Carlos Martí Brenes, un mundo hecho palabras

Carlos Martí Brenes, un mundo hecho palabras

POR MARIEN A. CAPITÁN
Las palabras se unen una a una. Jugando, mezclándose en un lúdico abrazo, van creando frases que hablan de una realidad que nos es tan ajena como maravillosa. Se trata de un mundo lejano, cubierto con los fantasmas que otros le han echado encima a pesar de no estar hechos a su medida, en el que aún es posible soñar y vivir: el entorno cultural de Cuba.

Hablando con voz afable, como quien acaricia con cada oración al objeto de su deseo, el poeta Carlos Martí Brenes es una de las personas más indicadas para hablar acerca de la literatura y el arte cubanos. Amén de sus versos, que tuvieron que ser relegados por sus múltiples responsabilidades, él tiene bajo su sello todo el devenir de los artistas de su país: es el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Para empezar, como no podía ser de otra manera, Martí habla acerca de las inquietudes más fuertes que se tiene en torno a la mayor de las Antillas: ¿existe censura allí, los escritores pueden decir lo que sienten, qué tan fuerte es el veto que se les impone… en fin, tiene que confesarse en torno a la libertad.

«Quien lea la literatura cubana contemporánea puede responder esa pregunta mejor que lo que yo lo haría porque parecía que yo estoy defendiendo un estigma que los medios, sobre todo, han impuesto a la realidad cubana», comienza a explicar.

Hecha la introducción, o la invitación, es hora de definir el tipo de literatura a la que se refiere. «En Cuba se está escribiendo críticamente de los temas más inimaginables, como todos los de cualquier sociedad; nosotros somos humanos, vivimos en una sociedad, los escritores no somos unos extraterrestres».

Aunque afirme que no, de alguna manera Martí sabe que Cuba está fuera del mundo. Sus circunstancias, aunque sean económicas, la alejan del obediente rebaño al que pertenecen la mayoría de los países capitalistas. Ellas, sin embargo, también las acercan a él.

«Nosotros simplemente participamos de la realidad de un país que ha sufrido un período especial en su economía; un país que ha sido bloqueado, un país que ha pasado momentos muy críticos; desde la caída del campo socialista tuvimos que rehacer todo nuestro comercio internacional; buscar nuevas fuentes de ingreso, abrirse al turismo, a la empresa mixta, se introdujeron bolsones de capitalismo…».

Todo esto, y ahí es donde caemos en la literatura, provocó que los escritores tuvieran que definir un nuevo ambiente, una nueva sociedad. «Con toda esta realidad se impactaron seriamente los valores, se impactó la economía familiar, hubo problemas con la distribución de la energía eléctrica, con el transporte, con todo. ¿De qué nos pueden hablar los escritores entonces? De toda esa realidad. Y lo abordan realmente con un nivel de libertad impresionante».

UN MERCADO MEZQUINO

Insistiendo en que la única forma de desterrar los prejuicios que hay en torno a la libertad de expresión cubana es leyendo a los autores de cuentos y novelas contemporáneos, Martí ofrece tres nombres: Eduardo Heras León, Ángel Santiesteban y Francisco López Sacha.

Estos autores, evidentemente, no son muy conocidos en nuestro país. Tampoco en otros. Pero esto, ¿a qué se debe? Martí empuña una respuesta que parte de una sola palabra: la mezquindad.

«Es posible que la literatura cubana no circule debidamente y de eso tiene culpa el mercado, que es el sensor. El mercado discrimina la literatura cubana y lo hace porque publicarla sería negar toda esa campaña mediática; en segundo lugar porque a Cuba la satanizan y en tercer lugar porque el mercado crea falsas jerarquías y no todos los famosos son buenos ni todos los buenos son famosos. Hay mucha fama sin talento y mucho talento sin fama. Eso ocurre en el mundo entero, no solo en el caso de Cuba».

Quejándose de que la literatura de países como Cuba y la República Dominicana no circulan como deberían, Martí subraya que en todos los países pequeños y pobres, los escritores y artistas carecen de circuitos financieros y poderosos que les apoyen para lograr el éxito.

«Estamos ante una subvaloración de la literatura de nuestros países, de nuestros artistas. Es lamentable que esto esté ocurriendo porque por ejemplo, en el caso de Cuba, hay una inversión hecha por la Revolución, que formó talentos gratuitamente», establece al tiempo que Latinoamérica ha sido cuna de grandes escritores y paradigmas de la lengua.

Más inclinado hacia la literatura ‘kleenex’ o para botar, Martí apunta que para el mercado no es fácil aceptar a la literatura cubana puesto que es fuerte, dura y crítica. «No es el mejor momento para la literatura latinoamericana, no se parece al ‘boom’ que ahora tantos critican». ¿La posible panacea? Unirse para crear proyectos culturales conjuntos, para globalizar el talento y echar la pelea con los países del primer mundo.

Apuntando que para los jóvenes es muy difícil insertarse al mercado, Martí comparte un dato magnífico: en Cuba, donde se editan dos mil nuevos títulos cada año, no existen escritores inéditos. Esto, comparado con la crisis que hubo en los años noventa cuando no se imprimía prácticamente nada, es todo un logro.

«Nosotros perdimos toda la capacidad editorial, no había papel. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo… buscando el autofinanciamiento de la cultura, buscando nuevas fuentes de ingreso, con nuevas subvenciones. Es realmente una proeza… Y lo que más nos sorprende es que no hay nadie que se quede con un libro escrito en la mano, sin publicarlo».

ESPERANZA REVOLUCIONARIA

Logros y Revolución. Dos palabras que nos remiten a Fidel, al gobierno y, por tanto, a lo mucho o poco que pueda tener de oficial la Uneac. «En Cuba hay una revolución en marcha, no un gobierno y nosotros somos revolucionarios no por un gobierno, sino por ideales. Y la Uneac es una organización no gubernamental que tiene sus ideales revolucionarios. ¿Y por qué no? También hay instituciones no gubernamentales que tienen ideales conservadores y ultraderechistas. Pero los nuestros se malinterpretan y creo que es por desconocimiento», dice aseverando que revolucionario no es sinónimo de gubernamental.

Zanjando el tema de la Revolución, Martí explica que la época épica de la Revolución ya pasó. Con esto, asegura, se marcharon los tiempos en los que sólo se escribía de ello. Por tanto, la variedad temática de sus escritores ya es muy amplia.

«Ellos están escribiendo sobre la cotidianidad y aveces la cotidianidad más dura: la de los apagones, la de la falta de recursos para salir adelante, la de la crisis de valores. También de la Cuba que está dando la batalla económica para salir adelante. Hemos resuelto muchos de los problemas en los últimos años. Ya no se puede hablar de que Cuba es igual que en 1994».

A pesar de que afirma que ha mejorado, Martí no tiene un esparadrapo sobre los ojos. Por ello, dice sin rubor que la realidad cubana no es un lecho de rosas. Tal vez, como las flores no pueden acompañarle aún, podríamos hablar de un lecho de helechos. Así, como sería verde, podríamos verla vestida de esperanza.

Quizás se pregunten por qué mencionar ahora a la esperanza. Cuando se habla de Carlos Martí Brenes hay que hacerlo: ella, como el socialismo, significa todo para él. Por eso si algún día escribiera un poema en honor al socialismo habría de titularse «Esperanza». Porque, ¿el socialismo qué es; esperanza acaso? Él, sosteniendo que no es más que un proyecto de justicia social, afirma que sí. Por ello, aspira a que se extienda. Nosotros, probablemente, también.

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