CARRETERA X 
Ser perro, o la alegría de verte llegar

CARRETERA X  <BR><STRONG>Ser perro, o la alegría de verte llegar</STRONG>

Casi con toda seguridad podemos decir que todos los perros que vemos por las carreteras tienen dueño o dueña. En ocasiones, los perros no tienen un dueño declarado, responsable. En esos casos, un perro elige a alguien para sentir que le pertenece. Y en ese estado psicológico de pertenencia figurada viven hasta que algún desalmado les aplasta en la carretera.

No se conoce ser vivo más fiel que un perro. La fidelidad de los perros supera con creces la de los seres humanos. Más de ahí, en comparación con los perros los seres humanos somos poco menos que escoria en materia de prodigar cariño, de demostrar fidelidad y amistad.

Incluso, conozco perros –como Carlitos, el perro de la casa de Luis Carvajal– que hacen una fiesta al ver llegar a quien consideran un amigo suyo, además de amigo del amo o de la familia. Son perros que prodigan amistad, la exhiben, la demuestran sin temor de que el amo (o el ama) pueda molestarse con esas demostraciones.

El caso es que sabemos que todos esos perros que vemos por las carreteras, la mayoría de ellos expuestos a un mortal atropello, a la inanición, a la intemperie y a las enfermedades que éstas últimas puedan causarle, tienen tanto amor en su interior y tanta capacidad de demostrarlo como los perros más consentidos.

Naturalmente que hay excepciones. Recuerden que mencioné «estado psicológico», y ese estado puede no ser siempre de pertenencia figurada, sino casos en que si el perro ha tenido algún trauma relacionado con personas, desde temprano habrá decidido para sí que la gente no vale la pena. Y quizás esto sea una actitud anormal en un perro, pero un trauma es un trauma.

Un perro nunca está sopesando posibilidades de si el cariño que se le demuestra esconde un propósito o una segunda intención. Un perro jamás te reclamará por el cariño que puedas haber sentido por un perro anterior, ni preguntará si le quieres más a él o al anterior. Normalmente siente celos por el cariño que pueda profesársele a otros perros en su presencia, y aun a personas en su presencia. Pero, al contrario de las personas, te dirá que siente celos exhibiendo el cariño que siente, demandando caricias, zacudones, apretones, juegos… atención.

Y sin embargo ¡cuántos portadores de estos sentimientos y de ganas de expresarlos caminan a diario por nuestras carreteras!… y en permanente peligro de muerte.

En cuanto a «la alegría de verte llegar», ¿como podría llamársele a la fiesta que hacen nuestros perros al vernos? Segunda pregunta, ¿hay persona alguna que le iguale? No, no hay persona que los iguale.

Cualquier disgusto, por pequeño que sea; cualquier malinterpretación, cualquier confusión entre seres humanos en relación muy cercana, sean éstos novios, casados, parejas, hijos, nietos, padres o cualquier otra relación, siempre afectará la actitud de recepción. No en los perros. Estos siempre serán el aviso de «¡ya llegó!» (al oír el ruido del vehículo, la activación de la alarma, las pisadas llegando…). Se dispararán desde donde estén, brillarán sus ojos, sacudirán la cabeza, la cola, el cuerpo entero, saltarán, se pararán en dos patas y estarán en la puerta antes que cualquier otro ser vivo. Y al abrirse la puerta será el estallido de «la alegría de verte llegar».

No importa si les han reñido, si hace dos días que no les sirven su comida regular o si le han infligido algún castigo. El recibimiento será el mismo, el cariño será el mismo, la sinceridad será la misma. En los perros no hay poses ni jugadas de carambolas, no hay zancadillas ni «ganchos», no hay registros de mochilas, ni de carteras, ni de correos corrientes, ni de correos electrónicos.

Los perros son eso, «la alegría de verte llegar», el estadio a donde nunca llegará la gente.

 

Lo que iba a ser Samaná

A Balaguer le vendieron la idea de que Samaná podría ser el destino turístico del resto del mundo. Le dijeron que su belleza paradisíaca no tenía baremo en ninguna otra parte del mundo. Le aseguraron que cualquier inversión, por alta que fuese, era poca cosa en relación con los beneficios que se obtendrían de la península y la bahía.

Le confirmaron que ahí podía construirse cualquier cosa, desde un puente hacia ningún lado hasta una ciudad nueva y completa, ya lloverían los dólares como chubascos en la tarde samanesa.

También le dijeron que con una carretera se resolvía el asunto del acceso, y que ya podían vislumbrar la supercadena de autobuses turísticos rumbo a Samaná.

