Carmen Quidiello de Bosch
o Volver a las Pajaritas de Papel

<p>Carmen Quidiello de Bosch <br/>o Volver a las Pajaritas de Papel</p>

  NATACHA SÁNCHEZ
“La distancia en el tiempo es el tallo alargado de una rosa que tiene su raíz en el pasado y su flor en el futuro”.

Parecería ésta una de esas tantas frases que se pierden en las páginas de un libro. Ella, sin embargo, se hace trascendente cuando quien la pronuncia es alguien que ha encontrado ese camino misterioso por el que el Hombre transita por la vida en ruta hacia la esperanza. Un camino por el que se anda sin prisas pero con la curiosidad de un niño que instintivamente busca en la esencia de las cosas su propia naturaleza para redescubrir el mundo.

Y eso es lo que hace Carmen Quidiello de Bosch cuando lanza al aire sus “Pajaritas de Papel” en un espacio que ella creyó limitado y desconocido pero que de repente se le revela como propio e ilimitado, lleno de alternativas.

En ese espacio sus pajaritas pueden penetrar e invadir todas las posibilidades existentes como lo hace el aire, como lo hace el agua, como lo hace la luz..Porque ellas pueden moverse en ese medio indefinido en el que se producen los cambios de nuestra existencia y en el que se desenvuelven los acontecimientos y los fenómenos en espontánea sucesión. Ellas pueden trascender más allá del horizonte porque representan la ilusión de vivir. Y al lanzarlas al aire Carmen Quidiello va tras ellas tratando de alcanzarlas, de recibirlas al término de cada uno de sus cortos viajes para así ayudarlas a remontar nuevo vuelo con la esperanza de que algún día logren hacerlo por ellas mismas.

Con ellas Carmen Quidiello pregunta, inquiere, busca en el origen de las cosas, cuestiona ese mundo que siempre ha estado presente pero que queremos ignorar. De repente ella se explica la presencia de las cosas, oye sus voces y sus silencios, se sitúa en ese universo que les pertenece lejos de la mirada y de los intereses de los hombres y se convierte en espectadora imparcial que se despoja de sus egoísmos para escudriñar en sus pequeñeces los motivos que las llevan a trascender en un hermoso universo ajeno a nuestros sentidos.

Ella nos hace comprender la relatividad de nuestras apreciaciones al juzgar los colores del cielo y del mar así como de la esencia de nuestros juicios; cuando nos hace percibir los elementos primordiales como aunados en una suprema trinidad que a veces se hace lluvia para poblar la vida.

Pero también nos explica la presencia del hombre y nos muestra su osadía cuando se hace arquitecto de su destino, responsable de su pasado, dueño de su presente, forjador de su futuro. Cuando se atreve a cabalgar sobre el tiempo en una loca carrera de violencias y obstáculos cuya meta es su propia destrucción.

Mientras Ella, la Mujer, desde su cotidianidad y en su mansedumbre, busca medir nuevos tiempos y procrear una nueva raza “que no tenga por qué invadir fronteras, ni le dé la cicuta a Sócrates, ni someta los Cristos a la cruz”.

Una raza que cada mañana estrene un nuevo día atreviéndose a querer. Y que busque en la transparencia de la gota de rocío el destino de la lluvia, de los ríos, del mar; que en la simplicidad de un nido o de un caracol contemple las complicadas estructuras de la perfección que dan albergue a la vida, a la felicidad, al amor.

Para Ella, el pan y el vino son alimentos vitales en la medida en que se comparten y se convierten en símbolos del amor eterno entre los hombres. Carmen Quidiello de Bosch con sus “Pajaritas de Papel” nos hace volver a la edad de la inocencia en plena adultez para que podamos contemplar con los ojos del corazón lo que nuestros ojos carentes de cariño no han podido ver.

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