CARRETERA X

CARRETERA X

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO  
Como vaca muerta

Los primeros años de la década del sesenta corrían estremecidos por la caída de Trujillo. Menos que “corrían”, se arrastraban. Y con su arrastre cargaban pobreza y apuros en todos los sectores sociales sin excepción. Es decir, estaba todo el mundo apurado económicamente y buscando cómo “resolver”.

Mi padre, maestro constructor, no encontraba trabajo. Pero hábil como buen cibaeño, le cayó en manos un día una pandereta de esas de tejer paños. No de las redondas de doble aro, sino de unas poligonales con clavitos donde iban fijados los hilos al tejer. La pandereta le sugirió la idea de hacer varias para venderlas a las monjas del Colegio Madre Mazarello, que estaba cerca de casa, puesto que eran las personas más tejedoras que conocíamos, además de dar clases de costura y tejido.

Como yo tenía carita de angel cuando niño me utilizó como emisario para acercarme a las monjas para ver qué tan necesitadas estaban de dichos artilugios. Yo me armé de candidez radiante, con un mechón de pelo cayéndome sobre la frente para parecerme a Santo Domingo Savio, y me aparecí una tarde a la puerta del colegio.

Debí golpear varias veces el portón ciclónico de la verja para que una mole enjuta me voceara desde las escaleras lejanas al portón que qué quería. Tuve que irradiar mi candidez como a 50 metros para poder hacer que la monja bajara las escaleras y se acercara al portón, donde le expliqué, con una muestra de las panderetas de tejer, la intención de mi padre. La religiosa se interesó, por lo que me pidió que le llevara todas las que había hecho papá, que eran una diez en total.

No recuerdo cual era el precio puesto por mi padre a las panderetas, la cosa es que cualquiera que fuese, las monjas estaban dispuestas a pagarle menos de la mitad de lo pedido, y como las cosas no estaban como para cuentos de duendes, tuvimos que aceptar la oferta de las monjitas.

Recuerdo perfectamente la cara de indignación de mi padre y su resignación en aras de tener comida en casa en días tan duros. Recuerdo también las caras de las tres o cuatro monjitas que recibieron las panderetas. Eran las caras mejor representativas de la astucia peor llevada, del gozo por el engaño, las caras del “los jodimos hermanas”, me incluían a mí, con todo y mi candidez y mi mechón de pelo sobre la frente de Santo Domingo Savio.

Fue la primera vez que oí esa frase de boca de mi padre: “dile que encontraron su vaca muerta”. Años después la comprendí. Se trataba de aquella argucia de los compradores de carne, que al encontrarse con una vaca recién muerta ofrecían a su dueño el pago más irrisorio, o simplemente dejar pudrir el animal, con lo que se perdía todo.

En lo adelante las monjas no me parecieron nunca más seres angelicales, y mi simpatía por Santo Domingo Savio se diluyó al cortarme el pelo casi al rape. Todo por una vaca muerta.

Una modalidad que crece 

No hay duda de que estamos en vías de desarrollo. Más que eso, en carretera, en autopista de desarrollo.

Una noticia reciente: “Hombres vestidos con ropa militar asaltaron esta madrugada un camión de la empresa de enlatados La Famosa, y tras amarrar y dejar abandonados en unos matorrales al chofer y dos ayudantes se llevaron el vehículo y la mercancía, que tiene un valor millonario”.

Esto ocurrió en la carretera que lleva a San Isidro, pero no por eso deberá pensarse que los guardias están desesperadamente necesitados de jugos, salsa de tomate, leche de coco, maíz enlatado y otras latas.

La acción fue la última de una cadena de asaltos de mediana espectacularidad en las carreteras. Ya van cuatro los que le hacen a la misma empresa La Famosa. O sea, que sus productos se están volviendo cada día más populares.

Otro producto muy popular es el ron. Hace poco un camión fue asaltado con el mismo “modus operandi” en la autopista 6 de noviembre, rumbo a San Cristóbal y Baní. Del camión robado se llevaron mil quinientas cajas de ron Brugal. Pero la culpa de esto la tiene la misma empresa de ron, pues la publicidad por televisión, radio y en las vallas de las autopistas ha funcionado a la perfección, de manera que el Brugal se busca a como dé lugar.

Otro asalto de carretera fue el que se efectuó en noviembre pasado, cuando en Villa Mella fue interceptado un camión cargado con dos mil pollos. De seguro que se trató de alguien que quería poner un pica-pollo para tener el éxito que tiene el Pica-Pollo Victorina. Pero yo dudo que lo logre, principalmente porque aunque se roben el pollo nunca tendrán un sazón similar… ¡Ah carajo! Si hasta podría utilizarse el hecho para publicidad…”Aunque se roben el pollo nunca tendrán un sazón similar”… y hasta puede pegarse.

¡Si, espere por ello!

Pocos avisos de carretera resultan tan ilusos como este que ha colocado la empresa Sigma: que los camiones transiten por la derecha.

Si fuera por los camiones, es decir, si dejaran a los camiones pensar, otra cosa fuera. Pero es que los que “piensan” son sus conductores, de manera que no se puede esperar que un conductor de camión, sin la menor educación en relación con el respeto por la vida de los demás, agarre el carril derecho para facilitar el tránsito y evitar accidentes en las carreteras.

Ahí tienen como ejemplo la reciente embestida del camión que se cargó un grupo de socorristas de la Defensa Civil mientras trataba de ayudar en un accidente. Lo del camión no fue un accidente, fue un asesinato, porque esa gente no funciona de otra manera.

Los camioneros en la República Dominicana actúan con el poder que les confiere el tener en sus manos el guía de una máquina capaz de aplastar grupos de personas, de decidir quien muere y quien vive, o sea, son máquinas de muerte.

De manera que, esperar que un simple aviso -cuya mitad está dedicada a la publicidad- va a educar a nuestros camioneros, patanistas, guagüeros y otros conductores de vehículos pesados, pasa mucho más allá de la candidez y choca de frente con una dura realidad: no tenemos forma en estos momentos de educar a los conductores porque no hay una política para ello. Es decir, no hay disposiciones que obliguen a sindicatos y asociaciones a someterse al orden y acatar las leyes del tránsito, que implican el respeto por la ciudadanía.

La frustración sigue 

¿Se acuerdan de la desprotección de que les hablaba por el asunto de las compañías de seguro, las empresas vendedoras de vehículos y los servicios de ambos? Pues miren como va la cosa.

La foto que ven es de una camioneta que fue embestida por un maldito carro público en la avenida Abraham Lincoln mientras esperaba el cambio de luz de un semáforo. Pues duró dos meses para volver a la calle porque la casa que la trajo (como trae el resto de sus vehículos) no tenía piezas de repuesto, no obstante ser un vehículo del año 2002.

Pues apenas tres semanas después de la reparación en la suspensión delantera el viernes recién pasado se desgranó mientras transitaba por la ciudad… ¡Por suerte, en la ciudad!, pues imaginen si hubiera ocurrido el día anterior, o el trasanterior, o el anterior a esos dos, cuando me encontraba “juyendo” por las carreteras del este.

Ahora la pregunta: ¿pueden ser confiables esas empresas aseguradoras, las vendedoras de vehículos y sus respectivos talleres?

¿A quién iba yo a responsabilizar de un trabajo mal hecho, quizás con piezas viejas o en mal estado habiendo ellos cobrado como nuevas las piezas utilizadas? ¿A quién iba yo a culpar después de muerto? ¿Estamos desprotegidos o nó?.

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