La mujer en todas sus dimensiones, los colores, lienzos y pinceles que por décadas han permitido el quehacer artístico se convierten en instrumentos de reivindicación y emancipación para la pintora y escultora costarricense Carmen Siliézar Solano, quien se prepara para una exposición en esta ciudad.
Alrededor de la artista prima el color, su entorno está pintado, su sensibilidad ante la vida se evidencia en sus palabras cargadas de energía y sapiencia. En su obra se revela ante los problemas históricos de la mujer y pone de relieve la forma cómo ha tenido que vencerlos.
El vestido, que aprendió a confeccionar desde temprana edad, está presente en sus colecciones.
Sus herramientas de trabajo para convertir en arte todo lo que toca, son con frecuencia, además, hilo, tela y el papel maché, aunque cualquier pared puede convertirse en el lienzo donde deja plasmada una obra.
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“A través de esta obra construida con la técnica mixta voy haciendo una abstracción del vestido como simbolismo y representación de la mujer, y por un proceso de sustracción, primero el ser humano, luego la tela, voy llegando a la síntesis del hilo y luego de la línea, nuestros patrones”, comenta la artista. Usa como forma de expresión la tela deshilachada y la convierte en un nuevo material, endurecido, pintado, pegado, trenzado, lo que luego despega ‘violentamente’ del soporte, con lo que representa el mundo con las limitaciones de la sociedad como una carga hereditaria al género femenino, el cual vive en una maraña de reglas, patrones exigencias, dice al comentar su obra.
La escultora es crítica y firme al plasmar en su obra que la sociedad le arranca la humanidad a la mujer.
“Una sociedad que deja a la mujer como si fuera un maniquí, o un ser que nace con roles asignados, con medidas perfectas, reflejo de la dominación patriarcal es lo que muestro en mis obras”, dice.
La artista posee una constelación de sentimientos y vivencias; en su obra ve a la mujer sometida a la inconsciencia y a un mutismo cómplice de la violencia, a lo cual ha sido relegada, invisibilizándola y haciéndola parte de una vitrina.
“Mi obra, como denuncia, irrumpe en esta cosmovisión, arrastrada de siglos de negación, y debe estar aquí, por esa presencia que se siente cada vez más en la recuperación del sitio que la mujer debe tener como protagonista, creadora y dadora de vida”, insiste.
Retrata a una mujer sin protagonismo, ni voz, ni oportunidades, porque ya se decidió de antemano, cuál es el sitio al que pertenece.
Para su compañero, el artista Jorge Zamorán, la construcción simbólica a través de los materiales que deconstruye y conjura Carmen articula una reflexión en torno a los fenómenos de la estructura socio política, patriarcal y su relación con la violencia psicológica y estructural.