Carlos y Camila se juran amor eterno

Carlos y Camila se juran amor eterno

Después de más 30 años de un amor clandestino que escandalizó a la sociedad británica, y de vencer todo tipo de obstáculos, el príncipe Carlos de Inglaterra, de 56 años, se casó con Camila Parker Bowles, de 57, en una discreta ceremonia civil en el ayuntamiento de Windsor, la primera de este tipo en la historia de esa monarquía.

Los novios llegaron al Ayuntamiento en un lujoso Rolls-Royce Phantom VI, que perteneció a la Reina Madre, pocos minutos después de que lo hicieran los invitados, entre ellos el príncipe Guillermo, hijo de Carlos, y Tom Parker Bowles, primogénito de Camila, quienes fueron los testigos del enlace.

En un ambiente festivo y en medio de fuertes medidas de seguridad, el heredero de la Corona británica y Camila, dijeron el «sí quiero» ante 28 personas, entre las que no estaba la reina Isabel II.

Desde el momento en que el príncipe Carlos le colocó el anillo elaborado con oro de Gales, Camila, que hasta el día de ayer usó el apellido de su primer esposo, Andrew Parker Bowles, se convirtió en Su Alteza Real, duquesa de Cornualles, y en la figura femenina de más rango en la familia real británica, después de Isabel II.

Sonriente, resplandeciente y ante la atenta mirada de británicos, fotógrafos y cámaras de televisión, Camila lució un elegante vestido de seda en color perla por debajo de la rodilla, acompañado por una pamela a juego adornada con pequeñas plumas.

El príncipe, bronceado y a quien se le vio muy alegre, llevaba un chaqueta de corte inglés, elección que se diferenció mucho del uniforme militar que lució en su primera boda con Diana de Gales en 1981.

Mientras la ceremonia civil, de unos veinte minutos, tenía lugar en el interior del Ayuntamiento, en el exterior una banda de música compuesta por ocho adolescentes animaba al público con jazz y una versión moderna del concierto de Aranjuez.

La boda real británica estuvo a cargo de la superintendente del registro civil de Windsor, Clair Williams, en la sala «Ascot», que fue adornada con lilas procedentes de Highgrove, la residencia campestre del príncipe de Gales en Gloucestershire, oeste de Inglaterra. La pareja eligió lilas porque en ese país simbolizan el retorno de la felicidad.

A su salida del Ayuntamiento, la pareja saludó a las cerca de 15.000 personas que los aclamaban en las calles de Windsor, a una hora al oeste de Londres.

Durante el oficio religioso realizado en la capilla San Jorge del castillo, Carlos y Camila leyeron un pasaje del «Libro de la Oración Común» de 1662, en signo de lealtad a la Iglesia Anglicana, que afirma: «Seriamente nos arrepentimos y, de todo corazón, pedimos perdón por nuestros pecados. Su recuerdo nos aflige, su carga es intolerable».

Para esta ceremonia, denominada oficialmente «Servicio de Oración y Dedicación», Camilla cambió por completo su atuendo por un vestido largo y vaporoso con abrigo hasta los pies y un tocado de espigas. Mientras en el Ayuntamiento llevaba una cartera en las manos, en ésta lució un ramo de flores.

El primer acto social público, ocurrió unos minutos después de la bendición: los recién casados recibieron a algunos representantes de organizaciones benéficas que cuentan con su apoyo.

Un cuarto de hora después, Carlos y Camila llegaron en coche a las Residencias Reales del castillo de Windsor para asistir a la recepción que en su honor ofreció la Reina.

AHORA SI, FUERON ACLAMADOS

Miles de personas llegaron a Windsor a primera hora de ayer sábado con banderas británicas, globos y hasta champán para ver a los novios, y desafiaron las bajas temperaturas para ocupar las calles por donde la pareja hizo el recorrido en coche desde el castillo hasta el ayuntamiento, adornado en su exterior con jazmines.

«Que Dios los bendiga», «Dios salve a la Reina», «El que no haya pecado que tire la primera piedra» o «Buena suerte para los dos», fueron algunos de los mensajes de los carteles que súbditos británicos, a los que se les vio muy animados, desplegaron en las calles.

«¡Viva Carlos!», «¡Camila!» o «Vivan los novios» fueron algunos de los gritos de la gente cuando Carlos y Camila salieron como marido y mujer, quienes saludaron discretamente a la multitud antes de subir otra vez al Rolls-Royce para regresar al castillo de Windsor.

¿QUIÉNES APOYARON LAS CEREMONIAS?

Los grandes ausentes en el enlace civil fueron la Reina y su esposo, el duque Felipe de Edimburgo, quienes si estuvieron en la bendición en la capilla de San Jorge del castillo, que fue presidida por el arzobispo de Canterbury, Rowan Willams.

Tras la ceremonia civil, los familiares de Carlos, entre ellos sus hijos -Guillermo y Enrique- y sus tres hermanos, los príncipes Andrés y Eduardo y la princesa Ana, subieron a un autocar para regresar al castillo, donde se celebró la bendición religiosa. Lo mismo hicieron los familiares de Camila, como su padre, Bruce Shand; su hija Laura Parker Bowles y su hijo Tom, quien fue el testigo con el príncipe Guillermo. También estuvieron los hermanos de Carlos, la princesa Ana y los príncipes Andrés y Eduardo.

Entre los 700 invitados al acto religioso y a la recepción posterior, estuvieron presentes el primer ministro británico, Tony Blair, y representantes de la oposición, además del rey Constantino de Grecia, el heredero de la Corona de Noruega, Haakon, y su esposa Mette Marit y el príncipe Constantino de Holanda. También el diseñador Valentino, el actor Rowan Atkinson (más conocido como Mr. Bean) o el actor Kenneth Branagh, quien brindaron con champán por la pareja, durante la recepción ofrecida por Isabel II en el castillo real.

La reina Isabel II, gobernadora suprema de la Iglesia Anglicana, asistió a la boda religiosa, y aunque no había pasado palabra con su nuera, sí posó en la primera foto oficial con Camila, en la escalinata de la capilla.

LEJOS DE LAS MIRADAS

Al terminar la tarde y sin que las cámaras pudieran registrar las imágenes de la recepción, el príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles abandonaron el castillo de Windsor para empezar su luna de miel en Escocia. Estaba previsto que llegaran en la noche a Aberdeen, donde serían recibidos con la música de gaitas escocesas.

Ya lejos de la curiosidad del público, el flamante matrimonio se desplazaría a la mansión Birkhall, una propiedad construida en 1715 que perteneció a la Reina Madre, dentro de las dependencias del castillo de Balmoral.

NO PASARON LA NOCHE JUNTOS

Dos horas antes del enlace, Camila abandonó Clarence House, en Londres, para dirigirse a Windsor. El príncipe Carlos regresó el viernes por la noche al Reino Unido, tras asistir al funeral del Papa en el Vaticano – compromiso que le obligó a retrasar el enlace 24 horas después -, y durmió en Highgrove, su residencia campestre en el oeste de Inglaterra, junto a sus dos hijos, cumpliendo así la tradición de no pasar juntos la noche previa a la boda.

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