CARRETERA X

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El hombre como ser social
Como ser social y sociable, el hombre (y la mujer y los trasvestis y los otros y todos) necesita vivir permanentemente asociado, en sociedad. Como ser gregario, necesita estar agrupado, aglomerado, en grumos humanos. Como inventor del montazgo necesita vivir amontonado, en la montonera en el montón. Diríase que como influenciado por los rebaños de reses para las que el montazgo inventó.

Pero así como gusta vivir en sociedad, en grumos y amontonado, también arrastra consigo y hacia esa montonera todo lo que se le asocia: la familia, el automóvil, al perro, su música, ropa y artilugios que le acompañan en el desempeño de la importante tarea de ser «accesorios».

Y donde más puede observarse esta manía «social» es en los embotellamientos. Por más que estos seres se empeñen en decir que les incomoda el tránsito pesado, embotellado y entaponado de la ciudad o la carretera, es totalmente incierto. En realidad lo goza, le divierte, le hace sentirse como quiere: apretujado, amontonado, en grumos, arracimado. Es decir, en sociedad.

Porque fuera de otra manera si el comportamiento fuera otro también. Me explico. Si el hombre (y la mujer y los trasvestis y los otros y todos) realmente quisieran sentirse aligerados de la compañía de cientos de carros, camiones, autobuses, motocicletas, etc.; si quisieran sentirse menos apretujados, simplemente desarrollaría mejores sistemas de conducción vehicular y personal que les permitiera desplazarse por calles y carreteras sin amontonarse, como regularmente lo hacen. O si por lo menos hicieran caso de las normas del tránsito, entonces tendríamos más fluidez en el movimiento vehicular.

Pero no, eso sería perder el tibio contacto, el calor humano que sale de las máquinas y de los tubos de escape (porque al fin y al cabo con productos humanos, por lo tanto es calor humano). Organizar el tránsito para que fuera más ágil sería arruinar la relación entre desconocidos, que siempre será mejor que con conocidos. Siempre las nalgas desconocidas que pasan por delante del automóvil al cruzar la calle son más elegantes y llama-tactos que las que conocemos o tocamos. Y es probablemente esa una de las razones por las que se arman embotellamientos.

Incluso, las fallas en la energía eléctrica en los semáforos han venido a estimular aún más ese placer de vivir en sociedad, de estarnos mirando vidrio a vidrio, disfrutando del estar pegados, unas mostrando pestañas como eneas quemadas, otros exhibiendo perfiles recién afeitados, otros queriendo en sus pechos rasurados tener las tetas de la que va en el Renault verde, otras esperando que el del Mercedes las mire a ver si enganchan…

Y así todos, tan humanos, tan gregarios, tan sociales… todos deseando irse por el carril contrario a embotellar todavía más para poder estar más tiempo en sociedad, en contacto, en comunicación. ¡Vaya dicha antropológica ésta que me lleva a querer estar más tiempo con mi perro!

Los “motores” nos “parqueamos” así

Los motores son en realidad todas las máquinas fabricadas para dar propulsión, movimiento, impulsión a determinados engranajes o tinglados. Aquellos que dan movimiento a los vehículos de dos ruedas se les llama motocicletas o motociclos. Igualmente, ni las motocicletas ni cualquier otro vehículo se «parquea», sino que es aparcado.

Pero el tema no es sobre semántica o una lección de Español, sino sobre la audacia de los motociclistas a la hora de aparcarse.

Los motociclistas se aparcan donde les venga en ganas y como les venga en ganas. Pero además, con son una especie de logia abierta, los policías que montan también en motocicletas les da igual verles aparcados como les vino en ganas a todos. Lo bueno sería saber porqué los motociclistas aparcan de la forma que lo hacen, es decir, siempre entorpeciendo el tránsito, tanto vehicular como peatonal.

He aquí algunas propuestas de razones. 1. Se aparcan así para llamar la atención. De esa manera alguien tiene que requerirles, llamarles, solicitarles, ser por un momento el centro de atención, una causa importante.

2. Se aparcan así porque eso obliga a las mujeres a buscar por donde pasar, y como no se arriesgan a tirarse a la calle, optan por pasar cerca del motociclista, que tiene entonces la oportunidad de «largarle» algunas lindezas enamorológicas dominicanas.

