Carlos Piantini, alabado por la exigente crítica internacional

Carlos Piantini, alabado por la exigente crítica internacional

 POR UBALDO GUZMAN MOLIA
La estrella musical de Carlos Piantini brilló por primera vez el 9 de mayo de 1937 en Santo Domingo, donde comenzó su carrera que ha ido “in crescendo” en lugares como México, Nueva York, y Viena, hasta alcanzar resonancia universal por su talento y consagración en la conducción de orquestas sinfónicas en los grandes escenarios del mundo.

Derrochando ingenio, Piantini ha dedicado toda su vida a la música clásica, primero como violinista y luego como hombre de la batuta, guiando “los colores musicales de los instrumentos”.

Alabado por la exigente crítica extranjera, el maestro ha sabido transmitir el sentimiento de los grandes de la música clásica, sobre todo de Mozart, a quien considera el mayor genio de ese género musical de la humanidad.

Desde que debutó, dirigiendo en el 1969 la Filarmónica de Nueva York, la carrera de Piantini como conductor de orquesta ha sido estelar. Hoy vive desencantado por las precariedades de la Orquesta Sinfónica Nacional, de la que es su director y uno de los fundadores en 1941.

Enrique de Marchena, en 1937, pronosticó su exitosa carrera musical cuando hizo su primer concierto en la casa de un tío. No sintió ni chispa de miedo.

Lo que ha logrado en el campo musical se lo debe a su padre Alberto Julio, quien deseó ser músico, pero su progenitor no quiso, argumentando que eso era para beber tragos y dar serenatas. Cuando nació Piantini, su padre dijo: “Este va a ser músico”. Contra viento y marea lo alcanzó.

Su progenitor no escatimó esfuerzo alguno para que estudiara música. Le decían a su padre: “Está bien que Carlitos toque su violincito, pero no se olvide de su profesión”. Se sentía insultado.

El maestro Guillermo Jiménez le enseñó a tocar violín de forma desinteresada. Lo cataloga como un segundo padre. Le impuso disciplina, vital para triunfar en cualquier arte. Mientras practicaba el violín, sus amigos le decían: “deja esa vaina y ven a jugar”.

Con 16 años, Piantini llegó al tope en conocimiento musical. Su padre vendió una vivienda para financiar sus estudios en México, donde permaneció cuatro años.

De regreso a su patria, en el decenio de 1950, Piantini decidió estudiar Derecho. Fue un alumno sobresaliente. Viajó a Roma para un concurso de violín y se preguntó por qué estudiaba abogacía. Desertó de la carrera y se fue a Nueva York. Su vida cambió para siempre.

Los momentos de mayor satisfacción han sido tres: su debut con la Filarmónica de Nueva York, cuando dirigió el Réquiem de Verdi; su debut con la Sinfónica de Viena y cuando llevó la Orquesta Sinfónica Nacional a Nueva York.

Piantini relata, emocionado, que ha vivido momentos muy bellos al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional. Durante cinco años fue director de la Filarmónica de Caracas, donde encabezó hermosos conciertos.

Siempre se hace la misma pregunta: “¿Por qué me quedé en el país, después de cosechar tantos éxitos en el extranjero?”. Lo atribuye a que le gusta esta nación y siente un amor muy especial por la Sinfónica.

 

Las preocupaciones de Piantini

Piantini está desencantado por la situación de la Orquesta Sinfónica Nacional, debido a los bajos sueldos de los integrantes y a que carecen de un lugar para ensayar.

Señala que “los sueldos de miseria se reflejan en la calidad del trabajo, pues los músicos tocan y piensan que deben ir a un baile.” Incluso figura uno que es taxista.

Como un Quijote, Piantini ha luchado para lograr un lugar para ensayar, pero sin éxito. “La institución que más prestigio artístico le da al país es una cenicienta”, señala.

No conoce otra orquesta que tenga las dificultades de la

entidad que dirige, a pesar de que ha viajado por el mundo. Piantini dirige la Filarmónica de Jalisco y los sueldos no son más altos que aquí, “pero el dinero rinde más”.

El secretario de Cultura, José Rafael Lantigua, ha prometido que la Sinfónica tendrá un local, pero eso puede dilatarse dos años. Todo depende de las prioridades del gobierno.

