Carlos Dore cuenta su dramática experiencia en balacera de 1966

Carlos Dore cuenta su dramática experiencia en balacera de 1966

POR ÁNGELA PEÑA
Cuarenta años después de los hechos del nueve de febrero de 1966 frente al Palacio Nacional, Carlos Dore Cabral llora intensa, ininterrumpidamente, al recordar la muerte de Antonio Santos Méndez, el estudiante de química superior con el que lo confundió el periodista Pedro Caba al transmitir desde el lugar que el joven asesinado había sido Dore, entonces secretario de prensa de la Federación de Estudiantes Dominicanos quien, al producirse la balacera, acompañaba al dirigente estudiantil Romeo Llinás cuando  se dirigía a los manifestantes desde la verja de una casa amarilla ubicada en la calle Doctor Báez.

Los demás  caídos en esa lucha le duelen tanto como los heridos y los que quedaron con limitaciones físicas que les ocasionó la policía de esa época. Pero la pérdida de Antonio lo sacude emocionalmente porque siempre ha creído que el muchacho de veintidós años fue abatido mientras intentaba salvarlo del fusil que apuntaba su cabeza.

Los familiares de Dore fueron a reclamar su cadáver a la morgue del hospital Padre Billini. Tirso Mejía Ricart, secretario general del Consejo Universitario Provisional que presidía Andrés María Aybar Nicolás,  se sorprendió cuando lo vio, vivo, llegar después del suceso a una reunión de ese organismo. “A usted lo dábamos por muerto”, reaccionó. Carlos Dore se explicaría esa expresión al acudir luego a la casa de los Pichardo, en la calle Santomé, donde encontró desconsolada a su madre que también había escuchado el reporte.

“Antonio Santos Méndez estaba delante de mí, es al único que recuerdo. Era negro, como yo, y siempre nos saludábamos en la Universidad. Cuando comenzaron a disparar, sentí que alguien me haló por los brazos como para salvarme de los disparos”, cuenta. Sin embargo, no vio caer a nadie. Lo que apreció fue la calle desierta, ocupada sólo por zapatos, cuadernos, libros, lápices y otras pertenencias de los participantes y decidió dirigirse a la UASD a informar al Consejo, cumpliendo una misión que le encomendó Amín Abel Hasbún, secretario general de la FED, a él y a Llinás.

“Cuando llegué frente al hospital Padre Billini, mi mamá, amigos y parientes salieron corriendo a abrazarme, llorando. Al decirme lo que habían oído por la emisora, entonces adquirió sentido la frase de Tirso Mejía. Entendí que alguien había muerto en ese sitio que Pedro Caba pudo observar desde las escalinatas del Palacio. Cuando supe que a Antonio Santos lo habían matado, pensé que fue a él a quien vio y que perfectamente podía creer que era yo porque de las personas que bajaban, a quien conocía era a mí y las características físicas de Santos y las mías son parecidas, éramos dos estudiantes que nos veíamos con frecuencia y que yo siempre he sospechado que a él le impactó una bala en el momento en que me haló”.Ese nueve de febrero cayeron también Miguel Tolentino, Luis Jiménez Mella y Amelia Ricart Calventi. Brunilda Amaral y Tony Pérez quedaron impedidos físicos de por vida a causa de las heridas.

“La violencia de la agresión, su crueldad contra estudiantes que hacían justos reclamos, pacíficamente, hace pensar que quienes dieron las órdenes de disparar en forma indiscriminada lo hicieron para desahogar amargos rencores y, tal vez, para pretender excusar ulteriores intenciones antidemocráticas”, decía en un comunicado de protesta el Consejo Universitario Provisional. Agregaba que “los estudiantes muertos vilmente mientras ejercían sus derechos, son otros tantos héroes más en la lucha del pueblo dominicano por una vida mejor”.

Además de Aybar Nicolás y Mejía Ricart firmaban Rubén Suro, Fernando Morbán Laucer, Hugo Tolentino Dipp, Antonio Ballester H. y los bachilleres Carlos Dore, por el Grupo Fragua, Virgilio Bello, por la FED, Generoso Fernández Molina, “vicesecretario general”, Romeo Llinás, por el Grupo BRUC, Franklyn Almeida, por el Grupo FURR, Teobaldo Rodríguez, delegado por los empleados.

Reuniones con García Godoy

Carlos Dore Cabral conoce a la perfección los antecedentes y resultados de esa luctuosa fecha porque desde 1963, como líder de los universitarios, formaba parte de los movimientos que protestaban por el Golpe de Estado contra Juan Bosch, la presencia norteamericana en el país y la ocupación de la alta casa de estudios por las tropas yanquis que invadieron la República en 1965. Era de los expulsados de la academia en 1964 por oponerse al examen de admisión que las viejas autoridades habían planeado y que consideraban “discriminatorio y elitista”.

