que en vez de doblar las rodillas para orar, prefieran comprarse un toca-casete con plegarias y oraciones  para evitarse la molestia. Lo cual no sería tan novedoso como pudiera pensarse.

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