Carnaval de Montecristi: expresión colectiva llena de colorido

Carnaval de Montecristi: expresión colectiva llena de colorido

OLGA LOBETTY GÓMEZ DE MOREL
El carnaval es una de las manifestaciones culturales más genuinas del pueblo. Es un canal de identidad que une a nuestros antecesores con las generaciones presentes. Es un patrón que se proyecta hacia el futuro.

Cada comunidad posee su historia, sus tradiciones, las cuales constituyen centros de interés, puntos de unión. De manera natural vive en la conciencia colectiva. De igual modo es el carnaval, esa expresión callejera que llena de colorido las calles de nuestra ciudad, Montecristi, cada domingo de febrero.

Este carnaval consta de cuatro elementos fundamentales: El oso Nicolás, toros –civiles–, Robalagallina, y las comparsas.

Antiguamente se celebraba en Cuaresma hasta que el presidente Lilís decidió que se celebraran las fiestas de la Independencia Nacional con carnavales.

La sociedad montecristeña ha sido pluralista, ecléctica desde sus inicios, por la forma accidentada de su poblamiento. Esto, unido a la historia misma de la nación, ha constituido una cultura rica en elementos. Cada inmigración colectiva y ocupación extranjera ha dejado sus aportes, los cuales han enriquecido al carnaval, constituyendo prácticas y hábitos.

No existe una fuente única para la definición etimológica del vocablo «carnaval», por esta razón presentamos varias acepciones:

Es posible que provenga de un término medieval latino: Carnen levare o Carnelevarium, que significa «quitar o lavar la carne». La palabra se deriva del placer carnal. En este caso se refiere a los bacanales griegos (fiesta en honor a Baco, el dios del vino).

Se remonta a Roma saturnalia con ritos y cultos al macho cabrío (fecundidad). Era una fiesta para despedir al diablo o macho cabrío, antes de Cuaresma. Se realizaba en un carro naval, donde mujeres con ropas sensuales realizaban escenas atrevidas con el público. A esto se llamó carro naval, porque era en forma de barco, halado por esclavos, donde abundaban las bebidas fuertes.

En la Edad Media, en España, se celebraban las carnestolendas o enfriamiento entre la fuerza del mal, representada por Don Carnal, de vida licenciosa y placentera, contra Doña Cuaresma, que simbolizaba la austeridad mediante la penitencia y la espiritualidad, ganando esta lucha Doña Cuaresma. Esta representación simbólica fue obra del Arcipreste de Hita, Juan Ruiz, quien vivió en el Siglo IV en España y recogida por Juan del Encina en la obra «Égloga del Carnaval o Antruejo».

Para Santo Domingo, el carnaval llegó con la conquista española.

Según Fradique Lizardo, en 1516 se realizó un baile de disfraces en la casa del Virrey Don Diego Colón, donde se tiraban naranjas y huevos de cera.

El 10 de marzo de 1519 se emitió una Orden Real prohibiendo el carnaval en la isla. En 1578 la Real Audiencia emite una ordenanza prohibiendo el carnaval. En 1780 hubo manifestaciones carnavalescas en la Universidad Santo Tomás de Aquino, que Fray Cipriano de Utrera presenta en su obra «Dilucidaciones de mojigangas en caballo, máscaras, disfraces», mostrando disensiones internas en el claustro. Y se pedía negar licencia.

Proclamada la Independencia Nacional el 27 de febrero de 1844, cada aniversario se celebró en barrios, pueblos, bateyes, con sentido de identidad nacional.

En Montecristi se celebra en Cuaresma. Este carnaval ha sido afectado por variables de tiempo, espacio y migraciones.

EL TITÍ-MANATÍ O ROBALAGALLINA

Según la tradición, transmitida de forma oral, en 1900 llegaron unos 60 haitianos a vivir con Doña Emilia Jiménez Pereyra. Ella los vestía en carnaval de Cuaresma con almohadas en los fondillos, en la cabeza paños de colores (según creencias), pintados, iban por las calles y en las esquinas chocaban las nalgas diciendo: «quelé cundúm». En el barrio Las Flores, en los ranchones de la hoy calle Rodrigo Camargo también hacían lo mismo; usaban ajíes de aretes y al son de la pandereta cantaban en patois «quelé dum dum», dando vueltas e iban a parar al barrio de los ingleses, hoy Salomón Jorge. Recogían dinero en las calles y fueron sumando niños a quienes tiraban parte de sus propinas. El tiempo se encargó de unificar estas manifestaciones con otra similar y hoy se conocen como robalagallina. Entre los más famosos (ya fallecidos): Papito Swan, José «La cóa», Sóntiri, Guadalamar, Américo de la Cruz (Meco) y Pablito «La guagua», entre otros.

LAS COMPARSAS

Son representaciones callejeras que primeramente eran bailes y luego se desarrollaron dramatizaciones de carácter social, religioso, político, picaresco, con un libreto de teatro callejero o popular. Colectan dinero, luego de cada actuación.

En 1919 tomó fuerza la haitianización del carnaval en Montecristi; visitaban varios grupos de comparsas haitianas, siendo recibidos por pelotones dominicanos, iban por las calles bailando a ritmo de tambores, después de hacer una ceremonia de bienvenida. A partir de 1924, por influencia de Pinto Santos, las comparsas variaron, insertando un libreto de teatro callejero. La primera de ellas fue «El diablo la Hoz».

El oso Nicolás, figura oriunda de Montecristi, surge a raíz de la primera guerra mundial, como consecuencia de la caída económica de esta ciudad, al cesar el comercio con Europa. Esta tradición se mantiene dentro de nuestro carnaval.

Toros y civiles. Representan escenas bélicas callejeras, que se efectúan en medio del tumulto. El toro usa careta, simbolizando animales. El civil, si quiere usa cierta protección sobre su cuerpo, como doble camisa o saco, aunque generalmente no lo usa. También usan el fuete como defensa contra los toros.

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