Una familia de dos hijos no puede vivir con RD$15,000.00 ó RD$17,000.00, suma que devenga un músico de la Sinfónica. Eso genera que el tiempo de estudio lo dediquen a otra cosa para poder vivir decentemente.

 

Música clásica,

merengue y bachata

En el país no vale la pena, cree, estudiar música clásica. Un muchacho con inteligencia musical desde que aprende algo se reúne un grupito y forma su combo, y comienza a ganar más que un músico de la Sinfónica, señala Piantini.

“¿Para qué seguir estudiando? Para tú llegar a la Sinfónica hay que estudiar mucho, y luego que esté ahí adentro debes seguir estudiando, porque es una profesión donde no se termina de estudiar”, asegura.

La enseñanza de la música clásica está bien, pues el país cuenta con buenos profesores, la mayoría extranjeros. La República Dominicana se encuentra en un túnel y no se observa por dónde se saldrá de la actual situación. Piantini aclara que no es un experto en música popular.

La bachata se encuentra muy bien y es, por desgracia, lo que le gusta al pueblo. Cualquier cantante popular cobra RD$250,000.00 por una fiesta.

“Yo no dejaría un hijo mío estudiar música en el país. No le veo porvenir. A mí no me ha ido mal, pero yo he luchado mucho y me tuve que ir afuera, sin ayuda y sin beca. Y me ha costado mucho trabajo hacer lo que yo he hecho en la vida”, dijo.

“El merengue -considera-, es un ritmo que tiene sus características, como el son y el bolero. Para mí, lo que están haciendo hoy es un derivado del merengue a una velocidad que sólo los jovencitos pueden bailar. No tiene la elegancia de otro tiempo”, plantea.

Existe música buena y mala. Ha tocado con la Sinfónica en conciertos populares. “La música es buena o mala, no importa que sea popular o clásica”, apunta.

Piantini pasó de violinista a la dirección orquestal. En el 1963 empezó a dirigir y en 1971 solicitó una licencia sin sueldo de la Filarmónica de Nueva York, donde trabajó por quince años y fue a estudiar dirección de orquesta a Viena, hasta que lo nombraron primer director del Teatro Nacional, junto a doña Aida Bonelly.

Sus memorias están casi terminadas. Todavía no ha puesto un título. Se divide en grandes etapas de su vida: Santo Domingo, México, Nueva York, Viena…Se refiere a los movimientos sinfónicos.

La dirección musical no es tan fácil como aparenta. El director tiene que influir en todos los músicos en la forma que se quiere proyectar la obra.

“Nosotros somos pintores del espacio. Uno termina una obra y uno pinta un cuadro en el espacio”, plantea metafóricamente.

Piantini piensa en el retiro, aunque todavía siente que puede dar bastante. Si los problemas siguen aumentando, se retirará, porque para trabajar necesita de tranquilidad y no puede seguir con tantos problemas.

En cuanto al premio el Soberano, otorgado por la Asociación de Cronistas de Arte, Piantini dice que le alegró mucho haberlo recibido, aunque su vida no gira alrededor de un galardón.

 

Apoyo del Estado

El Estado debería apoyar a las personas que desean estudiar música clásica, “porque aquí hay mucho talento que se puede perder por falta de ayuda”.

“Son talentos del país que el gobierno está obligado a proteger. Son pobres que necesitan estudiar fuera y necesitan que el gobierno meta la mano”, precisa.

“Pocos dominicanos se han destacado en la música clásica, porque la vida de los músicos es muy difícil, en razón de que amerita estudiar todo el tiempo”, explica.

“Cualquiera llega a tener un nombre, pero mantenerlo cuesta mucho más. Es una profesión muy difícil. Debe ser una disciplina férrea, de lo contrario no se está en nada”, sostiene.

Para tocar violín en una orquesta sinfónica se tiene que estudiar ocho años con seriedad, de lo contrario serían 20 ó 30 años. “Una vez que tú llegas, tú tienes que seguir estudiando, tienes que estudiar las obras que te ponen al frente. Es una labor que no termina nunca”, señala.

Piantini disfruta de la profesión y siente que no es un trabajo. El día que hacer música sea un trabajo, la abandona. “Si no disfruto lo que hago, no lo hago”.

La vida del músico no es nada fácil, pues es estudiar y estudiar todo el tiempo, si no quiere ser un mediocre.