De vuelta al aula magna, sin embargo, continuaban confrontando problemas porque el Estado Dominicano, explica Dore Cabral, “no terminaba de reconocer a las autoridades que la Universidad había elegido masivamente en una asamblea, después de sacar a las que habían permitido que las tropas de los Estados Unidos ocuparan la institución e instalaran allí un cuartel porque profesores y decanos de entonces, encabezados por Ramón Baéz López Penha (Moncito), tan antipatriota y tan desnacionalizante como sus famosos antepasados, no solamente apoyó la intervención norteamericana sino que, además, les entregó la Universidad. Eso anula todo lo que Moncito hizo aquí en términos urbanísticos. Entonces nosotros llegamos a la Universidad y expulsamos a esas autoridades”.

En sus intentos de reorganización, Carlos Dore, Amín Abel Hasbún, Narciso González (Narcisazo), Romeo Llinás, Alexis Licairac, entre otros, celebraron reuniones con el Presidente Héctor García Godoy pero, refiere Carlos, “él nos recibía en su casa porque quería mantener ese debate fuera del escenario político público. Nunca dio declaraciones en ese sentido. No nos reconocía como una contraparte oficial, ni al Consejo Universitario, porque las autoridades que fueron expulsadas mantenían desde fuera la posición de que ellos seguían siendo los verdaderos porque fueron elegidos por el claustro. García Godoy estaba comprometido con ellos, que eran de sus mismos grupos sociales y políticos y además tenían el plan de montar su universidad, la UNPHU, o pretendían volver a la UASD. Si García Godoy reconocía la FED, que ellos habían expulsado, y al Consejo Provisional, anulaba la posibilidad de que esas autoridades volvieran”, explica Dore. Reclamaban, igualmente, una mayor asignación presupuestaria para la academia y la desocupación de los liceos en poder de los interventores.

Al cabo de varios encuentros sin soluciones, los dirigentes decidieron pedir una reunión oficial en el Palacio Nacional. En vista de que no recibían respuesta, anunciaron esa visita para el nueve de febrero de 1966. Los apoyó masivamente la Unión de Estudiantes Revolucionarios, “que era la organización de los estudiantes secundarios, entre los que estaban como dirigentes Leonte Brea y Amaury Germán Aristy”, rememora Dore. No se les dijo si iban o no a recibirlos, “pero lo que creó mayor confusión fue que se nos permitió entrar a la casa de gobierno”, agrega.

 Llinás, Amín Abel, Diómedes Mercedes, Alexis Licairac, Narciso González, José Sosa Valentín, entre los que recuerda, y él, fueron atendidos por Jaime Manuel Fernández,  secretario de la Presidencia, que les informó que el gobernante no había llegado y no se sabía a qué hora lo haría. Determinaron esperarlo pero en el ínterin Amín dispuso que Llinás y Dore bajaran a comunicar sus gestiones a la enorme cantidad de congregados que ocupaban las escalinatas de la edificación y las bocacalles, y que luego se dirigieran a la Universidad para ofrecer detalles al Consejo Universitario que se encontraba reunido.“Bajamos. Dijimos a la policía que no íbamos a arengar, sino a informar, para que los estudiantes no se movilizaran. Se decidió que Romeo tomara la palabra. Entonces él sube a la verja y en el momento en que está hablando se produjo el tiroteo. En mi mente ha permanecido registrado, durante mucho tiempo, una cantidad de bocas de fusiles apuntando a los estudiantes, los guardias empujando y, de repente, un gran tiroteo y la confusión que produce estar desarmado, saber que no te puedes defender”.

Hoy, Dore entiende que “el único culpable de esos hechos fue Héctor García Godoy. Demostró que era una persona sin carácter, manifiesta, lo cual debilitó mucho su imagen, la imparcialidad con que debía moverse en virtud de la cual fue escogido presidente provisional. Influyó mucho en que nadie lo tomara en cuenta después. Pasó como un dirigente político sin pena ni gloria. No fue conciliador, lo que provocó fue la muerte de jóvenes valiosos. Lo que ocurrió el nueve de febrero de 1966 fue una demostración de que el gobierno de Héctor García Godoy no era neutral, como se decía. Tenía preferencias e inclinaciones y no estaba ahí simplemente para que se celebraran elecciones. Él sí tenía preferencias, y por eso los estudiantes éramos recibidos en su casa, no en  Palacio. Por eso nunca hizo la más mínima concesión a nuestras demandas. Si hay que buscar un responsable de las muertes, las heridas, la invalidez, ese fue Héctor García Godoy y su gobierno, que no era de reconciliación, sino un gobierno de irresponsabilidad…”.

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