Carlos Dore Cabral – ¿Por qué Hipólito se rindió tan pronto?

Carlos Dore Cabral – ¿Por qué Hipólito se rindió tan pronto?

Desde el punto de vista político, y de la historia y la sociología políticas, es pertinente preguntarse, )por qué Hipólito Mejía decidió reconocer el triunfo de Leonel Fernández sólo cinco horas después del cierre de las urnas?

No es suficiente que se aborde ese tema sólo para elogiar al candidato presidencial del PRD, pues en este sentido han ido la mayoría de los comentarios al respecto; ni tampoco únicamente para desmeritarlo, cosa que prácticamente no se ha hecho.

Los agentes sociales que orientan a la colectividad dominicana comunicadores sociales, dirigentes políticos y cívicos, líderes religiosos, empresariales y laborales deberían hacer un esfuerzo por escudriñar esos hechos y entregar un análisis de sus significados. Así, quienes los siguen o quienes los leen o al menos se enteran de lo que dicen a través de programas televisivos y radiales, dispondrían de juicios elaborados con cierto rigor para tomar sus decisiones. Y esos esfuerzos analíticos les servirían a los historiadores y científicos sociales que estudien esos acontecimientos.

Que un candidato reconozca el triunfo de su contrincante tan pronto compruebe que terminará delante no es un hecho extraordinario. Lo es en el caso de Mejía por varias razones. Primero, no había precedente de tal actitud en el país. Pero si se piensa bien, anteriormente casi no existían condiciones técnicas y políticas para hacerlo. Los centros de cómputos partidarios eficaces y los conteos rápidos comienzan en la década de 1990; y las encuestas a boca de urnas en esta década o, más bien, en estas últimas elecciones.

O sea, que los medios que permiten saber antes de los resultados finales quién ganará son muy recientes en el país. Pero, asimismo, en el primer lustro de los 90, las características políticas de los comicios no facilitaban ese tipo de decisiones. Por un lado, en las competencias en que participaba Joaquín Balaguer desde el poder, se tenía por segura la posibilidad de fraude. Además, los resultados de las elecciones de 1990 y 1994 fueron muy apretados; no tengo el dato a mano, pero probablemente las diferencias se encontraban en el margen de error que había que atribuirles a las proyecciones provenientes de cualesquiera de los métodos mencionados.

En las elecciones de 1996 y 2000, si bien era posible técnicamente saber el 16 de mayo cual era la situación, las condiciones políticas no facilitaban una aceptación rápida de la derrota. En el primero de esos comicios, la competencia fue muy cerrada y hasta el último momento no era posible saber con seguridad quien ganaría. En 2000, el dilema no se presentó alrededor de reconocer el triunfo de un contrincante en primera vuelta, pues aunque Mejía estaba muy cerca de esa posibilidad, los votos acumulados por Medina y Balaguer sugerían no aceptar un ganador en ese ‘round’. Como la votación del candidato perredeista era tan alta, más de un 49%, el dilema fue si Medina, quien quedó en segundo lugar, iba a segunda vuelta o se retiraba, con lo que el primero se convertía en ganador.

No había precedentes de una actitud como la del candidato del PRD. Eso es cierto. . Pero no porque los perdedores anteriores, en iguales de condiciones que las que tuvo el de ahora, decidieron no hacerlo y prefirieron esperar hasta el final. Es que sólo en los escrutinios de 2004 se dieron condiciones técnicas y políticas para que se reconociera rápidamente al ganador. Los partidos mayoritarios poseían excelentes centros de cómputos. Y los partidos e instituciones de otra naturaleza realizaron conteos rápidos o encuestas a boca de urnas. Pero, además, la diferencia entre el que estaba en primer lugar y el resto de los contrincantes era tan grande que no podía pensarse que esa situación podía variar ni siquiera apoyándose en las ponderaciones, que tenían que ver con los pesos disímiles de las distintas regiones electorales y geográficas, por más peso que en contra del puntero tuvieran las fórmulas utilizadas.

La actitud sin precedente de Mejía al reconocer el triunfo de Fernández es como el triunfo en tercer lugar del corredor que participa en una carrera donde sólo hay tres competidores.

Las otras dos razones por las que llama la atención la actitud del presidente en rol de candidato, es porque anteriormente había asumido posturas contrarias a ella y porque aparentemente ese gesto también contradecía la hipótesis de que se planeó y comenzó a llevarse a cabo un fraude en los comicios pasados. Pero esas partes se desarrollarán en otra entrega.

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