Carlos Morales Troncoso – Diez lecciones sobre Haití

Carlos Morales Troncoso – Diez lecciones sobre Haití

La República Dominicana no es Haití, pero la República Dominicana no puede ignorar las lecciones de Haití, particularmente las cosas que en días recientes se sucedieron y aún continúan sucediendo en las calles del Puerto Príncipe. En la República Dominicana los ciudadanos nos estamos preparando para unas próximas elecciones, en este sentido sería oportuno que observáramos las diez lecciones de las pasadas elecciones celebradas hace cuatro años en nuestro vecino país.

1.Cuando las leyes y las normas se incumplen, todo el mundo sufre las consecencias. Antes que Jean-Bertrande Aristide saliera de su país, el cumplimiento de las normas y las leyes había desaparecido. Conjuntamente con el incumplimiento de la ley también desaparecieron los ingredientes que requiere toda democracia -el crecimiento de la economía, respeto a la oposición, y el sistema judicial que sea capaz de asegurar tranquilidad nacional.

2.Sin una estructura política eficaz, donde se debatan y resuelvan los problemas, la violencia se convierte en la única alternativa. Haití ahora enfrenta la dolorosa perspectiva de conformar un gobierno que proteja las libertades públicas y civiles, incluyendo a aquellos que han sido acusados de violar éstas libertades. En Haití el diálogo fue una de las primeras víctimas del gobierno de Aristide, el presidente Aristide vivió de espalda a los problemas de su país del cuál él ahora se ha escapado.

3.Cuando las fuerzas armadas se involucran en política, se pone en peligro la democracia. La historia de Haití está llena de corrupción, golpes de estados, actuación de escuadrones de la muerte, y grupos paramilitares –todos estos son letales para el desarrollo y fortalecimiento de la democracia. Aristide pudo disolver el ejército después de que él volvió al poder en 1994, pero la influencia del ejército que lo derrocó en 1991 no fue disuelta. Guy Philippes el martes proclamaba: “ Yo soy el comandante en jefe del frente nacional de la resistencia” –esto no augura buenos vientos para el desenvolvimiento de un gobierno libre de la influencia del viejo ejército-.

4.Hacer una mala elección tiene su precio. La crisis de Haití comenzó a precipitarse aún más después de las elecciones del año 2000 las cuales tuvieron un resultado donde primó el desorden, la represión contra los adversarios de Aristide, la violencia y la inseguridad, estos ingredientes propiciaron un ambiente de poca participación del electorado en vista de que no existían garantías de ningún tipo. Los acontecimientos que resultaron de las elecciones impidió que llegara la ayuda internacional que estaba destinada para Haití y que tanto necesitaba, generando así el agravamiento de la situación del país. Ningún país puede darse el lujo de permitir que un gobierno quiera perpetuarse en el poder mediante el fraude electoral, el desorden, la violencia y la fuerza.

5.Ausencia de una sociedad civil organizada que se ocupara de los problemas de Haití. Un grupo de empresarios y de líderes civiles trabajaron durante todo un año por una transición, pero esto no surtió efecto, sino que fue la presión de la insurrección armada lo que forzó a la salida Aristide del poder. Las buenas intenciones, desafortunadamente, no son la misma cosa que el buen gobierno.

6.Para el momento en que la comunidad internacional inicie la movilización de tropas para ocuparse de una implosión gubernamental como la ocurrida en Haití, resulta muchas veces demasiado tarde. Las líneas de batalla han sido trazadas, se ha derramado la sangre, y el saqueo está sin control. Las tropas americanas con 20.000 hombres restauraron a Aristide en el poder en 1994, pero éstos no fueron suficientes para instaurar la verdadera democracia que requería ese país.

7. 7.Los autores de la violencia política son a menudo considerados como héroes. La idea de llegar al poder a fuerza de «las armas» normalmente seduce a cualquier joven paramilitar. Pero esto resulta ser una buena lección para aquellos países donde se practica la democracia. Los adolescentes armados no atraen el tipo de inversión económica necesaria para la generación de empleo, el desarrollo social y el mejoramiento de la calidad de vida.

8.La arrogancia y el engreimiento son los peores consejeros. Esta peligrosa mezcla le hace perder a cualquier persona el foco de la real situación nacional. Aristide desoyó a todos y perdió el contacto con su pueblo, por tanto perdió de vista y olvidó enfocar hacia donde estaba la realidad de lo que demandaba su país. Los dirigentes deben estar atentos a escuchar de manera permanente los reclamos de los pueblos, y sobre todo observar los procesos que se desarrollan en la sociedad.

9.No delegue en los Estados Unidos la estabilidad del país. En el pasado (en 1803), los Estados Unidos bajo la presidencia de Thomas Jefferson estuvo lista para ayudar al aprovisionamiento de las tropas francesas enviadas a Haití para enfrentar la revolución. La bien conocida postura de Jefferson frente a la revolución no se extendió a Haití. Los franceses, sin embargo, fueron derrotados tanto por la enfermedad como por los revolucionarios, y Napoleón, rápidamente se convenció que era un buen momento para vender el Estado de Louisiana. Los Estados Unidos tendrán siempre sus propios y legítimos intereses que pueden o no ser los mismos que los del pueblo haitiano. “Han sido 200 años de historia triste” dijo el Secretario de Estado Colin Powell luego de la reciente salida de Aristide. A pesar de que Powell dijo que los Estados Unidos hará nuevamente un esfuerzo para ayudar una vez más, hay pocas evidencias que demuestren que éstos, verdaderamente, desean involucrarse otra vez en un problema insuperable que pensó que ya había sido resuelto hace una década.

10.No enajenes a los Estados Unidos. Probablemente es muy difícil vivir con los Estados Unidos, pero es mucho más difícil vivir sin los Estados Unidos. Esto fue lo que Jean-Bertrande Aristide hizo y por ello tuvo que pagar el precio. La ayuda americana es vital, y cualquier líder político haitiano o dominicano que quiera enajenar la superpotencia del mundo pagará su precio, y, lamentablemente, también su país.

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