La alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, tiene el juego trancado en la boleta del Distrito Nacional. Ha trascendido que a la también secretaria general del Partido Revolucionario Moderno (PRM) no le interesa la reelección municipal.
Las razones son fáciles de inferir. Tiene aspiraciones presidenciales, que son legítimas, por lo que, en términos políticos, no le conviene limitar su incidencia, cuatro años más, al plano local, sino extenderla a nivel nacional, tal cual lo está haciendo otro aspirante, David Collado, quien también fue alcalde, pero como ministro de Turismo ha logrado proyección nacional e internacional.
No obstante, la posición de una parte del PRM, incluyendo a Luis Abinader, es que Carolina se repostule porque la aprobación que tiene su gestión garantizaría una de las principales plazas políticas del país.
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La posición de este partido es bastante pragmática, en alguna medida la praxis política es el arte de la conveniencia, pero, me pregunto, hasta qué punto la política del patio, la criolla, demandará sean las mujeres quienes se sacrifiquen, pensamiento que muy bien explica la antropóloga mexicana Marcela Lagarde: la construcción social de la mujer es siempre para el otro.
A Carolina no se le conoce como feminista y, de hecho, se le ha echado de menos en causas y pronunciamientos que el movimiento de mujeres ha desarrollado y que dirigentes de su partido y de otros sí han respaldado. Pero, en aras de la justicia, ella y todas las mujeres políticas tienen que saber que hay un movimiento, una perspectiva de género que las entiende y las ampara.
Y lo digo previendo la reacción de una parte de la sociedad dominicana que juzga duramente cuando las mujeres, en distintos ámbitos, se priorizan. Así sucedió cuando Margarita Cedeño eligió su carrera política por encima de su relación de pareja. ¿Cómo es posible que la culpa siempre sea de ellas, de las otras, de nosotras? ¿Por qué han de ser siempre las mujeres las sacrificadas, quienes tengan que renunciar?
Y ojo, quienes aspiramos a la transformación social, tenemos que entender que no se logra sólo desde el género. Hay mujeres que llegan a los espacios de poder y no asumen la agenda de las demás. Pero, lo cierto es que las trabas culturales, políticas, económicas, sociales e históricas que afectan la participación política de una mujer, afectan también a otras mujeres, aún con interseccionalidad, por lo que desmontarlas no se trata solo de que Carolina pueda tomar su decisión y hacer carrera política sin remordimientos o consecuencias sociales, sino que también lo puedan hacer las Minou Tavárez Mirabal, las Virginia Antares Rodríguez, las María Teresa Cabrera, las Betania Figueroa, y muchas otras
Entonces, insisto, ya no es sólo que las mujeres tienen derecho a participar en la política. Es que la política necesita a las mujeres, por lo que si Carolina Mejía decide repostularse está bien, pero si no, que nadie aluda egoísmo o falta de empatía porque aunque algunos aún lo niegan, las mujeres tienen derecho a decidir y algunas ya lo estamos ejerciendo. ¡Fin!