3. Se aparcan así porque (en determinado momento) sienten que su motocicleta es la de mayor atracción, la de mayor exhibición de poder, brillo, luminosidad, y por lo tanto hay que hacerlo saber, aunque para ello haya que detener el tránsito.

4. Los motociclistas aparcan así, en casi todas las esquinas (principalmente las de motoconchos) contra el contén, ocupando unos dos metros del pavimento, porque eso les permite estar agrupados, cherchando, disfrutando la vagancia que decidieron asumir, muchos de ellos abandonando las tierras labrantías. Muchos otros planificando pequeños atracos cuando se acerca la fecha de pagar la moto y no hay suficientes cuartos.

En fin, que los «motores» nos «parqueamos» así y no hay autoridad que nos haga cambiar.

Un engaño frutal

Que me corrija Milton Martínez o cualquier otro conocedor de frutas de la montaña, pero creo que los nísperos no se maduran luego de ser tumbados nuevos de la mata. El problema es que tanto los nuevos como los maduros se parecen demasiado, no es fácil diferenciarlos, por lo que resultamos engañados vilmente en las carreteras.

En esta última época de nísperos -creo que ya llega a su final- todos los puestos en las carreteras estaban abarrotados de nísperos nuevos. Muy rara vez podía encontrarse uno con un puesto de nísperos maduros, pero todos aseguraban que no había problemas con llevárselos nuevos, porque madurarían en la casa al día siguiente. ¡Vil engañifa! Ni madurar, ni nada. Así se quedaban, en vez de maduros, más duros, porque no había manera de verlos madurar. Y cuando alguno presentaba cierto reblandecimiento… otro engaño, pudriéndose estaba el dichoso níspero.

De ahí que no me cabe la menor duda de que la venta de frutas se encamina cada vez más al engaño frutal, tanto con los nísperos como con los mangos «madurados» con carburo, como pasa también con los guineos. ¡Y los aguacates! ¡maduros a golpes, muchas veces! ¡Y así quien no madura!

La cosa es que cada vez nos vamos volviendo más caraduras y engañadores. Antes uno confiaba en los campesinos, esos cara de humildes que colocaban sus frutos en mercados y carreteras. Pero parece que tantos años de engaños electorales, de promesas de desarrollo incumplidas y otros fiascos por el estilo, les han hecho subirse al tren de la estafa, recurriendo a un estilo nuevo: la estafa frutal. Y miren que es penoso que ahora uno no pueda confiar ni en un frutero de carretera.

Un puerto para todos

Está ahí, a la salida del Distrito, o sea, de la provincia Santo Domingo centro. Bueno, está el puerto y esta esa valla que nos dice que habrá un puerto para todos. Pero no sé si fue que se le acabó la pintura al «vallista» o es que hay un mensaje subliminal a determinado sector de la sociedad.

Porque lo que yo leo -y me perdonan si leo mal- es que ahí dice: «un puerto para todos… los que tengan yates, lanchas y botes de buen ver». Porque, ¿para qué otra cosa nos servirá un puerto como ese que pintaron en la valla en cuestión?

De seguro, ahora van a tener trabajo las organizaciones que velan por los niños (y manganzones) de la calle, puesto que esa zona es un amplio refugio de dichos «niños», quienes utilizan hasta las cloacas como vivienda o refugio, las pequeñas oquedades en el farallón y cualquier abrigo más o menos sólido.

Pero el gran problema para ese núcleo de «niños de la calle», cuando el área se transformada y deban salir de ahí, es ¿dónde van a hacer caca?

Porque, como ustedes saben, una de las leyes de la vida es hacer caca. Quien no hace caca está en graves problemas. No hacer caca es oponerse a una de las leyes de la vida, y quien se opone a una de las leyes de la vida puede que pague con su propia vida.

Por lo tanto, construir ese «puerto para todos» es condenar a un número indeterminado de niños a no hacer caca, con lo cual los estaríamos condenando a una muerte segura, y en consecuencia nos encontraríamos en tremendo problema con la UNICEF y con otras organizaciones defensoras de la niñez.

Creo que el gobierno debería repensar ese proyecto del «puerto para todos», o suspenderlo hasta tanto cada niño de la calle que habita en esa zona tenga un lugar seguro donde hacer caca… ¿cómo? ¿comer? No, yo no he hablado de eso, sino de hacer caca.

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