En su hogar se celebraban casi cotidianamente encuentros culturales
Cuando conocí a Carmen Alceste Heredia de Guerrero iniciándose la década del setenta, quedé gratamente sorprendido por la fluidez de su conversación.
En la exposición oral ponía de manifiesto su conocimiento sobre las diferentes vertientes de las bellas artes.
Andaba acompañado de mi querida recién fallecida esposa Yvelisse, quien mantenía desde hacía algunos años una relación amistosa con el esposo de Carmen.
Juan Bosco Guerrero, quien murió hace poco tiempo, fue un hombre de temperamento bonancible y solidez intelectual, formando con la crítica de arte uno de los matrimonios más largos y estables que he conocido. Carmen es hija de Mariano Heredia y de Concepción Ottenwalder, maestra de piano, ambos fervientes amantes de la lectura y de la música sinfónica.
En el hogar que compartían con sus hijos Carmen y Mario Salvador, se celebraban casi cotidianamente encuentros culturales.
¿Tienen los genes alguna influencia en los talentos y las vocaciones artísticas de las personas? Si hablamos de mi hermana afectiva Carmen, esto muestra visos de evidencia si hurgamos en las vidas de algunos de sus ascendientes.
Ya citamos a sus progenitores, artistas y cultores de las artes, y debo mencionar al tío Salvador Heredia, destacado barítono operístico que recibió los aplausos de públicos exigentes del viejo continente.
Con carácter de colaborador artístico, su abuelo paterno Mariano Heredia fue administrador del Teatro La Republicana.
Esos genes también se dejaron sentir en el hermano de la hoy ministra de Cultura, Mario Salvador, brillante actor teatral y quien fue titular de la Escuela de Arte Escénico de la Dirección de Bellas Artes.
La fructífera vida artística de la protagonista de este artículo se inicia cuando muy joven ingresa en el Conservatorio Nacional para descifrar los misterios del violín, y en el Ballet Nacional para deslizar las zapatillas sobre su tabloncillo.
Suspende ambos estudios al marcharse hacia Estados Unidos, en parte para escapar de la asfixiante atmósfera de la tiranía trujillista, de la cual sus padres fueron opositores.
Regresa al país, con el dominio de la lengua de Shakespeare, autor del cual cita pasajes y frases con asiduidad.
La primera de las posiciones del campo artístico que ocupó fue la de subdirectora del Museo de las Casas Reales, y desde allí la fuerza de la vocación interrumpida la conduce a la Dirección del Ballet Nacional.
Como merecido premio a la eficiencia de su labor en esa institución es nombrada directora general de Bellas Artes.
Un aspecto que merece ser destacado es que las diferentes posiciones oficiales que ha ocupado las ha mantenido en sucesivos periodos de Gobierno.
Cuando la retornaron al Ballet Nacional, no tardó en realizar su acariciado sueño de dirigir el Teatro Nacional en el año 2000.
Su gestión de cuatro años fue tan exitosa, con presentaciones de figuras de renombre internacional, sobre todo de la música clásica, que todavía se comentan esas actuaciones. Además, democratizó las funciones dando amplia acogida a espectáculos musicales del género popular, con la exclusiva exigencia de su calidad., concitando por esa causa un amplio respaldo de la ciudadanía.
Pese a la pandemia que ataca al país y al mundo, la titular de Cultura labora con el avasallante entusiasmo característico de su carismática personalidad.
Muchas veces la vemos en los medios de comunicación en actos artísticos que organiza el ministerio en Santo Domingo y ciudades del interior, con públicos ceñidos como ella a un rígido protocolo para evitar los contagios del covid 19.
Cualquiera que lea este artículo podría pensar que una persona con estas características es de trato personal severo, distanciante y elitista con subalternos y relacionados cuando asume una posición relevante en el tren gubernamental.
Pero la dedicada esposa, madre y abuela, es de ostensible y natural sencillez, de buen temperamento, y carente de reacciones de prepotencia y vanidad.
En sus escritos acerca de espectáculos artísticos, emite criterios donde se nota su deseo de no herir susceptibilidades, sin apartarse del análisis certero y la observación oportuna. Su libro con recopilación de parte de esas críticas titulado como su columna: Desde platea, es un éxito de venta.
Algo inusual en una época donde el libro impreso circula en reducido número, por la supremacía de las ediciones virtuales, que han llevado al colapso a periódicos y revistas físicos en todo el mudo.
Ojalá que Carmen Alceste Heredia nos dure hasta la centena de su edad biológica para que las obras que está escribiendo sobre la danza y El rito a través de los tiempos, y Los personajes y calles de su vieja ciudad sean terminadas.
Porque seguramente tendrán la misma calidad de la primera, y de las posteriores que indefectiblemente surgirán.