La crítica, nacional e internacional, ha sido buena, debido a que es perfeccionista como músico. El único secreto de hacer las cosas bien hechas es trabajar y trabajar.

Mozart es su músico preferido, “porque es cristalino, transparente y sigue siendo hoy el compositor más respetado por los músicos, porque es donde se caen muchos.”

Todavía no le ha dado por componer. Quizás cuando se retire se dedique a eso, porque aún no le ha llegado la vena de compositor.

 

Próximas presentaciones

El 30 de este mes ofrecerá un concierto con el Coro Nacional en el Teatro Nacional, para celebrar el 50 aniversario de esa institución coral. Se trata de un programa muy bello con varios coros de ópera.

El 8 de abril presentará en Bellas Artes un concierto con Aysha Syed, jovencita de Santiago que estudia en Londres, muy talentosa. Se estrenará la obra de un amigo norteamericano.

 

Datos biográficos
Carlos Alberto Piantini y Espinal nació el 9 de mayo de 1927, en Santo Domingo. Su carrera se inició el 9 de mayo de 1937, cuando ofreció un concierto en la residencia de los esposos Acevedo Piantini.

Fue violinista durante 34 años y después se dedicó a director de orquestas sinfónicas. Su primer maestro fue Guillermo Jiménez, que le inculcó disciplina de hierro y amor al arte musical. Sus primeros estudios de solfeo fueron realizados con Josefina Heredia. A los once años, ya era violinista de la Orquesta Sinfónica de Ciudad Trujillo, transformada después en Orquesta Sinfónica Nacional.

Llegó a formar parte de la Orquesta Sinfónica de México. En 1948 viajó a Nueva York a estudiar en el Julliard School of Music, bajo la orientación del profesor Joseph Fusch.

Hacia el 1950 regresó al país para terminar el bachillerato. Ingresó a la Orquesta Sinfónica y luego estudió tres años de Derecho en la Universidad de Santo Domingo. En 1954 regresó de nuevo a Nueva York, donde laboró en una tienda.

En esa época conoció a los músicos Johnny Pacheco y Eddi Palmieri con quienes tocó charanga y otros ritmos antillanos.

Preparó un disco de larga duración titulado “Piantini y su violín”, que incluía temas con arreglos de Pacheco y Palmieri, pero tuvo mala suerte: la disquera quebró antes de terminar la grabación.

Su etapa artística empezó a consolidarse con su ingreso como violinista de la Filarmónica de Nueva York, convirtiéndose en el primer hispano entre sus miembros.

En Viena, Austria, estudió dirección orquestal, bajo la dirección de Hans Swarowsky en la Academia de Música de Viena, donde se graduó.

Piantini ha conducido las sinfónicas de Washington, París, Jerusalén, Taiwán, La Habana, Maracaibo, Florida, México, Viena y Puerto Rico, entre otras.

Su debut como director con la Filarmónica de Nueva York fue reconocido por el Congreso Nacional el 4 de marzo de 1969, debido al éxito. Ese mismo año fue condecorado por el Estado con la Orden Heráldica de Cristóbal Colón, en el grado de Caballero.

En 1978 fue condecorado por el gobierno de Venezuela con la Orden de Andrés Bello y en 1987 recibió en el país la Orden de Duarte, Sánchez y Mella. Fue nombrado profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en 1986.

Director artístico del Teatro Nacional de 1973 hasta 1978. De 1979 a 1983 se desempeñó como director de la Orquesta de Caracas. El Teatro San Carlos de Nápoles, Italia, lo invitó para dirigir una serie de 17 conciertos entre 1985 y 1986. En agosto de 1992 estrenó la epopeya lírica 1492, de Antonio Braga, grabada para la firma Buongiovanni, de Italia. Fue director de estudios orquestales en la Universidad Internacional de la Florida.

En 1998 grabó con la Orquesta Filarmónica de Varsovia los dos conciertos para guitarra y orquesta del compositor dominicano Román Ernesto Peña. En 1999 dirigió la puesta en escena de la ópera Carmen, de Bizet, en el Teatro Nacional. Ha dirigido la Orquesta Sinfónica de la Radio Televisión Italia. Director de la Orquesta Sinfónica Nacional de 1984 a 1994 y del 2002 a la fecha.

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