Luego le dijeron que no sería suficiente una carretera para tantos turistas que llegarían a Samaná, por lo que sería necesario la construcción de un aeropuerto solamente para Samaná, y que talvez sería necesario otro aeropuerto mayor más adelante.

Le dijeron que el aspecto de Samaná no se correspondía en nada con lo que tenía que ser una ciudad receptora del turismo que iba a llegar desde el mundo, y que había que cambiarle el aspecto, desde una iglesia moderna hasta casas de paredes y techo de concreto. Que esas vainas de casitas de pencas de coco, junto con los panes de coco, arroz con coco, «pescao» con coco y habichuelas con coco, eran inventos de los indios. Que ya había que darle paso a la modernidad, para que junto con la modernidad entraran los furgones de dólares por concepto de visit… ¡qué mierda de visitación! ¡invasión turística! ¡Turismo que llegaría en aviones, yates, lanchas, autobuses, minibuses, submarinos, paracaídas, patinetas, velocípedos…! ¡A pie llegarían turistas a Samaná con mochilas llenas de dólares para los samaneses!… Y transformaron a Samaná.

Pues sí, ahora es el 2006… Bahía de las Aguilas es el paraíso, podría ser el destino turístico del resto del mundo…

 

El parador parado

El Parador del Mar parece que está cumpliendo con su cometido: tiene al mar parado ahí mismo y no lo deja entrar. Quizás sea muy útil un Parador del Mar en varios puntos de la costa dominicana, para proteger al país parando los tsunamis que puedan formarse.

El Parador del Mar es super elegante. Es tan elegante que no cualquiera puede entrar en él. Para entrar en el elegante Parador del Mar hay que ser tan elegante como él. Pero en este país la gente no es tan elegante. De manera que habrá que  organizar cursos de etiqueta y elegancia para entrenar a la gente que quiera pararse en el Parador del Mar.

El Parador del Mar es una obra maestra de la arquitectura moderna. Sus líneas de diseño ostentan la quintaesencia que anhelaron concebir los más eximios conceptualizadotes de la metamorfosis de la materia en proyección hacia la espacialidad funcional, armónica y cuasi onírica frente a la dicotomía de intereses del ser o no ser.

El Parador del Mar es como los vinos buenos, hay que dejarlos añejar antes de consumirlos. Por eso, el Parador del Mar se mantiene ahí, en su bodega de aire, salitre y sol. No envejece, como el ron, sino se añeja, como el vino, o como el champagne. Sí, mejor como el champagne. El Parador del Mar espera para estar en el punto exacto de la exquisitez.

Y luego de estas cuatro opiniones sobre el Parador del Mar solamente resta una pregunta: ¿Qué diablos se va a hacer con el Parador del Mar???

 

Vuelta a la Avenida Ecológica

Recordarán que en par de ocasiones nos referimos a esta carretera, paralela a la que va a San Isidro y paralela a la que va hacia el este. Porque a fin de cuentas es una carretera que nos saca de la ciudad hacia el este.

Pues muy bien. Como en este país no hay nada tan atractivo como lo ilegal, mucha gente amante de lo ilegal se ha ido apropiando de zonas contiguas a esta Avenida Ecológica, esperando que con el tiempo y la política habrán de quedarse como propietarios «de un terreno conseguido con el sudor de sus frentes, con esfuerzo, con trabajo, con Dios mediante y», naturalmente, sin pagar un solo centavo.

De manera que, pasado otro tiempito, y obtenidos los títulos de propiedad gracias a «sus esfuerzos con el partido para llevar la patria hacia el progreso, la libertad y hacia donde se encaminaban los trinitarios Juan, Pablo y Duarte», vender los solares al mejor precio posible para ir haciendo fortuna, sea para el inicio de una compañía de bienes raíces, para prestarlo al 20%, o para comprar algunas armas de contrabando, sacarle permisos y revenderlas a los compañeros «para aportar su grano de arena en la prevención de la delincuencia y para salvaguardar la paz, protegiendo además los bienes de aquellas personas que, como ellos, han levantado una fortuna en base a su esforzado trabajo».

Y claro, si durante el proceso de apropiación de esos solares quedan sepultados vestigios culturales indígenas (como pasa con los farallones junto a la avenida Ecológica), importantes para los estudios amerindios y para los reales proyectos de desarrollo que puedan originarse en el país, eso poco importa, porque «lo importante es resolverle a la gente sus demandas de comida, bebida y bachata actuales», sin pensar en que lo más importante es, en realidad, garantizarle sobrevivencia a los que no han llegado todavía, es decir, a la mayoría.

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