Carretera x

Carretera x

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO
“In apostolatus eleuterium”

Todas las carreteras del país lo conocen, o por lo menos han sentido sus pies sobre el asfaltado o sobre la desnudez de piedra y polvo. Porque Eleuterio Martínez ha tenido que recurrir a las carreteras y caminos para llegar a las intersecciones de ríos con carreteras, de bosques con carreteras, de montañas con carreteras, de arroyos con carreteras y desplazarse por ellas hasta los recónditos verdes amenazados y hasta los no amenazados también, aunque, ¿cuáles son esos no amenazados? ¿que parte de nuestra naturaleza no está amenazada?

Y en tanto, Eleuterio arrastra consigo grupos de estudiantes que en la carretera, en la colina o junto al río siguen sus enseñanzas… o por lo menos las oyen, que ya es algo. Y con una paciencia que ya envidiaría el propio Job, Eleú responde cada pregunta, reorienta la discusión, aclara conceptos, desvanece desvaríos y trata de que los estudiantes asienten los pies sobre las piedras y la tierra.

Salir de las aulas de la Universidad Autónoma con un haz de muchachos y muchachas bajo el brazo no es una responsabilidad fácil de llevar. Pero Eleú lo asume con todo el riesgo que su apostolado implica y con todo el esfuerzo que su propósito demanda. Porque no hay cosa más difícil que enseñar lo obvio.

Y plantado en la carretera, Eleuterio Martínez explica sobre esa montaña, aquel bosque y aquella nube, les habla de la indecisión de una gota de agua de si irse hacia la costa norte o hacia la costa sur, les trae al presente los estragos de determinado huracán y la recuperación pocos años después, les convence de la determinación alpina del pino, del vampirismo del eucalipto, de la invasión de la acacia magium y de las bondades de la flora nativa… y sus estudiantes absorben, y más o menos… entienden, pero ¿por cuanto tiempo?.

Más Eleuterio Martínez seguirá, y volverá con otros grupos por la carretera, por todas las carreteras, porque ese es su destino, mas no su cruz, seguir en esa especie de “in apostolatus eleuterium”.

Arepa por libra… y por hambre

Lo de la carretera a Jarabacoa es como una feria permanente de la arepa, de la dulce y de la salada, o como le llaman los cibaeños: “de la toita duice y de la toita amaiga”.

Hileras de mesas improvisadas, con techos más improvisados aún, despliegan una exposición de aproximadamente 30 ó 40 muestras de arepa en ese corto trecho a Jarabacoa donde coinciden los ríos Bayacanes y Camú.

Así, los días de mayor movimiento arepístico los visitantes y “pasacantandos” pueden detenerse para seleccionar entre las 30 ó 40 muestras la arepa de su predilección. Y pasando por cada mesa pueden indagar entre las doñas sobre las distintas calidades y sabores de sus productos. De manera que usted puede elegir entre las 30 ó 40 muestras de arepas, o las 15 ó 20 dulces, o las 15 ó 20 saladas.

Sin embargo, lo extraño del sitio es que no venden nada para acompañar las arepas. A menos que la oferta abierta y gratis sea acercarse al río y darse par de tragos para bajar la susodicha. Yo, particularmente, no entiendo como es que cada mesa de cada marchanta no tiene como “compaña” de las arepas un “chocolate de agua” o un chocolate con leche, ambos, calientes, más que acompañantes, son consortes de la arepa de por vida.

Por otro lado, siendo ese sitio un lugar de alto consumo de la harina de maíz, tampoco entiendo cómo es que alguna de esas industrias del maíz, como La Maicera (Mercasid), por ejemplo, no han dispuesto el adecentamiento del sitio y la construcción de un espacio para la venta de la arepa. Es decir, un área más o menos como está actualmente distribuida, pero decentemente presentada, sea con simpáticas construcciones de madera o con cubículos de bloques… y alegremente pintadas, naturalmente.

“A la izquierda pueden ver la loma la jumiadora”…

Primero una pregunta. ¿Cuántas personas de las miles que pasan por la carretera Duarte miran inopinadamente hacia la izquierda (de Santo Domingo hacia La Vega) y saben qué loma están viendo?

¿Y cuántas ven y saben que ven a la Loma Novillero?, o a la “Siete Cabezas”?, o “Loma de la Sal”? ¿Cuántas personas saben cuando están pasando cerca de la Presa de Rincón?, o cerca de la Presa de Hatillo?

Todas esas lomas, sitios, presas y otros lugares tienen enorme interés educacional. Pero les pasamos al frente mirándolos sin verlos, sin saber cuál es su importancia.

Hay dos cosas por hacer en relación con este tema. Primero, es necesario que cada sitio de éstos sea destacado desde la carretera. Segundo, es necesario que las compañías de turismo, principalmente de turismo interno, habiliten guías (escritas y habladas) de carreteras, de manera que puedan ir indicando a los turistas qué sitios de importancia natural van pasando. Tercero, la Secretaría de Turismo puede habilitar paneles indicadores en esos sitios, de forma incluso que la gente pueda detenerse, leer y observar esos sitios.

Nuestras carreteras pueden convertirse en corredores turísticos, con estaciones para la contemplación y disfrute de determinados puntos de interés natural y cultural, no solamente para los turistas extranjeros, sino también -y creo que principalmente- para los nacionales, principalmente estudiantes… y hasta podrían luego organizarse rallies de carretera que incluyan la identificación de esos lugares.

Había una vez un hotel

Y es que esas son las vainas que ocurren en la República Dominicana y uno no tiene otra alternativa que culpar a los gobiernos.

Cuando Trujillo, se construyeron varios hoteles de importancia en diferentes provincias para el alojamiento de turistas y la celebración de grandes actividades. Entre esos hoteles estuvieron el Nueva Suiza, en Constanza; el Montaña, en Jarabacoa; el Cayacoa, en Samaná; el San Juan, en San Juan de la Maguana; el Hamaca, en Boca Chica; y otros. Todos con una arquitectura similar y al último grito.

¿Y qué pasó con esos hoteles? Por lo menos el hotel Nueva Suiza y el hotel Montaña -que vemos en la foto- fueron abandonados. De tal suerte, que actualmente parecen ruinas demandando demolición.

Y estoy seguro que eso es lo que quieren algunos y algunas, demoler esos hoteles para construir otros nuevos, “para motivar el turismo y el desarrollo del país”… como siempre… y después dejarlos al abandono.

Entonces, ¿en qué estamos?, ¿de qué desarrollo del turismo es que hablamos? ¿Cuál parte del trujillismo es la que condenamos?

Es posible que las estructuras de esas edificaciones no sean las más óptimas para el alojamiento turístico del nuevo orden. Pero, ¿es ese turismo que nos llega el más óptimo también? De todas maneras, siempre está la posibilidad de una remodelación o rehabilitación. Pero, ¿está la Secretaría de Estado de Turismo en rehabilitar hoteles?, o ¿cederlos en concesión?… uno, en realidad, nunca sabe… ni nunca sabrá.

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