Carlos Esteban Deive, el negro en la cultura dominicana

Carlos Esteban Deive, el negro en la cultura dominicana

Carlos Esteban Deive fue, no sólo un novelista y ensayista dominicano, sino uno de los intelectuales más comprometidos con desentrañar el papel que le correspondió jugar a los negros en nuestra cultura. Para mí es emblemático su trabajo “Vudú y magia en Santo Domingo” (1976) que vino a mostrar una realidad escondida para muchos. La existencia de la religión haitiana en suelo dominicano. Deive se dedicó como pocos a investigar un tema que él entendía menospreciado en la cultura dominicana.
Sobre este particular escribió: “A diferencia de otros países de América, donde los estudios sobre el negro despiertan interés y se desenvuelven con asiduidad encomiable, la República Dominicana sigue en buena medida tercamente negada a reconocer la importancia de la contribución africana a la cultura nacional (“Identidad y racismo en La República Dominicana” Alain Touraine et alii: Ensayos sobre la discriminación, 2001).
Pocos libros llegan a la mente de los dominicanos cuando tenemos que referirnos al tema. Ninguno de la talla de la obra de autores como los cubanos José Antonio Saco (“Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo, y en especial en los países américo-hispanos” (1933), en dos volúmenes, y Fernando Ortiz (“Los negros esclavos, 1916); “Capitalismo y esclavitud” (1944) del trinitario Eric Williams o “Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico (1965) de Luis Díaz Soler. Los referentes han abundado en los últimos años, pero empezamos tarde con “Los negros y la esclavitud en Santo Domingo” de Carlos Larrazábal Blanco (1975). Ya Pedro Mir había escrito “Tres leyendas de colores: ensayo de interpretación de las tres primeras revoluciones del Nuevo Mundo” (1948) y publicado en 1978. La cortedad de las fuentes dominicanas sobre el tema se puede notar en el mapa que dibuja Frank Moya Pons en “La otra historia dominicana” (2008); en el capítulo “Historiografía y bibliografía” no existe un apartado dedicado al tema de la esclavitud en Santo Domingo.
Como tarea inconclusa deja el tema de la negritud ese español que se hizo dominicano a través del estudio de nuestra cultura: “triste es decirlo, pero somos el único país afroamericano en el que no ha surgido un movimiento vigoroso y capaz de adquirir una toma de conciencia que reivindique nuestra herencia africana” (157). Esto a pesar de los estudios sobre antropología y folklore, sobre el prejuicio racial en obras como “Raza e historia en Santo Domingo: los orígenes del prejuicio racial en América (1974), de Hugo Tolentino Dipp, “Los negros y los mulatos y la nación dominicana” (1970), de Franklin J.Franco y “La comunidad mulata” de Andrés Pérez Cabral (1967).
Las razones por lo que el negro no ha sido un tema importante en la cultura dominicana son muy diversas y tienen una consecuencia extraordinaria en el estudio y el conocimiento, no sólo antropológico, sino historiográfico que afecta la construcción de identidades y la búsqueda de la memoria histórica. Aunque Deive ve este ocultamiento de la contribución del negro en la rebelión de esclavos y Revolución haitiana y la formación del Estado haitiano en (1804), el asunto puede retrotraerse a los orígenes de la sociedad colonial.
Obliterado el tema negro en la historiografía dominicana por las narrativas que representaban la blancofilia como se echa de ver en “Resumen de historia patria” (1964) de Bernardo Pichardo: “1522. Alzamiento de la Isabela. En el ingenio que fundaba el Segundo Almirante [Diego Colón] en La Isabela, inmediaciones de Santo Domingo, se sublevó un grupo de esclavos; pero cercados en las proximidades del río Nizao, fueron totalmente exterminados” (217). Con esa telegráfica noticia se enfrentaba el estudiante dominicano a una realidad más compleja. Como ocurre con la epidemia de viruelas: “en el año 1517 hubo en la Colonia una terrible epidemia de viruela que redujo a la cuarta parte la ya escasísima población indígena” (216).
Estos dos acontecimientos son fundamentales para entender el origen de la presencia negra en Quisqueya. Los negros que, en primer lugar, fueron traídos de España eran los famosos negros ladinos. Pero no eran suficientes porque la viruela había diezmado la población. Moya Pons da los datos precisos. Hacia 1512 la población de la Isla era de 10.000 personas, que fue la cantidad tope de la población en el siglo XVI, debido a la emigración masiva (muchos españoles no querían permanecer en la Española, partieron para Cuba y el Darién. Para 1516 la población de españoles era de 715 vecinos, es decir, unas 3,500 personas (Moya Pons, 1986, 30 y 31). Mientras que los esclavos transportados a la isla primero de Sevilla y luego directamente de África repoblaron el espacio con una cantidad superior a la raza caucásica. El punto más alto de la importación de esclavos se dio en las décadas de 1520 a 1540 (Larrazábal Blanco, 1975). Dice Moya Pons que la cantidad de negros que había en 1546 era de 12, 000 mientras la población blanca era de 5, 000. La viruela afectó más a los indios y a los españoles que a los negros.
La sobrepoblación de negros en el siglo XVI pone sobre el tapete el temor de los españoles de que estos se alzaran. Y se habla de una política de manos flojas. Con tal de que los negros no se alzaran y mataran a sus amos. Por lo que la rebelión de los esclavos del ingenio de Diego Colón no pudo haber sido algo tan simple (Julián, 2015). La industria azucarera había seguido a la factoría del oro, los esclavos habían sustituido a los indios cuya población desapareció en poco tiempo, mientras los negros llegaron a 20, 000 en 1568 (Moya Pons, 31). Para esa época quedaban unas decenas de aborígenes.
La presencia de los esclavos negros será fundamental para definir el perfil físico somático de la isla y determinar el complejo racial de los dominicanos. El siglo XVI fue como en Puerto Rico el siglo negro (López Cantos y Badillo, 1986). Al desbalance entre blanco y negro siguió la ausencia de mujeres. Los esclavistas trajeron de África mujeres con el objetivo de que controlaran a los negros. El rey dispuso la entrada de una mujer por cada dos esclavos a partir de 1528. Aunque esto no garantiza un aumento sustancial de las mujeres porque para evitar el pago de gravámenes (el almojarifazgo), como dice Larrazábal Blanco, comenzó muy temprano el contrabando de esclavos.
En fin, una lectura atenta de los distintos textos que tratan el tema de la esclavitud y de la diversidad racial de La Española en el siglo XVI muestra la conformación de una sociedad esclavista en la que los esclavos eran la población mayoritaria. La entrada de las mujeres posibilitó el mestizaje o hibridismo desde el inicio de la colonia y, como estas están encargadas de la alimentación, también se inició el cruce de sabores y prácticas culinarias. Más allá, todas las prácticas culturales se pusieron en acción perfilando una cultura híbrida. Más adelante, con la crisis del azúcar y el abandono de la Isla por España, se desarrolló la cultura de la que nos habla Andrés Pérez Cabral en “La sociedad mulata”.
En los estudios dominicanos el siglo XVI fue un siglo poco conocido. Debemos al historiador Genaro Morel haber hurgado en el Archivo de Sevilla para darnos un panorama más amplio de nuestro origen como pueblo. Sus investigaciones esperan de una lectura minuciosa. En síntesis, el llamado de Carlos Esteban Deive a detenernos en los aportes de los africanos a nuestra cultura tiene en la actualidad mucha pertinencia (continuará).

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